El grafista se equivocó era
Can't canto.
Hacía tiempo que quería darle un bocado en serio a este disco. Y la impresión no ha podido ser peor. Grabado a principios del 2000 para darle un empujoncito a la diva en el repertorio belcantista después del meneo scaligero de su Borgia, de la primera producción de Il pirata en el MET (montada para ella) y mientras jugueteaba con la idea de cantar Norma. No vamos a decir que la Fleming era una soprano de turismo en el repertorio belcantista. Ya había cantado la Armida, Sonnambula, Maria Padilla (un éxito), Straniera y habia grabado, no sin descalabro, la Rosmonda d'Inghilterra. Con todo lo anterior se puede pensar en la quimera de un interesante disco. Nada más lejos.
Pocas veces se habrán oido las escenas de Il pirata y La Sonnambula con la cursileria y el amaneramiento que aquí luce la Fleming. Los recitativos, que le vienen a durar unos 45 minutos cada uno, son un claro ejemplo del belcantismo alla Debussy. Desvaidos, letárgicos, antimusicales en suma o como mínimo completamente fuera de lugar. La bellísima melodia belliniana, ¿simple? puede, pero dificil como pocas, queda despiezada sin mucha piedad por parte de la diva en una suma de no legato, suspiritos, cadencias no escritas, portamentos y demás aparataje, que hacen dificil el reconocer al pobre Bellini que se queda al fondo del todo.
De Rossini se incluye la escena final de Armida del segundo acto, una suerte de gargarismos concéntricos a los que se le llama coloratura y la escena de entrada de Semiramide, con similares resultados.
Donizetti está representado por la escena de Maria Padilla con la mezzo, quizá el único corte salvable del disco, a pesar del manierismo, la Fleming se vuelve inusitadamente austera en el andantino y demuestra que tiene remota idea del estilo. Todo lo ganado lo desmonta en la escena final de Lucrezia Borgia, con un aria llena de sonidos inflados que termina en una horrísona cabaletta trufada de cadencias de muy feo gusto.
Pero en este descalabro la Fleming no se hunde sola. El infamante batutero Summers, plegado completamente a las exigencias de perfido gusto de la diva, consigna al disco una de las peores direcciones orquestales belcantistas ever. Incluso hace sonar tétricos (en plan Auto de fé) a los coros de Sonnambula!. Creo recordar que la revisión de las escenas, incluyendo las cadencias no escritas, estuvieron realizadas por el musicólogo Philip Gossett. Te has lucido, macho.