2. UNA ÓPERA POR CASUALIDADVerdi llevaba más de un año sin escribir una ópera y aunque sus dos anteriores no fueron un éxito clamoroso, el empresario de la Scala echa de menos la continuidad del maestro. Con Bellini muerto y Rossini retirado, hay que motivar a los nuevos valores. Se está gestando la nueva ópera en los despachos del teatro italiano aunque Verdi aún no lo barruntaba.
Cuenta la leyenda –más bien el propio compositor- que un frío día milanés -como ayer mismo- fue a entregar al mortier de la Scala un libreto que éste le había dado. Aunque se resistió con la gallardía de un busettiano, salió con otro, de Temistocle Solera que había rechazado otro compositor, Otto Niccolai (que se llamaba así, no es que hubiera varios Niccolai). Parece que ya en su casa tiró con rabia el libreto, seguro que hasta pensó hacerlo pasta de las llamas de su chimenea; pero justo se abrió por el “Va pensiero”, fíjate tú qué casualidad. No sabemos qué le evocó aquello, si su casa natal o las ganas de ir a Tierra Santa, el caso es que se puso a componer la música. Tampoco sabemos si es fiel la historia -probablemente no- pero al menos es original, la aceptamos como animal de compañía.
Ya estaba terminada la ópera, no sin los típicos roces con el libretista, que serían habituales a lo largo de su carrera (bueno, y en la de casi todos los compositores salvo Wagner
). Aunque la obra estaba previsto que se incluyera en la Cuaresma de ese año (de ahí su argumento bíblico), parece que corrió el riesgo de aplazarse hasta la temporada siguiente. Las presiones de Verdi y el visto bueno de la
prima donna, la soprano Giuseppina Strepponi, dieron el empuje definitivo a su representación. Ya se sabe que donde manda mujer no mandan ni capitán ni marinero. Verdi terminaría casándose con ella, cuando su voz estaba ya algo deteriorada, seguramente para que no le gritara.
Vencidos este y otros pequeños flecos, la obra se estrenó el 9 de marzo de 1842 en Milán (170 años dentro de poco) y el éxito fue incontestable, no sólo por su calidad musical sino también por su trascendencia sociopolítica. Los italianos se identificaron inmediatamente con el pueblo de Israel -que ya son ganas- y Babilonia era el opresor Imperio Austro-Húngaro. Más tarde se acuñaría el ¡VIVA VERDI!, que ocultaba un ¡VIVA Vittorio Emmanuelle, Rè Di Italia! Y el coro de esclavos se tomaría como el himno de la Italia del pre-risorgimento.
Toda esta historia la cuenta de manera detallada y magnífica el forero Rochester,
en su blog. Yo simplemente lo he resumido.