Sherlock Holmes le obligó a sentarse en una butaca y, sentándose a un lado, le dio palmaditas en la mano y le habló familiarmente con el tono fácil y acariciador que tan a la perfección sabía emplear.
- Ha venido usted a pedirme la luna, ¿verdad? –le dijo.
Por lo general, a mi amigo le llegaban asuntos tan singulares que pensé que hablaba en sentido figurado. Pero el asombro que se pintó en la cara de nuestro visitante me dio a entender que las palabras habían sido elegidas por Holmes con precisión.
- ¿Cómo lo sabe? –preguntó, estupefacto.
- Muy sencillo –respondió Holmes-. En primer lugar, deduzco por su atuendo que viene usted de Centroeuropa, de Bohemia, para ser más exactos. Nadie que no sea de allí se pasearía en plena nevada con su traje típico: pantalón corto, botones de latón dorado en la chaqueta y zapatos con hebilla. Amén de la brizna de lúpulo zatec que pasea usted de un lado al otro de la boca, pues es sabido que gracias a tal planta consiguen darle a la Pilsener su estupendo sabor.
- Bien, pero... ¿y lo de la luna?
- Ah, eso. Basta con leer la prensa.
Holmes cogió uno de los arrugados periódicos, buscó una página determinada, y cuando la encontró, se la mostró al checo:
- Deduzco que este anuncio lo ha hecho insertar usted.
El visitante asintió.
- ¡Claro que sí! –dijo Holmes alegremente- ¡Si le sobresale el recibo del bolsillo! Además, le hemos visto por la ventana, y venía usted desde la dirección del Times. Ahora –añadió- díganos de una vez quién es usted y qué ha sucedido.
El individuo se pasó el pañuelo por la frente, que empezaba a sudarle a pesar del frío:
- Compruebo aliviado que es usted la persona que necesito. Sin embargo, no puedo decirle gran cosa. Para empezar –dijo, mirando a uno y otro lado, como si temiera que hubiese espías en la sala-, no tengo nombre.
- ¿He oído bien?
- Sí, perfectamente. Soy un personaje de cuento, y allí nadie tiene nombre. Bueno, excepto San Pedro.
Salté del sofá, un tanto molesto:
- ¡Cómo! ¿Es usted un personaje de ficción? ¿Y qué demonios hace aquí?
- ¡Anda, mira! –replicó el visitante- No me diga que usted es muy real.
Me tragué mis palabras. Holmes comenzó el interrogatorio.
- Y bien, dígame. ¿De qué cuento se trata?
- De uno de los hermanos Grimm: “La luna”
- ¡Ah, los hermanos Grimm! Los conozco. Conque “La luna”, ¿eh? ¿Y qué hace usted en él?
- Soy el burgomaestre de un pueblo en Bohemia. El pueblo tampoco tiene nombre. Allí teníamos la luna colgada de un árbol y yo me ocupaba de subir todos los días a limpiarla y echarle aceite para que brillase. El municipio me pagaba un tálero semanal por ello. Hasta que un día, la luna desapareció. Alguien tuvo que robarla, pues ella no se hubiera ido por propia voluntad.
- ¿Alguna idea de cómo pudo ser, algún dato que pueda ayudarnos?
- No, míster Holmes. Sólo hay una cosilla que, más que una ayuda, pienso que va a ser un problema. Es que… Bueno… Lo que acabo de contarles ocurrió hace treinta años –dijo con nerviosismo nuestro invitado.
Aunque a Holmes nunca le abandonaba la flema, esto le sorprendió.
- ¿Y por qué no han decidido buscarla hasta ahora?
- Verá... Que te roben la luna sin que te enteres es publicidad negativa para el pueblo. Así que decidimos mantenerlo en secreto. En estos treinta años nadie ha dicho ni palabra. Pero ahora, ya sabe cómo están las cosas. Llevo tres años con el sueldo congelado y me vendría muy bien recuperarla para volver a cobrar el tálero.
- Entiendo. ¿No recuerda nada más?
- No. Y es raro, porque de usual tengo buena memoria. Pero, por más que me esfuerzo, no consigo recordar nada de lo que sucedió aquella noche.
Las dificultades no arredraban a Holmes; antes bien, le estimulaban. Así que, cuando vi iluminarse sus ojos, supe exactamente lo que iba a pasar.
- Señor burgomaestre, ¡acepto el caso! Vuélvase tranquilo a su pueblo. Ya verá cómo encontramos el satélite –dijo Holmes mientras acompañaba al cliente a la salida.
No bien se hubo cerrado la puerta, Holmes volvió al salón. Por una vez, me atreví a sugerir una línea de acción.
- Bueno, Holmes. Tendremos que empezar por localizar ese cuento.
Pero mi amigo ya iba un paso por delante.
- ¿Cuento? No, en absoluto.
- Pero el personaje ha dicho...
- Lo sé. Pero observe el entorno, Watson. ¿No se da cuenta de que estamos en un foro? Y no un foro sobre cuentos, precisamente. Vea el nombre de los hilos, vea los nicks: “CD perfecto 2012”, “Línea directa con Plácido Domingo”, Despinetta, Sutherliano, Loge... ¿No lo comprende? Es un foro de ópera. Aquí nunca nos harían buscar un cuento. Lo que tenemos que encontrar... ¡es una ópera!