Rogaríamos que se abstuvieran, caballeros, de hacer comentarios políticos que nada tienen que ver con el asunto Domingo, ya que lo que entrañan son burlas hacia el contrario.
Domingo ha vuelto triunfal a Madrid, parecen decir los diarios y los vídeos que existen del evento. Se dice que ha dado hasta cinco bises. Hubiera querido verlo, pero era demasiado caro. A partir de 55 euros la entrada. Sí, Bayreuth y hasta el mismísimo Real son más caros si nos ponemos a comparar, pero para tratarse de un concierto benéfico y privado, me parece que está solo al alcance de bolsillos elevados. Al menos, más que el de quien escribe.
Hay un problema con Domingo. Y no me refiero a su conducta, ni a la posibilidad de que las acusaciones sean ciertas, algo de lo que hace dos años ya me posicioné, esperando que sea la JUSTICIA y no la prensa ni los egos tuiterianos los que dicten sentencia, en el caso de que procediere una denuncia, e incluso que en el caso de ser cierto, el señor Domingo encuentre el camino del arrepentimiento.
El problema es que la presencia de Domingo en la cultura española tiene un peso tan relevante que es difícil ser objetivo. Si se es melómano, por una razón más que simple y contundente: la voz de Domingo, es parte de la banda sonora de nuestras vidas. Hasta el punto de que se convierte casi en un familiar más, por no hablar de que antes de este escándalo había prácticamente una rara unanimidad de que era una figura de orgullo nacional, una de las pocas cosas que eran capaces de unir a nuestro irremediablemente dividido pueblo. Y estas acusaciones lo han roto. Por eso los debates terminan en una tensión como la de ahora.
No podemos descartar, aunque tengamos indicios pero no tan aplastantes (corríjanme si me equivoco) que Domingo pudiera sobrepasarse con esas señoras. Pero sin un juicio y sin una condena, no podemos CANCELAR toda una brillante carrera artística que está escrita en la historia de la lírica. Y desgraciadamente vivimos en una época donde estamos volviendo a situaciones oscuras, en nombre de buenas intenciones (porque sí, luchar contra el racismo, la lgbtifobia, el machismo o la xenofobia siguen siendo causas legítimas y necesarias) que se pervierten, estamos asistiendo al borrado de elementos de nuestra cultura, y de nuestro derecho y el de próximas generaciones a disfrutar de clásicos del arte sin la lectura en contexto necesaria. ¿Acaso nos hemos privado hasta ahora del arte de Picasso, de Chaplin, de Joan Crawford, de Borges, de D.W.Griffith, de Lillian Gish, de Elia Kazan, de Céline, de Pound o de Richard Wagner, todos ellos con una obscenísima moral en su vida privada?
Es difícil, sí, pero sea cierta (en la que personalmente juzgaría al hombre, no al artista) o no su conducta, preferiré seguir disfrutando del inmenso arte de Plácido Domingo. Incluso, y lo lamento, desde una perspectiva egoísta, pero espero que no tan poco empática, espero volver a verlo una vez más, especialmente cuando la voz cada día parece más mermada, aunque aún empleada con inteligencia, porque aunque no lo parece, quedan ya pocos destellos del gran Plácido.
Por favor, es mejor dejar la política porque en este debate de cancelación a Domingo, porque nadie sale bien librado: Ni el bando que se alinea con nuestra incultísima ministra de igualdad, entusiasta de la cancel culture que horroriza a los verdaderos amantes del arte, ni tampoco el bando que por defender a Domingo e ir por el y tú más tiene que recurrir a Cuba, Venezuela y bla bla bla... nada tiene que ver en esto, si acaso para ver quién la tiene más grande.
Porque aunque fuera cierto y hubiera un juicio, Plácido Domingo seguiría siendo una figura importantísima de la música española y su legado se seguiría escuchando, incluso si fuera, pruebas mediante, necesario reconocer que fue un acosador. Eso no quita nada de su importancia musical. Ni una sola nota.
Estamos en un foro de música, estimados amigos.
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