Gaspare Luigi Pacifico Spontini (Ancona, 1774 – íd, 1851) es un compositor que pertenece al inframundo operístico. Sus óperas, de las que “La vestal” y “Fernand Cortez” son las más exitosas, juegan en tercera división, cuando juegan. Sin embargo, en su época fue todo un personaje. Richard Wagner, nada menos, lo tenía en gran consideración; para él, Spontini fue el último eslabón de una cadena de compositores que empieza en Gluck. Según Wagner, lo que quiso Gluck (la dramatización más completa posible de una cantata de ópera) lo realizó Spontini, el último compositor de ópera que consagró sus esfuerzos a una idea artística, en contraposición a Rossini (quien, siempre según Wagner, dejó de lado el objeto dramático de la ópera para poner de relieve el elemento frívolo y puramente sensual de ese género), y a Meyerbeer (quien, además de seguir de la tendencia rossiniana, se apropió de la de Spontini, falseando y desnaturalizando las dos)
Estas reflexiones están sacadas de “Recuerdos de mi vida”, y en concreto del capítulo IV “Mis recuerdos sobre Spontini”, que podemos leer aquí:
http://archivowagner.info/38e-iv.htmlEn ellos, Wagner trata a Spontini de una forma entre divertido y condescendiente. Y eso que el propio Spontini llegó a decirle en 1844, cuando aún no había estrenado ni “Tannhauser”, que no compusiera más porque con “Rienzi” había dado de sí incluso más de lo que podía dar. (Imagino que con esta advertencia, el italiano se acaba de ganar algunas simpatías) Es más, decía que después de “La vestal” no se podía ir más allá en la ópera. ¡Y se lo decía a Wagner! En fin, que estos dos pesonajes no podían estar más equivocados acerca de la valía del otro.
El encuentro entre ambos se produjo con ocasión de estrenar “La vestal” en Dresde. A Wagner se le ocurrió invitar a su autor a dirigir la obra, invitación que aquél aceptó. A partir de aquí, asistimos a la pomposa llegada de Spontini (“como un grande de España”), la fabricación de una batuta especial en un día, el desastre de los ensayos agravado por lo mal que hablaba el alemán, los cantantes que se van del ensayo mientras él les está hablando, su forma de dirigir con los ojos pese a ser miope, lo inapropiado de la cantante principal (Schroeder-Devrient, una “matrona” dice Wagner) para desempeñar el papel de la más joven de las vestales, los trucos de dicha cantante, el fiasco del estreno donde, encima, se hizo pagar al público el doble por el hecho de dirigir Spontini (recuerdo haber leído en el foro una queja porque esta temporada, en el Real, va a pasar lo mismo con “I due Figaro” y Muti; nada nuevo bajo el sol)
El capítulo es algo largo, pero muy ameno, y creo que vale la pena leerlo aunque sólo sea por ver a Wagner hablando bien de alguien. Mientras, se puede escuchar de fondo la obertura de “La vestal”, la obra tras la cual, según su autor, “no se ha escrito una sola nota que no haya sido robada de mis partituras”
Spontini. Obertura de ”La vestal”