Hay ocasiones en que los textos de una ópera nos juegan malas pasadas, porque algo no se entiende, no queda claro, porque no es lógico o porque difiere de la forma en que lo recordábamos. Las razón puede ser, a secas, que el libreto es malo, o bien que haya habido cortes, errores u otros.
Yo me quedé pegado (casi tanto como Luis Alva y Tito Gobbi) cuando, escuchando el Barbero de Galliera (que fue mi primero), después de la tormenta de repente sale Maria Callas y les espeta aquello de "Indietro, anima scellerata", que por el corte practicado en el recitativo (y que fue la norma durante tanto tiempo) era una salida absolutamente desconcertante por parte de una persona que había esta tan a gustito en La testa vi gira. Aquello, pues, tenía explicación (según supe con los años), pero otras veces no la tiene.
Yo sigo defendiendo (sin ningún éxito, pero uno es un tanto quijotesco) que Madama Butterfly basa su argumento en un fallo garrafal de guión. Si efectivamente, tal y como dice Cio-Cio-San, Pinkerton desconoce la existencia de su hijo (e Pinkerton lo sa? No, no, è nato quando egli stava in quel suo gran paese), ¿a qué se debe que en ese mismo momento estuviera viajando a Japón en compañía de su mujer? Quizá la explicación menos incongruente sea la de permitir la licencia teatral de ahorrar al espectador los varios días necesarios para que Pinkerton se diese por enterado y viniera, y anticipar el acontecimiento a sólo unos minutos después del conocimiento del niño por Sharpless, un poco en la línea en que excusamos que Arturo de Puritanos cante desde el interior de un castillo antes de llegar al mismo; el problema es que entre Puritani y Butterfly han pasado casi 70 años de progresiva importancia del elemento dramático en el melodrama.
Pero hay veces que el problema no es tanto la cohesión de la historia, sino la articulación de las palabras. Rimas apartes (los italianos suelen ser bastante buenos en eso, pero en La Chulapona, por ejemplo, se supone que millones rima con felices), hay veces que los cambios en la letra no se entienden. El Rapto en el Serrallo es quizá algo paradigmático, pues en muchos de los números hay dos versiones del texto: podemos tener una Konstanze que se desepera ante Selim porque "Doch du bist entschlossen" o porque "Doch du hörst kein Flehen", según, o una Blonde que, ante la perspectiva de huir, quiere infundir en el corazón de su amiga "Freud und Jubel" o bien "Trost und Rettung", dependiendo de la versión textual que emplee de su pieza "Welche Wonne, welche Lust".
Y en ocasiones (otra pelea quijotesca) el error puede ser de copia. Por ejemplo en Il Trovatore, Manrico dedica estos versos a su amada:
Fra quegli estremi aneliti a te il pensier verrà e solo in ciel precederti la morte a me parrà!
Pero cuando, inmediatamente, repite la sección, el verso del pensier se cae y el tenor dice "la morte a me parrà" dos veces, con lo cual la frase carece de sentido (¿Entre esos extremos alientos me parecerá la muerte, y entonces la muerte me parecerá tan sólo estar precediéndote en el cielo? Un poco chungo. ¿no?). Mi teoría es que el propio Verdi o alguien implicado en la edición de la partitura se equivocó de verso, puso el verso final cuando lo que correspondía era de nuevo "a te il pensier verrà", y ahí quedó para siempre, ante la impasibilidad de los cientos de directores que, por no enmendársela nada menos que a Verdi, han permitido la fosilización secular de la incomprensible frase.
¿Se les ocurren otras ocasiones donde los libretos les hayan jugado, por decirlo así, malas pasadas?
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