Registrado: 12 Ene 2010 18:39 Mensajes: 1806 Ubicación: Zaragoza
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PÓKER DE FEDRAS(Donde se hace relación de las principales "Fedras" que en la literatura han sido)Empezaremos conociendo los antecedentes literarios del mito, para lo cual resumo el artículo sin firma aparecido en http://www.parodos.it/books9.htm. Los hechos en los que, más o menos, coinciden todas las versiones del mito son estos: Fedra, hija del rey de Creta, secuestrada por el rey ateniense Teseo junto con su hermana Ariadna al término de la expedición contra el Minotauro, vive ahora en Atenas como esposa y reina consorte (pues Ariadna fue cruelmente abandonada por Teseo en Naxos). Fedra es madrastra de Hipólito, fruto de una relación anterior de Teseo con una amazona, y está enamorada de él. Pero el joven sólo vive para la caza y rechaza las pretensiones amorosas de la reina, quien, para vengarse, le acusa ante su padre de haber intentado violarla, o haber llegado a hacerlo, según versiones. Teseo, entonces, invoca a su progenitor (abuelo de Hipólito, por tanto), que es nada menos que Poseidón. Este, en virtud de un compromiso anterior de concederle tres deseos, cual genio de Aladino, le concede inmediatamente el de ver muerto a Hipólito. A continuación, Fedra reconoce habérselo inventado todo y se suicida, dejando a Teseo sumido en la desesperación.
La historia en la que una esposa real, atraída por un joven, se venga de su rechazo acusándolo de estupro aparece por primera vez en la Biblia con Putifar y el casto José. Y aunque existen leyendas parecidas en las tradiciones orientales o africanas, como la fábula egipcia de Anpu y Bata, la estructura narrativa citada ha llegado a recibir el nombre de “Motivo Putifar”. En la civilización occidental, el primero en formularla fue Eurípides y tras él, los tres principales recreadores del mito, antes de llegar a D'Annunzio, fueron Ovidio, Séneca y Racine.La Fedra de Eurípides Eurípides escribió dos versiones. En la primera, que lleva el título de "Hipólito velado", Fedra declara directamente su amor a Hipólito, quien reacciona cubriéndose el rostro con una capa. De aquí el título. El escándalo en Atenas fue mayúsculo, y Eurípides preparó una segunda versión, en la cual Hipólito honra a Artemisa con coronas de flores. Esta versión se tituló, pues, “Hipólito, portador de la corona”, y obtuvo el premio en el certamen dramático del 428 a. C.
Dos aspectos destacan en la concepción del mito por parte de Eurípides. Por un lado, el dramaturgo griego pone el acento en la cuestión de la reputación, más que en los temas del amor, el incesto o el adulterio. Lo que de verdad preocupa a Fedra es el deshonor que recaerá sobre su familia. No quiere ser juzgada mal ni siquiera después de la muerte, y por eso urde el plan de inculpar a Hipólito para justificar su propio gesto: se suicida ahorcándose, pero deja una tablilla acusando al joven de haberla seducido. Y es que la fama, buena o mala, de una persona recaía también sobre sus familiares. Si era mala, comportaba una reducción de su estatus social. Teseo pide a Poseidón que mate a su hijo, y el dios del mar así lo hace. Pero al final aparece Artemisa, diosa de la caza a la que veneraba el finado, para desvelar la verdad e informar al rey de la ira de Poseidón por haberle obligado al nieticidio sin haberse informado bien.
El segundo aspecto importante es el filosófico. La filosofía socrática enseñaba que existe un nexo de consecuencia entre la conciencia de lo que está bien y los propios actos. O dicho de otra forma, que obramos en función de lo que creemos que está bien. “Fedra” está considerada como una reacción por parte de Eurípides frente a esa idea, y como prueba de antisocratismo se aducen estas palabras que el dramaturgo pone en boca de Fedra:
“La mala conducta no se produce por falta de intuición, pues muchas personas tienen un buen entendimiento. Sabemos y reconocemos lo que es bueno para nosotros, pero no nos comportamos según lo que sabemos: o nos lo impide una especie de inercia, o bien algún otro placer que nos distrae de nuestro propósito.” | sep | Estatua de Artemisa | Viene a ser como el que fuma aun a sabiendas de lo malo que es para su salud. "Fedra" no es un caso aislado: la impotencia moral de la razón es afirmada más de una vez en los fragmentos de tragedias perdidas de Eurípides. Pero, a juzgar por los conservados, el dramaturgo se preocupó no tanto de la impotencia de la razón humana cuanto de la duda más amplia: si es posible discernir algún fin racional en la ordenación de la vida humana y en el gobierno del mundo.
La Fedra de Ovidio Las “Heroidas” es uno de los poemas elegiacos que Ovidio compuso antes de su destierro. Se trata de una colección de 21 cartas de amor escritas por personajes femeninos de la mitología y la literatura dirigidas a sus amados en las que la ausencia, el olvido, la distancia, el abandono o la pérdida representan el punto de partida para que las protagonistas se lamenten de sus amores insatisfechos por diversas causas.
La forma, por tanto, ya impone una gran diferencia con respecto al “Ippolito” de Eurípides: al tratarse de un género epistolar, el lector sólo conoce de la historia lo que a su protagonista le interesa contar. Aquí es la propia Fedra quien, mediante la carta, declara su amor a Hipólito (a diferencia de la segunda versión de Eurípides, donde era la nodriza de la reina quien se lo decía al joven). Un cambio sustancial respecto a la versión anterior es que a ella no le parece grave lo que está proponiendo: no lo considera un incesto sino un “simple” adulterio. En los versos 129-134 trata de convencer a Hipólito de la licitud de su amor con estas palabras:
“No se aterrorice tu ánimo ni aunque la madrastra quiera unirse a su hijastro. Esta piedad es antigua, existente en el tiempo en el que Saturno regía reinos selváticos, y morirá en una era futura. Júpiter estableció que fuese bueno todo lo que agradase y consideró totalmente lícito que la hermana se uniese al hermano”. |
La Fedra de Ovidio, por tanto, convive más serenamente con sus propios sentimientos que la de Eurípides. Los manifiesta sin pudor y, es más, busca convencer al amado para compartirlos.
En Ovidio, por último, Fedra no se suicida para salvar su honor ni el de su familia, sino por el rechazo de Hipólito y la vergüenza que siente ante la revelación de su pasión, que había tratado de mantener en secreto. Muerte de Hipólito, RubensLa Fedra de Séneca Con Séneca vuelve el pesimismo. Sus tragedias, alimentadas por la doctrina estoica del autor, acentúan los tintes oscuros de las historias y los presentan de la forma más atroz. En sus obras surgen conflictos entre fuerzas enfrentadas, sobre todo en el interior del ánimo: la “mens bona” y el “furor”, la razón y la pasión. De la razón son casi siempre portavoces los personajes secundarios: nodrizas, sirvientes, destinados generalmente a no ser escuchados. Por el “furor”, en cambio, están dominados los protagonistas: Medea, Atreo, Fedra…
La diferencia entre Eurípides y Séneca se focaliza en tres puntos: El primero es el contraste entre pasión y castidad, que deviene en Séneca contraste entre “furor” y “mens bona”. En Eurípides, el dualismo está constituido por el choque entre dos personajes y entre las dos divinidades que representan esta fuerza (Afrodita / Artemisa), mientras que en Séneca la lucha se transfiere directamente al interior de la conciencia de la mujer y se concreta en ella en la lucha entre “furor” y “mens bona”, entre sometimiento a las pasiones (de las cuales el amor es el ejemplo más típico y devastador) y la liberación de tales pasiones. Séneca quiere mostrar que el hombre puede luchar contra las pasiones aunque sea derrotado, por cuanto el amor no es una imposición de la omnipotente divinidad, sino puro instinto que se puede controlar con la firmeza del espíritu.
La segunda diferencia es la transformación de Hipólito. En la versión euripidea el joven es presentado como un casto seguidor de la diosa, amante sólo de las selvas y de la caza, y no muy intelectual. En Séneca se transforma en una especie de filósofo, en cuya boca el autor pone las máximas típicas de la sabiduría estoica. El amor por la vida silvestre se convierte en indiferencia hacia las pasiones, desprecio por los honores y por el poder.
El tercer y último parámetro concierne al poder apreciado como autoritario y sin “luz”. Este es un elemento original del texto senecano y está ligado seguramente a la relación que el escritor tenía con el principado de Nerón. Fedra no es sólo la mujer presa de insanas pasiones, sino también la reina acostumbrada a imponer su voluntad sobre los otros, y no someterse a ellos.
La Fedra de Racine En esta versión, Fedra sólo se atreve a confesar su amor a Hipólito cuando se da por cierto el rumor de que Teseo ha muerto. Cuando el rey vuelve, no es Fedra, sino la nodriza, quien acusa a Hipólito de intentar violar a la reina.
Para Racine, su protagonista no es ni totalmente culpable ni totalmente inocente. Está ligada por su propio destino y por la cólera de los dioses a una pasión ilegítima de la cual ella es la primera que se horroriza. Se esfuerza para derrotarla, prefiriendo la muerte, pero al final, la heroína trágica es vencida y confiesa su tremendo amor. Precisamente por esta inocencia parcial, Racine intenta presentarla menos odiosa que en el original griego, confiando la acusación contra Hipólito a la nodriza por considerar que, dada su extracción social, una bajeza así le cuadraba más a ella que a una princesa capaz de expresar sentimientos tan nobles y virtuosos.
Por supuesto, éstas no son las únicas recreaciones del mito, pero sí las más importantes. Por citar otros, y aún quedarían muchos fuera, se han acercado a esta figura Bocaccio, Chaucer, Schiller, Unamuno, Espriu… Incluso tenemos una Fedra a la inversa en el “Elogio de la madrastra” de Vargas Llosa, donde es el adolescente quien seduce a la mujer madura.
En el ámbito operístico también tenemos un póker de Fedras, aparte de la de Pizzetti, que estaría constituido por el “Ippolito” de Gluck (1745) y las “Fedras” de Paisiello (1788), Mayr (1820) y Henze (2007), pero comparar la importancia de este cuarteto operístico con la del literario es como comparar un chihuahua con un león.
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