Ante todo mucho cuidado con los pasos de cebra y cruces de calle en general. El instinto de supervivencia te empuja a mirar justo por el lado contrario de donde vienen los coches. En caso de duda, mira siempre antes a los dos lados.
Por poco que te muevas en transporte público (y tendrás que hacerlo porque Londres no es un lugar pequeño), te saldrá a cuenta sacarte la Oyster Card. La vas cargando con el saldo que precises. Tiene la ventaja de que el remanente no te caduca... y de que incluso puede usarlo a la vez siguiente otra persona distinta.
Acércate al Wigmore Hall aunque solamente sea para presentarle tus respetos. Los domingos por la mañana hacen conciertos cortos a 12 libras que valen la pena. No hagas caso aunque en la web ponga que está sold out, casi siempre hay devoluciones de última hora. Lo mismo en la Royal Opera.
Algunas ideas culinarias poco refinadas. Los restaurantes
Côte no tienen mala relación calidad-precio, ojo, para ser Londres. Hay uno justo al lado del Covent Garden. En plan comida asiática, los Wagamama están bien. Aunque lo suyo es que te lances directamente al proceloso mundo del sandwich. A mi los que más me gustan son los de Pret a Manger.
De todas maneras verás que tienes una oferta de 600 trillones de sitios para elegir... no worries.
... Y en la tienda de comida de Marks & Spencer de Oxford Street venden unos paquetitos de cinco cookies de chocolate hechas por ellos que están de muerte.Hay una tienda de discos (algunos usados) muy chula en la quinta planta de una librería, según subes por Charing Cross Road a mano izquierda, poco antes de llegar al cruce entre Tottenham Court Road y Oxford Street. Los HMV y demás gigantes de hasta hace poco ya han desaparecido o casi.
Londres es un lugar inhóspito, agresivo y alucinante. Disfrútalo a tope.