He estado en dos funciones del
Ballet de San Petersburgo , o mejor dicho el
Classical Ballet of Andrey Batalov, en el Teatro Compac Gran Vía.
No repetiré lo que extensamente he dicho en este y otros hilos: estas compañías de nivel modesto o menos que modesto constituyen casi gran parte de la oferta de ballet clásico en Madrid y España (y los grandes teatros son culpables de esto). Anunciadas en muchos casos con una pompa que no está acorde al producto que se presenta (y con nombres tan rimbombantes tipo Ballet Clásico de Moscú o San Petersburgo, Ballet Nacional de Rusia, Ballet Imperial...). Pero el entusiasmo entre la gente es palpable y el teatro tiene siempre alta ocupación.
Las obras presentadas (en el sentido que he visto) en esta gira de 2015 han sido Giselle y El Lago de los Cisnes. Andrey Batalov es un solista del Teatro Mariinsky (y según he leído en páginas de danza ha sido injustamente desaprovechado por la compañía pese a su enorme talento). Al parecer es común en Rusia que artistas veteranos de casas principales una vez retirados o a punto de retirarse (caso de Batalov) formen compañías privadas de las que devienen en coreógrafos y llevarlas de gira por todo el mundo.
Bien, ahora centrándonos en los espectáculos tengo que decir que el nivel de la compañía es más bien flojo. Y no ayuda la limitación del escenario pequeño del Teatro Compac. Incluso que el Ballet Imperial Ruso, tan famoso en Madrid, es superior en la calidad de sus bailarines. Aproximadamente la compañía para esta gira cuenta con unos 30 bailarines. Los decorados son pintados y el atrezzo de cartón piedra (algo que algunas veces echo de menos en la ópera
) y me atrevería a decir que alguno ha sido reutilizado.
Giselle. 23 de julio.
Fue mi primer contacto con esta obra. Giselle fue
Nadezhda Schepaciova, insulsa buena parte del tiempo aunque en el solo del primer acto salió airosa de sus variaciones pero sin duda fue mejor en el segundo acto. Albrecht fue
Konstantin Kuznetsov, solista de la ópera de Minsk, algo mayor para el papel aunque eso le diera tablas. No obstante, se veía limitado por el escenario aunque en el acto segundo mejoró al igual que la protagonista. Los mejores fueron el Hilarion de
Bogdan Chabalyuk que fue ágil en sus vueltas y la Mirtha de
Cristina Tipirig quien bailó estupendamente, especialmente en su gran solo del principio del acto segundo.
El lago de los cisnes. 2 de agosto.
Para que la función durase dos horas con descanso incluído, ha sido bastante cortada (algo que afectó y mucho a la escena del cisne negro y al final).
Kuznetsov repitió en esta ocasión como el Príncipe Siegfried, deslumbrante en el acto segundo.
Constantin Tcaci fue un ágil y divertido bufón pero limitado por la falta de espacio para bailar.
Anatoliy Kazastkiy hizo un Rothbart por momentos bueno por momentos cumplidor. Pero tengo que decir que ha sido un placer estar en esta función por la excelente interpretación de
Radamaria Duminika-Nazarenco como Odette-Odile. Una bailarina ágil y esbelta, cuyos movimientos tenían un toque hipnótico. Todo el acto segundo lo dominó a la perfección, en el tercero mantuvo su línea si bien pareció flaquear algo en la coda aunque siempre mejor que su partenaire.
Floja la danza española, algo mejor las danzas de las novias, la napolitana y la polaca aunque la húngara estuvo por encima de todas. Y de nuevo la competente Tipirig comandó aquél terceto. Correctos los cisnes pequeños y mejores los grandes (también con la participación de Tipirig) aunque el paso a tres del primer acto fue bastante flojo.
Sobre el cuerpo de danza me parece que patina en los primeros actos de cada obra (el vals del Lago fue flojísimo, más aún cuando uno lo ha visto en la ópera de Viena sorprendido por la genial coreografía que se marcan allí) y se reserva para las escenas fantásticas, básicamente a cargo de las mujeres. Los escenarios pequeños limitan al cuerpo de ballet. En Giselle fueron 12 Willis y en el Lago fueron 14 cisnes sin contar a Odette.
El público está entusiasmado con la danza clásica, lo percibo al entrar. Me imagino que la mayor parte que ha asistido a estas funciones es tan bisoña como quien escribe estos párrafos pero creo que una vez más los grandes teatros deben ponerse a la tarea y crear compañías propias de danza que den futuro a nuestros bailarines o que al menos alquilen más producciones de ballet clásico a cargo de buenas compañías extranjeras cuando tienen todos los medios para poder hacerlo.