BRAHMS: Cuartetos de cuerda y Quinteto con piano (Alpha, 2016)
Cuarteto Belcea. Piano: Till FellnerHubo un tiempo que ser brahmsiano y ser wagneriano era como ser del Madrid y del Barça. Yo también fui un joven intemperante
y me perdí muchas cosas que he ido descubriendo con el tiempo. Por ejemplo, estas piezas repletas de hallazgos, que sirvieron a Schoenberg para escribir aquello de “Brahms, el progresista”. En el fondo, lo que quería decir el padre del dodecafonismo es que Brahms era muy bueno, porque dudo mucho que estos cuartetos miraran hacia el futuro o hayan abierto el camino a nada nuevo, pero sí demostraron que ni la forma ni el lenguaje musical que Brahms amaba estaban agotados.
Una buena interpretación de las obras ha de tener, a mi juicio, al menos tres cualidades: variedad de registros para transmitir las emociones -a veces encontradas- que contiene esta música, contención para hacerlo sugiriendo, antes que enfatizando (he hojeado la partitura del segundo cuarteto, donde llama la atención la frecuencia de indicaciones del tipo “poco f” o “mezza voce” en pasajes aparentemente agitados) y un sentido global del discurso que haga justicia a la voluntad brahmsiana de ir construyendo un discurso a partir del desarrollo de pequeños motivos –precisamente la cualidad que Schoenberg más admiraba. El Cuarteto Belcea es una de las formaciones punteras de la música camerística desde los años noventa y cumple con las tres exigencias, aunque quizás no en todas por igual. La flexibilidad y riqueza en las voces es indudable, a lo que contribuye la personalidad de cada uno de los integrantes (no es una formación “compacta”, al estilo por ejemplo del cuarteto Berg). Siendo capaces de subir el voltaje cuando es preciso, cumplen también con esa voluntad de contención a la que aludía hace un momento: el fraseo es decidido, pero no nervioso, y el tempo, más reposado en general que en otras interpretaciones (uno o dos minutos por movimiento de diferencia con el cuarteto Casals, por ejemplo), deja lugar a la sugerencia de esa parte de la partitura no escrita que casi siempre acompaña a las composiciones de Brahms.
Donde puede que los Belcea no alcancen el mismo nivel de excelencia es en la lectura global de las obras. Su voluntad de analizar cada frase y de exprimir todas sus posibilidades expresivas tiene sus riesgos y no hace justicia del todo a la solidez estructural del resultado, pero esa misma impresión tengo con la mayoría de conjuntos modernos, a diferencia de las formaciones anteriores a la revolución historicista (pienso ahora mismo en el Cuarteto Italiano).
De todas formas, la valoración es muy alta, extraordinaria incluso en movimientos como el Andante del cuarteto en La menor o el Agitato del tercero en Si bemol Mayor. El Quinteto con piano también tiene un gran nivel, aunque aquí reconozco que me descoloca algo la discreción del pianista, Till Fellner, pero en este caso no conozco la obra lo suficiente como para tener claro si es una buena o una mala opción.