SCHUBERT: Sonatas nº 16 D845 y nº 21 D960 (Kempf Decca)Para quien no conozca el disco, una advertencia previa: abstenerse tanto los gourmets de la calidad sonora (es una grabación mono a partir de algún master desvencijado, que se distorsiona en cuanto el volumen sube un poco) como los que gusten de interpretaciones que subrayen los aspectos más románticos de Schubert.
Para todos los demás, mi recomendación más ferviente. Primero, porque se trata de una joya de los años cincuenta, anterior por tanto a la integral de Deutsche Grammophon y con un Kempf “joven” en pleno estado de forma. Y segundo porque merece la pena reivindicar al maestro alemán al que cada día dan más palos los numerosos miembros de la Legión Barenboim. Su lectura de Schubert es clásica, sí, pero en absoluto fría o distante. Se trata más bien de una emotividad contenida, que no elude los contrastes pero los integra con un espíritu cordial, sin dejarse vencer por los atisbos trágicos que tampoco se silencian. Kempf toca, me parece, con impecable legato, dejando que el discurso musical fluya con asombrosa naturalidad y con perfecta conciencia de la construcción global de cada pieza. No hay negrita ni cursiva, ni guiones o asteriscos. No impone su personalidad al oyente y mucho menos al compositor. Las dos sonatas ofrecen algunos de los mejores momentos de la discografía pianística de Schubert: esas variaciones de la D845, sin puntos y aparte, ejemplo de la fluidez y de la construcción global mencionadas, o los dos primeros movimientos de la Sonata en Si bemol, donde queda desmontado el mito del Kempf apolíneo, porque los sentimientos afloran sin necesidad de forzar las dinámicas o el tempo. También encontramos en el disco pasajes que muestran una agilidad sorprendente para quienes solo conozcan las grabaciones más tardías de este longevo pianista.
Por supuesto que es legítimo preferir interpretaciones más extremadas o con más giros y matices. Alguno encontrará decepcionantes los finales, en los que más que afirmación, triunfo y liberación, hay una confortante sensación de vuelta a casa. Lo que tengo claro es que Wilhelm Kempf nos ofrece una obra de profundo humanismo que le acredita como uno de los grandes pianistas del siglo XX.