Kandaules escribió:
Pocos meses después de esa grabación, en abril de 1993, los mismos intérpretes con la Orquesta Filarmónica de La Scala la hicieron en Madrid en el ciclo de Ibermusica. Excelente concierto donde Chailly supo sacar todo de una orquesta a priori no muy familiarizada con esta música y donde Thibaudet fue un intérprete de lujo.
Sin embargo, por lo que pasó a la historia ese concierto fue por la estampida que se produjo en el auditorio nacional. Recuerdo que quedamos en el patio de butacas poco mas de 200 personas. Chailly tenia que esperar entre movimiento y movimiento a que "los desertores" salieran y dejaran de hacer ruido. Sin embargo, entre los que "no huimos" el éxito fue enorme, con cerca de 10 minutos de ovaciones y aplausos, y al terminar, en los camerinos Chailly nos comentó que estaba agradablemente sorprendido porque había sido en Madrid donde mejor se había recibido la obra.
Cuando esta temporada, 20 años después, en el ciclo de la Orquesta Nacional se ha dado 3 veces y prácticamente no ha habido deserciones, me di cuenta que algo hemos avanzado
Gracias por la anécdota. Me parece extraño que haya gente que no le interese esta música, eso es porque no ha escuchado la obra.
Khayman escribió:
Las vísperas marianas me ponen tela, mi obra sacra favorita desde siempre.
Ignoro si hay consenso al respecto pero intuyo que en Monteverdi, y a pesar de los manotazos, aspavientos y carantoñas, Gabriel Garrido no tiene quien le haga sombra.
Coincido, aunque mi ranking "vespriano" lo encabezan las añejas grabaciones de Gardiner (Archiv) y Parrott (EMI). De las más recientes, me quedo con Alessandrini y Garrido. Ahora estoy escuchando otra de esas obras sacras que dejan sin respiración de principio a fin:
La interpretación de McCreesh es loable por la belleza y control del sonido, tanto orquestal -con esa gigantesca sección de metales de época de lujoso timbre- como coral. El enfoque funciona muy bien en los momentos más explosivos (impresionante el Tuba mirum, que hace temblar el suelo; o un casi febril Lacrymosa, otro de esos momentos que quitan el hipo), pero también en los más íntimos (con una ejemplar delicadeza del coro en el Ofertorio o al final del Agnus Dei). Quizás lo más flojo sea el tenor Robert Murray, de voz discreta y apretada, que, sin embargo, está bien integrado y apenas desluce el trabajo global.