Spinoza escribió:
Voy a extenderme un poco más, porque el de ayer fue uno de los conciertos de mi vida, sin la menor duda.
Cuando tras casi dos horas de concierto terminas empapado en sudor, con el pulso acelerado como si estuvieras corriendo y con la mirada fija en las manos de Abbado, como hipnotizado por ellas... cuando te pasa eso y además dispones de cinco minutos de silencio (más o menos sepulcral) una vez finalizada la interpretación... cuando vives algo así, no te lo terminas de creer. Pero lo de ayer fue real y alucinante. Cuando salí del Auditorio Nacional me costó coger el coche y volver a casa. Estaba casi en estado de shock. Os parecerá que exagero, pero de verdad que el concierto de ayer fue una experiencia brutal. Y no sólo porque adore a Mahler, porque me fascine la Novena o porque sienta veneración por Abbado. Es que todo eso se unió de tal forma que convirtió los noventa minutos del recital en algo que parecía irrepetible. No fue un simple concierto, fue una experiencia.
Por otro lado, la Orquesta del Festival de Lucerna es maravillosa. Más allá del impresionante sonido que consiguieron, fue emocionante ver cómo se abrazaban y felicitaban unos a otros antes de retirarse a camerinos. Una sensación de fraternidad y profesionalidad digna de grandes músicos.
En fin, que los trescientos kilómetros de vuelta a casa, con la autovía prácticamente vacía y con el recuerdo fresco del concierto, se me hicieron brevísimos. Parecía que fuese flotando.
Estuve ayer y lo suscribo todo palabra por palabra. Ayer sentí sensaciones que no había sentido nunca en ningún concierto. Temblé de emoción, sentí escalofríos y durante el cuarto movimiento se me empezaron a caer lagrimones de forma incontrolable. Durante el largo silencio sepulcral que decretó Abbado, fue el nihilismo, la nada: mi alma se salió de mi cuerpo y ni siquiera yo existía. Mi yo se anuló durante ese tiempo.
Y al final pude ver de cerca al maestro y ESTRECHARLE LA MANO. INOLVIDABLE.