Seguimos con el repaso de las andanzas de Haydn, convertido en
Kapellmeister al morir Werner en 1766.
El nuevo título aumentaba su prestigio profesional (que no su sueldo), pero como en la práctica ya estaba ejerciendo el cargo las únicas funciones que se añadían a las que había desempeñado hasta entonces era la composición de música vocal; de haber seguido todo como en los últimos años esto hubiera supuesto mantener el ritmo de creación en música orquestal y componer algunas obras religiosas, algunos oratorios y algunas óperas, normalmente con ocasión de fechas señaladas (onomásticas, bodas, etc), pero la otra novedad que habíamos comentado, el cambio de residencia del príncipe Esterházy, iba a cambiar de manera sustancial esta planificación.
¿Y por qué nos interesa tanto dónde viviera el príncipe? Porque allí donde iba él iba Haydn, así de sencillo. El príncipe Paul Anton había repartido su tiempo entre dos residencias principales, la de Viena y la de Eisenstadt, a una distancia relativamente amable (unos 50 km) de la capital. Pero el príncipe Nikolaus detestaba Viena, y Eisenstadt tampoco le hacía mucha gracia; a él lo que le gustaba de verdad era estar lejos de todas partes. Y lejos de todas partes, en una zona pantanosa que todo el mundo menos él consideraba incómoda e insalubre, se hizo construir una residencia, Esterháza, que fue comparada con el no va más de la época, Versalles.
En 1766 el nuevo palacio estaba suficientemente avanzado como para ir a pasar allí el verano, así que hicieron todos las maletas y se trasladaron, iniciando una constumbre que duraría hasta la muerte del príncipe. Según la construcción de Esterháza se fue completando los "veraneos'' se fueron haciendo más y más largos, hasta que se convirtieron en estancias de más de diez meses. Durante ese tiempo ni Haydn ni ninguno de los músicos podía abandonar la residencia; el único respiro que tenían eran las breves visitas del príncipe a Viena en invierno, de apenas unas semanas. Esas "escapadas" se convirtieron en una liberación para Haydn, que las esperaba como agua de mayo y se lamentaba amargamente cuando el príncipe decidía volver; el encierro en Esterháza le pesaba como una losa.
El príncipe Nikolaus, que no se estaba de nada, dispuso que se celebraran en Esterháza toda clase de entretenimientos, los mejores, tan atractivos que todo el mundo (todo el mundo que contaba, claro) se desplazara hasta aquel alejado rincón para disfrutarlos. Y lo consiguió, incluso la propia emperatriz María Teresa visitó Esterháza en varias ocasiones para no perderse las últimas novedades. Entre las bagatelas que ofrecía el príncipe estaban las veladas teatrales: cada noche había representación, fuera de ópera, de teatro o de marionetas, en uno de los dos teatros con que contaba la residencia. Y ahí estaba Haydn, sobrecargado de trabajo, encargándose de la banda sonora de los espectáculos noche tras noche. Como iremos viendo los encargos de óperas aumentaron, mientras que los de música no vocal fue bajando en número; el príncipe tenía un juguete nuevo, se volvía loco por la ópera (nosotros jugamos a inventar nuestra temporada de ópera, pero él tenía SU temporada en SU teatro) y, por no interesarle, acabó no interesándole ni su querido bariton.
Este desinterés del príncipe podría habernos dejado con un catálogo prácticamente operístico, pero Haydn no estaba por la labor. Aunque no estaba publicando su obra porque lo tenía prohibido por contrato, en el siglo XVIII ya se había inventado el pirateo, y Haydn sabía que parte de sus composiciones se estaban editando en el resto de Europa; también sabía que las ediciones solían ser poco respetuosas (el cortar y pegar también se había inventado) y quería controlar la distribución de su música, que por algo era suya. Se supone que todo esto lo hablaría con el príncipe Nikolaus, la cuestión es que el 1 de enero de 1779 por fin firmó un nuevo contrato, más favorable para él, que ya no incluía la cláusula de exclusividad.
Como repasar en una sola entrega toda la obra de estos años, entre 1766 y 1779, sería laaaargo, muy laaaargo, iremos dando pildoritas en las próximas semanas (al fin y al cabo, sólo estamos en marzo
). De momento unas muestras del precioso Stabat Mater, compuesto en 1767.
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Stabat mater dolorosa,
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Fac me verum tecum flere
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Flammis arci ne succendor