musetta escribió:
Conclusión: le están explotando y se lo van a cargar.
Un par de opiniones de los profesionales de la crítica, Roger Alier en La Vanguardia y César López Rosell en el Periódico
El aristócrata del sobreagudo
Juan Diego Flórez Lugar y fecha: Gran Teatre del Liceu (30/ XI/ 2007)
ROGER ALIER
Al final de su gran actuación, Flórez saludó durante más de media hora al público enfervorizado
El Liceu, lleno hasta los topes, vibró anteanoche como hacía tiempo que no se veía, y el motivo fue la presencia en el escenario del grandioso, extraordinario tenor peruano que está ocupando con absoluta justicia el primer lugar en el mundo de la ópera revitalizada, ya bien entrado el siglo XXI, con las fórmulas del belcantismo romantico italiano y francés que han tenido en Perú desde hace tiempo unos defensores de relieve. Porque artísticamente hablando, Flórez es hijo de Ernesto Palacio y nieto de Luigi Alva, y ha seguido su mismo repertorio lírico-ligero, pero con el añadido de un timbre de voz bellísimo, único, que reviste todo lo que canta de una pátina de hermosura sin igual.
En un recital en el que cada dos por tres sonaron los do mal llamados de pecho e incluso un re sobreagudo (en un aria de Bellini), uno podría imaginar a un cantante desmelenándose por el escenario y sufriendo para alcanzar esas notas inverosímiles con tanta frecuencia, pero Juan Diego Flórez es un aristócrata del canto: elegante, tranquilo, con el gesto medido para dar énfasis a sus notas largas y bien timbradas y con un fraseo literalmente fabuloso. Su dicción es impecable tanto en italiano como en un francés que ya quisiéramos en muchos. Su recital fue para el público del Liceu un acontecimiento de esos que se recuerdan durante años: una noche dada al belcantismo más puro, a la elegancia vocal, al refinamiento lírico y a una voz que hoy no tiene parangón alguno en el mundo de la ópera.
Aunque la canción elegida para empezar el recital fue de Mozart (y no de las mejores), sólo escuchar la primera frase de Misero! O sogno… ya se podía advertir que nos hallábamos ante un intérprete excepcional; la canción de Bellini (con ecos de Puritani) y el aria de la poco divulgada ópera suya, Bianca e Fernando,acabó de confirmarlo por la frescura de la voz y la belleza de sus frases. Molesto por el calor de la sala (y por unas flores de escenario que mandó retirar), Flórez interrumpió unos momentos el recital, pero continuó con creciente soltura y con alardes de agilidad vocal en tres piezas de Rossini y acabó la primera parte en medio de grandes aclamaciones.
La segunda parte fue aún más brillante, con unas canciones de Tosti de preciosa calidad para empezar, y con la bellísima romanza Bella enamorada (Soutullo y Vert) fabulosamente cantada y Por el humo se sabe dónde está el fuego,de Amadeu Vives, como breve episodio dedicado a la zarzuela. El recital terminó con la sentida aria de Linda di Chamounix Linda, si ritirò y con cuatro inmensos bises que elevaron la pasión del público hasta una verdadera locura, empezando con La donna è mobile de Rigoletto, en la que introdujo un detalle humorístico, al prolongar el agudo final con el pretexto de que el pianista, el elegantísimo Vincenzo Scalera, no acababa de dar el último acorde... Al final, saludó afablemente durante más de media hora al público enfervorizado que insistió en los ruidosos bravos y vítores como sólo se oyen en los grandes días de la historia del teatro.
La apoteosis del 'bel canto'
• Juan Diego Flórez, el nuevo ídolo del Liceu, salió a saludar cinco veces el viernes después de deslumbrar con un recital dominado por piezas de Bellini, Rossini y Donizetti, y con incursiones en Mozart y la zarzuela
Juan Diego Flórez, durante su actuación, el viernes, en el Liceu. CÉSAR LÓPEZ ROSELL
BARCELONA
El Liceu ya tiene un nuevo ídolo. Juan Diego Flórez conquistó la noche del viernes al coliseo con un extraordinario y exigente recital que acabó con el público puesto en pie. Hasta cinco veces tuvo que salir a saludar, entre aplausos y gritos de bravo, una vez completados los bises. Apoteosis del bel canto, interpretado con virtuosismo, técnica depurada y superdotados recursos vocales por este tenor lírico ligero que viaja con total naturalidad por la franja de los agudos.
La actuación del peruano se desarrolló en un clima de gran expectación. Entradas agotadas con mucha antelación y vips en la sala, como su ilustre compatriota Mario Vargas Llosa y Ferran Adrià. Cuando Flórez apareció junto al pianista Vincenzo Scalera tuvo ya una recepción de divo. Ovación prolongada y primeras muestras de entusiasmo. Un gigantesco ramo de líliums era el único ornamento escenográfico, retirado en la segunda parte seguramente para prevenir algún atisbo de alergia que pudiera afectar a su voz.
Cualquier duda sobre la dimensión de este tenor belcantista quedó despejada en cuanto empezó a exhibir el poderío y la sensibilidad de su instrumento vocal y su limpio e inigualable fraseo. No es el nuevo Pavarotti, salvo en las posibilidades mediáticas futuras, porque sus repertorios y la coloratura de su voz son distintas. Sí está, en cambio, más cerca de su primer referente, Kraus, al que ofreció guiños durante la velada.
El recital arrancó con el aria de Mozart Misero! Oh, sogno... Tensión dramática y emoción. Pieza delicada para entrar en la autopista del bel canto con La ricordanza y All'udir del padre affitto, de Bianca e Fernando de Bellini. Entusiasmo del público, sobre todo tras la segunda y difícil aria. "Canta como nadie, y además es tan guapo", expresaban algunas damas. Pero el desborde admirativo alcanzó su cénit con L'esule y L'orgia, dos canciones de Rossini, y la imponente Deh, troncate de Elisabetta, regina d'Inghiterra del mismo autor, que el tenor atacó tras tomarse un respiro después de pedir disculpas al respetable porque la sequedad del ambiente estaba perjudicando a su voz. Extrema dificultad resuelta con un gran alarde vocal.
Tres canciones de Tosti mostraron su capacidad para recrear un repertorio más popular. El delirio llegó con las romanzas Bella enamorada de El último romántico y Por el humo se sabe de Doña Francisquita. Cerrando los ojos volvíamos a oír a Kraus. El turno de Donizetti llegó al final de programa con una espectacular aria de Linda di Chamounix.
Los bises empezaron con el desafío de La donna é mobile, de Rigoletto de Verdi. Ahí estuvo torero, jugando con los agudos. Después, una pieza de Romeo y Julieta y dos de Donizetti: un aria de La hija del regimiento y Ti amo qual s'ama un angelo, de Lucrezia Borgia, pieza, dijo, con la que "solo se atrevía Kraus". Apoteósico final con homenaje al maestro.