En el puente de todos los Santos me fui a París
Aproveché para ¿ver?, “La Traviata” que tenía programada la Sala Garnier.
Evidentemente reunía todos los requisitos para ser una tarde/noche gloriosa: Verdi, una sala que rezuma historia operística por los cuatro costados, los frescos de Chagall, el fantasma de la ópera ... Nada más lejos de la realidad.
Antes de nada, decir que esta producción parisina, venía precedida de gran fama, y en julio ya se había agotado las entradas por Internet.
Las peripecias para comprar una entrada “last minute”, merecen un hilo aparte, sólo os comentaré que en día y medio tuve que ir hasta 4 veces a las taquillas debido a las informaciones confusas que facilitaban el personal de la propia ópera al respecto. Al final, tras múltiples “aventuras”, conseguí una entrada “visibilité reducité” (o algo así) que en realidad era “sensa visibilité”.
Mi sitio, estaba ubicado en la 2ª fila de un palco (de los de sillas, como las del salón de la abuela) en el cuarto anfiteatro justo encima de la orquesta, que por cierto, me pareció bastante reducida. En la estrecha boca del palco, había tres sillas ocupadas por tres japoneses: padre (que leía el periódico durante toda la función) madre e hija (supongo?). Mi butaca y la de un compatriota, estudiante de canto, tenor ligero, que conocí en la kafkiana cola de la taquilla (una especie de ONU de desesperados aficionados operísticos; allí había: españoles, australianos, franceses, ingleses, italianos y algún portugués) estaba justo detrás de los mencionados orientales y al mismo nivel. Esto es, si queríamos ver algo (una parte del escenario), teníamos que levantarnos, ladearnos y ver o intuir por encima de los orientales. Ni que decir tiene que en cuanto se apagaron las luces, nos fuimos de nuestro sitio y vimos (el primer acto) de pié en el centro del anfiteatro, dónde había acudido otra gente con butacas de nuestras características.
A la batuta Daniel Oren: muy bueno, minucioso, controló el tempo y supo definir los diferentes matices de la partitura verdiana; la obertura de escándalo, matizando los diferentes aspectos de la misma (conmovedora, romántica, nostálgica, triste, ...). Por cierto, a mamoncito lescaut, le comentaré que los atriles de la Garnier son “cutres y salchicheros”: sin luces ni monitores, una lamparita y las hojas de la partitura se pasan a mano.
Escenografía:
Moderna, y aquí esta el problema. Cuando se quiere ir de minimalista, te quedas corto, y entonces se cae en lo menesteroso y en lo cutre. El primer acto en casa de Violeta y la 2ª escena del segundo (en casa de Flora) transcurren en una especie de cine o teatro de barrio desangelado: sin butacas, suelo “pelao”, una mesa y un escenario dónde Alfredo dará la réplica: “ ... croce e delicia ...”. Eso sí, seis “lámparas” cilíndricas iluminan la acción.
En el segundo acto (la casa de campo), Alfredo está arreglando un cortacésped, tumbado debajo del mismo (así, canta el comienzo del “Lunge da lei”) luego se va a lavar las manos al foso de la orquesta, que debe simular un lago o piscina, puesto que es donde Violeta toma el sol en una tumbona cuando llega Germont.
Por cierto en el brindis, el coro, realiza un baile de movimientos compulsivos: cabeza, codos, hombros ... algo así de una especie de endiablado aserejé que se va acelerando con la música; mientras un “rapado” realiza movimientos de rap delante de ellos. Yo, y el resto estuvimos más tiempo viendo estos bailes con al boca abierta, que atendiendo a Violeta (... a Alfredo no se le oía)
Cantantes:
Nataliya Kovalova: Esta salió de la factoria “Operalia”. Si se dice que para Violeta se necesitan tres sopranos (ligera, lírica y dramática), esta fue una lírica y gracias. Comenzó con algo de miedo, como cortada, controlando la voz, buen registro de graves y quizás de agudos, que mostró timidamente en “Sempre libera”, que no remató con el clásico agudo, pese a que creo que podía haber llegado sobrada al mismo. Buena actriz, merece más atenciones en el futuro; a ver como le vá su carrera !!.
Steffano Secco: Es la primera vez que lo escuchaba en directo. Había leído buenas criticas y visto algún video en tube. A priori, tenía buena pinta, pero fue un “bluf”: engolamiento, problemas de emisión (no se le oía) y el ¿do? final del “Oh, mio rimorso” sono bajo, bajísmo (... increíblemente, más bajo que el resto del aria) , inaudible.
José Van Dam: Este era uno de mis alicientes para asistir a la función, pues se trata de un ídolo de juventud que podría brillar en un papel, agradecido, como es Germont. Otra decepción. Comenzó su dúo con Violeta, brillante, rutilante, con buena emisión y buen registro de graves. Su voz retumbaba en la Sala. Bordó el “Pura siccome un ángelo”, todo iba bién, hasta que llego “Di Provenza” ... atacó muy bién el aria, pero llego el agudo final: “... Dio m´essaudí”, la “í” se transformó en una “a”: con voz avejentada, abierta, tremula y desafinada ... ¡¡¡ horroroso !!!, ni que decir tiene que ya no cantó la cabaletta “No, non udrai ...”, pues ya estaba cortada esta intervención, quizás para evitar males mayores. Sencillamente, no lo entiendo: o se puede o no se puede; Van Dam no tiene necesidad, a sus años, y con su historia, de hacer el ridículo
En fin, sólo ví bién el primer acto. En el descanso, un portero-acomodador, nos dijo que no podíamos estar de pié (la primera vez en la ópera que me hablaron en castellano, para pedir explicaciones por la venta de entradas: ahí, no entendían ná). El segundo acto lo vimos de pié inclinados, encima de los “japos”, termine con un buen dolor de riñones, y tal y como iba la función, decidí marcharme (no vía morir a Violeta, ni el “É tardi”, ni a Germont arrepentido ...). Ante aquella astracanada (vocal y escénica) decidí abandonar y unirme a mi señora, hermana, cuñado y amigos y disfrutar de París “La nuit”.
Ah, por ceirto ... los Comprimarios: mediocres, como toda la función
Es la segunda vez que abandono un ópera por la mitad, y jamás pensé que sería en Paris y con La Traviata, pero en fin: “ ... cosas veredes Sancho”.
Saludos.
|