Después del milagro de la tarde del jueves, pude asistir al concierto de la Bartoli, en un asiento impagable y en una compañía de la misma categoría. En tan fantásticas circunstancias, pude comprobar que, en efecto, la voz de la Ceci empieza a resentirse, especialmente por arriba. A pesar de ello, lo que puede ofrecerme compensa esos fallos y la pequeñez de la voz.
Ya saben Vds. que yo de música no sé y que funciono a base de entrañas. Pues bien, en varios momentos del recital estuve más escalofriado que el pollo camino del hacha: el fragmento de Inés de Castro (creo que en esto coincidimos todos), donde los requetepianos que se marcó y dejó flotando en el aire fueron sublimes; el rondó de la Cenicienta (una pieza que me apasiona y que, sinceramente, no pensé que fuera a escucharle a la Chechi en vivo nunca; cuando se lanzó en el fragmento final fue como lanzarse en trineo, arrebatador - inserten aquí sus comentarios técnicos sobre su inferioridad frente a A, B o C); la Canción del Sauce, el aria de la Sonnambula (mejor que en disco, sus O gioia con el coro en la versión enlatada suenan fatal) y el Rataplán (sí, me gusta el Rataplán, si alguien tiene algo que objetar tengo una ventanilla habilitada para quejas los viernes de 10 a 12).
¿La decepción de la noche? Que no hubo contrabandijta. Ni Casta Diva, pero lo del contrabadijta me dolió sinseramente.
Sobre la claque que comenta Rominger, no creo que sea patrimonio exclusivo de la Bartoli. En julio, Domingo fue recibido con una ovación mayor; y comparando con alguien más joven que ella, basta escuchar el recital de Flórez y Barcellona en el mismo Real para comprobar que hay más cantantes con parroquia.
Pasando al aspecto social de la velada, hay que resaltar el haber contactado fugazmente con bayista (se escapó antes de que pudiera darle todas las collejas que le debo) y con bicharraca (a quien, casualidad, me encontró el domingo en plena Gran Vía). La verdadera murga, no obstante, vino después, cuando contactamos - con mayor intensidad - con el notable grupo que se reunió para la cena. Zerlina y Raúl tuvieron la desgracia de conocerme y no sé si se habrán recuperado (por mi parte, comprobé que son un singular par de jartos, aunque Zerlina habla menos de lo que escribe
; escuchaba, nos contemplaba y luego sentenciaba). Nuestro querido primo Angelotti compartió velada y mantel, y a pesar de las puyas justificadas sobre nuestra superioridad física, mental y emocional sobre la Tertulia, se comportó con sobrada elegancia y donosura.
Mi cochinillo estuvo exquisito y me pusieron una ración tamaño Fafner, con lo que empecé a devorar de los primeros y acabé de los últimos (nota para hacer constar que en la esquina compuesta por Angelotti, Don Carmelo, Euridice, Monseñor, Le Gouverneur y Delaforce comía más que todo el resto de la mesa). El jamón, también digno de nota.
Evacuado el asador, nos fuimos a seguir despellejando a un establecimiento cercano, donde practicamos el juego de las sillas para intentar combinarnos de forma diferente a la cena y poder darle la tabarra a otra víctima. Nos reimos mucho, nos pusimos solemnes, hicimos el ganso. Entre pitos y flautas, me acosté a las cuatro de la mañana.
Una gran velada.
PD: Por si alguien piensa que la Santa estaba enfadada, al no sentarse conmigo, debo aclarar que lo hizo exprofeso para que pudiera disfrutar de la compañía de más jartos, que os veo muy poco y tengo que aprovechar.
PDD: La Bartoli debería cambiar de peluquero
PDDD: Si hubiera caminado contra la pared, no se habría roto la nariz
PDDDD: Moló el momento hooligan del bis sin orquesta.