Todo wagneriano tiene como referencia el Festival de Bayreuth para ir, al menos, una vez en la vida. El wagnerismo, tanto si se vive como una fe como una pasión musical, tiene su centro espiritual en el teatro que Richard Wagner hizo construir en esta tranquila ciudad bávara, desde entonces ligada al maestro. En lo personal, para mí supone el fin de 19 años de espera: desde que solicité entradas por primera vez, en 2005, esta es la primera vez que visito el Festspielhaus, tras dos ocasiones en las que no me fue posible ir a una representación. Como decimos en España, a la tercera va la vencida. Y ha sido con Tannhäuser, ópera que no veía en vivo desde 2009.

Wagner siempre tuvo en mente la idea de crear un teatro en el que se pudieran hacer representaciones modélicas de sus obras, acondicionando su estructura para ello. De este modo, Wagner revoluciona la ópera, y adelanta la realización cinematográfica, veinte años antes de su invención. Ya no se va a la ópera para lucirse socialmente, se va a ver un espectáculo total.

Para un wagneriano, asistir a Bayreuth es como un peregrinaje. El hecho de que el teatro esté en lo alto de una colina, para la que hay que subir una cuesta, refuerza esa idea. Lo primero que se ve nada más subir es el consabido arreglo floral, y el montón de muñequitos de Wagner, por el artista Ottmar Hörl, este año de color dorado. La emoción inicial se intensifica cuando los músicos de la orquesta salen, poco antes de que empiece el espectáculo, a interpretar la primera fanfarria del primer acto de la ópera que se interpretará ese día.

Además de las fanfarrias, una campanilla avisa al público de que queda poco para que empiece la función. Wagner quería que la gente fuese solamente a ver la obra y no se entretuviera en demasiados lujos, por lo que el teatro es muy sencillo. La sala principal es elegante, pero no excesivamente decorada.El Festspielhaus de Bayreuth está arraigado en la tradición en todos sus aspectos, lo que no siempre es conveniente. A fin de evitar perjudicar la acústica, no hay aire acondicionado, por lo que el calor que se pasa en la sala es bastante considerable. Muy especialmente si uno se sienta en las zonas más altas, en la llamada Galería. Allí, los asientos son filas interminables de madera sin pasillos, por lo que para entrar hay que hacer levantar a toda la fila. Y como se suelen vender todas las entradas más económicas, se concentra demasiada gente en la sala y el calor es aún más intenso, sintiendo y en consecuencia, allí se suda bastante, incluso sintiéndose calor bajista el brazo, (llama la atención el número elevado de camisas blancas sudadas que se ven al acabar cada acto) y la posibilidad de mareo no puede descartarse. Ello hace pensar en que posiblemente sea el sitio más incómodo para ver ópera. Aún así, durante el tercer acto, corría alguna ráfaga de aire fresco. Durante los descansos, es imperativo abandonar la sala, no se pueden visitar el patio de butacas ni el foso de la orquesta. Los amables acomodadores lo impiden con firmeza. Como novedad este año, se han dispuesto bidones de agua y vasitos descartables para que el público pueda hidratarse un poco al final de cada acto.


La producción de Tannhäuser de estos años es la exitosa de Tobias Kratzer, estrenada en 2019, y considerada hoy en día la producción estrella. Tanto así, que se ha prorrogado un año más, para el festival de 2026. Kratzer propone una actualización radical de la obra, en la que Tannhäuser, el inadaptado al sistema, es aquí un anarquista que forma una pandilla junto a Venus, Oskar, el enano de la novela El Tambor se Hojalata, de Grass, y la drag queen negra Le Gateau Chocolat, con los que recorre Alemania en una caravana. Tannhäuser es un artista que ha huido del establishment musical, y en esta ocasión ya no son los trovadores medievales del Wartburg, sino los propios artistas del festival de Bayreuth, entre los que se cuentan sus antiguos compañeros cantantes y su amada Elisabeth. De este modo, Kratzer ironiza sobre Bayreuth y su sociedad con este montaje de teatro dentro del teatro. Así, el segundo acto es una representación canónica de la obra, con una puesta en escena tradicional. Sin embargo, Tannhäuser arrastrará a la perdición a sus amigos, y a Elisabeth, en un crudísimo y oscuro tercer acto. Sobre los detalles de la puesta en escena ya hablé en en mi crítica de 2019, cuando se emitió en streaming.

Sin embargo, a lo largo de los años ha habido cambios, y en directo se ve diferente. En la obertura, la proyección de la película de las aventuras de Tannhäuser es más impresionante cuando se ve en la enorme pantalla que ocupa todo el escenario, con imágenes desde el aire de los paisajes de Turingia, algunos en sentido descendente y en tan alta resolución que da la sensación de despeñarse inmediatamente. Durante la obertura se ve a Oskar, en primer plano, tomándose una copa a la salud de Stephen Gould, el tenor que estrenó esta produccion y que murió el año pasado de cáncer. Cuando se ve una foto suya con su fecha de nacimiento y defunción, el teatro estalló en un fuerte aplauso. Como ya es sabido, Venus, Oskar y Gateau realizan una performance en el estanque de la colina, a la que pueden acceder espectadores y visitantes, interactuando con los artistas, que ademas cantan populares canciones de pop e incluso Gateau canta con potente voz grave el Dich Teure Halle.


En el segundo acto la mitad del escenario es ocupada por una pantalla que muestra todo lo que ocurre detrás de escena, que es parte de la representación, lo que distraía bastante. Durante la escena de la entrada de los invitados, se ve a la pandilla de Tannhäuser entrar en el teatro, y Gateau y Oskar pasan por el pasillo donde están las fotos de todos los directores de orquesta, que ahora incluye a Pablo Heras-Casado, Oksana Lyniv y a Simone Young, entre otros. Como este año, por primera vez en la historia del festival, hay más mujeres directoras de orquesta que hombres, en la salida de los maestros, llamada "dirigent-gang" , Gateau añade con un rotulador el sufijo femenino "-innen" a la palabra "dirigent", lo que provocó risas en el teatro.

Pocos momentos mágicos hay en Bayreuth como cuando se apagan gradualmente las luces, siendo primero el patio de butacas y finalmente la galería: empieza la obra, con la sala en total oscuridad salvo la luz proveniente del foso de la orquesta, invisible para el público. En medio de ese ambiente, comienza a sonar el clarinete que da inicio a la obertura, envolviendo a todos en esa magia. Uno comprueba que pese a la situación de la orquesta, y que dentro de esta en el foso hay gradas, todos los instrumentos suenan como si la orquesta estuviera al nivel del escenario, incluso la potente percusión, que está en la última grada del foso.

Tras su debut el año pasado en el festival con esta misma obra, la maestra francesa (y antigua contralto) Nathalie Stutzmann repite su labor al frente de la fabulosa Orquesta del Festival de Bayreuth. Algunos han definido la interpretación de Stutzmann como "historicista". La verdad es que es bastante competente. Los tempi son un poco lentos a veces, lo que permite recrearse en la bella orquestación de la obra, en sus momentos más intimistas, como el bello paisaje para el viento madera entre el aria de Elisabeth y la de Wolfram en el tercer acto. Las cuerdas suenan brillantes desde el inicio. Lo único que podría quedarse un poco, y solo un poco atrás es el metal, pero incluso su nivel es alto. En el largo y bello preludio del tercer acto, las cuerdas van un poco rápidas en el pasaje antes de la potente intervención del metal y la percusión en el momento central de la pieza. Pero al final termina la obra con un enorme nivel orquestal, que demuestra la fuerza de esta orquesta. El Coro del Festival de Bayreuth es uno de los mejores del mundo. Dado que esta obra tiene muchas intervenciones corales, en esta obra sale a relucir su todo su poder. Las voces masculinas se hacen sentir con muchísima fuerza en sus intervenciones, tanto en los coros de los peregrinos, que empiezan como un susurro y terminan envolviendo toda la sala. Pero aún más sobrecogedor resulta cuando cantan fuera de escena, especialmente los jóvenes peregrinos que son interpretados por el coro femenino, en una experiencia que pone los pelos de punta, como en el coro final.

Wagner consideraba a la voz humana como el instrumento más preciado. Por eso la estructura del teatro no solo impide a la potente orquesta tapar a las voces, sino que permite que estas fluyan y se dejen oir en toda la sala. Así, cantantes cuyo nivel no es tan apreciado en grabaciones o en otros teatros, aquí suenan como intérpretes de referencia.


Klaus Florian Vogt es el tenor principal de Bayreuth. Es capaz de cantar varios roles en cada festival, por lo que se ha convertido en imprescindible para el teatro y en muy querido para el público. Vogt siempre ha hecho gala de una voz de timbre muy juvenil y brillante, aunque eso no siempre encaje con los roles wagnerianos que interpreta. Ese sonido puede ser idóneo para Lohengrin o Stolzing, pero Tannhäuser, que es un hombre que ha vivido mucho, requiere una voz de un tenor de timbre más heroico. Eso hace que en varios momentos la voz de Vogt suene totalmente inane (por ejemplo cuando dice por primera vez el nombre de Elisabeth), especialmente en el primer acto, cuya tesitura le resultaba complicada y en pocas veces durante la primera escena, a la voz le costaba arrancar. Sin embargo, remontó durante los actos segundo y tercero, donde la voz sonó más entregada y el canto fue un poco más convincente, especialmente en la segunda mitad del segundo acto. En la narración y posterior escena final salió airoso.

Elisabeth Teige, por el contrario fue una excelente Elisabeth, con una estupenda voz dramática, que además se unía a una excelente actuación. Durante su emotiva defensa de Tannhäuser en el segundo acto (Ich flieh' für ihn) y durante la plegaria del tercer acto estuvo estupenda.

Markus Eiche es un Wolfram que canta y frasea bien. Aunque tiene intención y domina el personaje, a la voz le falta más grave. Aún así pudo defenderse bien en su aria del tercer acto, la famosa canción de la estrella.

Iréne Roberts ha debutado triunfalmente este año en Bayreuth, en el rol de Venus. Esta mezzosoprano americana tiene una deliciosa voz de timbre aterciopelado, y firme proyección. Además es buena actriz y es físicamente muy atractiva.

Günther Groissböck fue un estupendo Landgrave. Es sorprendente cómo la acústica le permite proyectar tan bien, que está voz que suena con un grave formidable en el teatro, una imponente presencia y una dicción exquisita, sea la misma voz que cantó un Rey Marke inane en el streaming del Tristán e Isolda que abrió este festival hace tres semanas.

Del mismo modo, la acústica parece beneficiar al islandés Olafur Sigurdarson, el cual pese a su ligero timbre, su breve intervención como el caballero Biterolf suena digna en este teatro, mientras que en grabaciones no siempre suena bien.

El excelente tenor sudafricano Siyabonga Maqungo fue un lírico Walther von der Vogelweide, en su breve intervención. Flurina Stucki fue un buen pastorcillo, aunque su voz parece un poco más robusta que las ligeras que lo suelen interpretar. El tenor Martin Koch (que sustituye al español Jorge Rodríguez-Norton) y el bajo Jens-Erik Aasbø estuvieron notables en sus pequeñísimos roles como Heinrich y Reinmar.

Una vez más, los divertidos Manni Laudenbach como el enano Oskar y la drag queen negra británica Le Gateau Chocolat provocaron las risas del público, aunque sus roles no están previstos por Wagner, sino por el director de escena.




Como es esperable en Bayreuth, el aforo estaba lleno. La recepción del espectáculo fue, curiosamente, variando con cada acto. Al final del primer acto se escuchó un sonoro abucheo en la sala, pero los actos segundo y tercero fueron recibidos con un creciente entusiasmo. Ovaciones cerradas para Vogt, Teige, Groissböck, Eiche, el coro y sobre todo para la maestra Stutzmann. Al salir del teatro, ha caído la noche y la gente abandona la verde colina tanto a pie como en los autobuses especiales que los llevan a los diversos hoteles de la ciudad.

Pese a la incomodidad y el calor atroz, no puedo negar que he presenciado una función disfrutable con momentos mágicos. Y puedo añadir que el nivel de la orquesta, coro, escena, unidos a la entrega del reparto, han hecho de este el mejor Tannhäuser que he visto en un teatro. Y aunque pronto volveré a España, ya pienso en volver dentro de unos pocos años.

Wagner no se puede ver en ningún otro lugar como se ve en Bayreuth. Por eso aunque las condiciones no sean las más idóneas y que el reparto puede no ser el más idóneo, tenía razón George Bernard Shaw cuando dijo en su obra "El perfecto wagneriano": que todos los que van a Bayreuth nunca se arrepienten de haberlo hecho.

Wagner con un señor con una voz de cantante pop en un papel de heldentenor, una contralto especializada en barroca metida a directora de orquesta (que no digo que no pueda dirigir, pero lleva dos telediarios haciéndolo; quizá un gran título wagneriano en Bayreuth no sea lo más idóneo para ella ni por repertorio ni por calado del lugar) y un travesti (que ya saben que yo soy amante del konzept, pero me pregunto qué pinta un travesti en una obra compleja y profunda como esta). Y en Bayreuth. En el templo que el Maestro imaginó para sus magnas obras y que tantas connotaciones político-históricas ha tenido a lo largo de la historia. Donde se supone que se ve el Wagner de máximo nivel. Y no se arma la mundial... Así estamos.
Celebro que angelparsifal haya podido por fin visitar la Verde Colina. Ya me contará qué sintió al pisar un lugar tan lleno de (y marcado por la) Historia. Le mando un fuerte y afectuoso abrazo.

Muy buena la crónica de la experiencia vivida, angel. Sí, toda la razon del mundo en que Bayreuth es algo que hay que vivir si Wagner es uno de tus compositores dilectos. Se va a disfrutar esa bien llamada "pergiurnación" sí o sí, con independencia de que luego la funcion musiscal y/o escenicamente tenga o no peros.
Yo la he vivido 2 veces habiendo asistido a 5 representaciones entre ambos viajes que distaron 10 años entre sí. Y hay tanto que ver, sentir y decir, que cuando te leo, angel, me veo a mi mismo en aquellos días.

Comentas una cosa que creo que yo expuse hace mucho tiempo y estoy pleno de acuardo. Es una autentica temieridad y es absurdamente innecesario que hoy dia en pleno mes de agosto se encierre a 2 mil personas en un recinto sin A/A ni ventilacion alguna. Hay muchas maneras de poder acondicionar la sala sin romper para nada ni su estética, ni su mobiliario ni sus elementos. Para empezar puede ir por el suelo la conducción, no implica una obra tan monstruosa.
Hace algunos años, hubo ola de calor en Alemania y en las noticias salieron varios mareos y golpes de calor en la sala. A ver, igual a la gente más joven esto no va a suponer mas que sudar un poco mas de la cuenta y estar incómodo (que me pregunto por qué es necesario ello), pero hay mucha gente mayor a los que esto un día les va a costar un disgusto importante. Una sala así hoy día no cumple con ninguna regulación de seguridad y ventilacion existentes, y si se mmantiene es en aras a ser patrimonio artistico. Pero tambien lo es la Torre Effiel y se fue capaz de meter un ascensor de subida y otro de bajada simultaneos casi un siglo despues de su construccion original, y no solo no ha pasado nada si no que ahora es mucho mas comodo, viable y segura su visita. Y más rentable, por supuesto. Y si se ha podido hacer eso, ir a Luna, o Internet, no me digan que no es viable A/A porque me parto de la risa. Se puede y se debe hacer.
Además, el ir de etiqueta al Festpiehaus es parte del juego. No sé si usted lo hizo, angel, pero habra visto mucha chaqueta, corbata, smokin, o trajes de noche. Y eso me parece que está bien tambien, pero claro, volvemos a lo mismo: sudaremos mas´, pasamos mas calor, mas riesgo,... en fin. Para mi es el punto negativo de Bayreuth, que tiene facil solucion, pero hay un empeño negativo que no tiene sentido alguno.

No conozco esta produccion de "Tannahuser" quje describes, pero parece tener un hilo conductor claro , legible con la obra. Espero que no hays enido que recurrir al libro de instrucciones
A mi cuando las cosas van por ese cauce no solo no me turban, si no quje me parece un gran y exitoso trabajo. Es arriesgado, pero las mejores producciones que he visto tienen esa caracteristica.

Pues sí, seguro que volverá. El que lo prueba, quiere volver.

Por cierto... no recuerdo el restaurante, pero el mejor codillo asado que hje comido en mi vida, regado con impresionate cerveza negra por supuesto, fue en Bayreuth, en un sitio muy bonito ademas, muy "alemán", como no. Una exquisitez. Alguien tiene idea de que sitio puedo estar hablando?.

De restaurantes en Bayreuth, en el centro de la población, recuerdo solamente el típico y tradicional de muchos años atrás, el OSKAR. No sé si te refieres a este.

El Oskar es uno de los de mayor aceptación por su amplísimo horario de cocina y buena relación calidad/precio. Por supuesto el ambiente es agradable. El histórico es el Eule, en una callecita del centro, a lo mejor te refieres a ese.

Yo también me alegro de que angelparsifal disfrute en la catedral wagneriana de su compositor predilecto. Se lo merece. Habría sido injusto llevarse una decepción.

Lo del tremendo calor es muy cierto. Yo fui con mi hermana, Lady Cacahuete, a una función de Tristán e Isolda y menos mal que ella llevaba un abanico del tipo de "tarde de sol y toros en la Maestranza". Nos salvó la vida el abanico, aquella tarde en el teatro de la Verde Colina.
Saludos.

El dia que tengan que sacar del teatro a uno con los pies por delante, será cuando decidan instalar ventilacion y aire acondicionado. Suele pasar esto siempre, tiene que suceder una desgracia para hacer cosas que de haberlas hecho a tiempo hubiesen evitado dicha desgracia. Un poco mentalidad EMAR: medidas de prevención post desgracia, en vez de medidas de prevención pre desgracia.

Esto de los sacerdocios es lo que tiene: si los acólitos de la religión wagneriana dejaran de ir al teatro manifestando su descontento por el calor asfixiante --en lugar de concebirlo como la penitencia a sufrir a cambio de alcanzar el cielo (en el fondo un pago ad maiorem Wagner gloriam)--, ya verían cómo ponían aire acondicionado u otro sistema de refrigeración. Pero efectivamente: hasta que no le dé un perrenque a alguna de las ancianas endomingadas que acuden al templo de la colina no tomarán medidas.

No solo es el calor sofocante, sino los insoportables asientos de madera( (da igual que les pongas cojín).
Para un “Holandés”, puedes aguantar sin desconcentrarte e incluso disfrutar la ópera. Pero el día que fui a “Meistersinger”, que es mi ópera favorita, salí con una sensación agridulce de placer y tortura al mismo tiempo, donde hubo muchos momentos de distracción e incomodidad.
A pesar de la maravillosa orquesta y del ambiente tan particular, no creo que vuelva hasta que no hagan un mínimo de adaptación. Y por lo que te cuesta la
entrada te ves dos de calidad similar en Berlín o Viena.

En mi hasta ahora única visita al templo wagneriano, a alguien sacaron en pleno de primer acto de Parsifal. Esos sí, con perfecta eficacia alemana: hicieron una centésima parte del ruido que produce un sólo estornudo en el Teatro Real.

Muchas gracias a todos por sus buenos deseos y felicitaciones.

Reconozco que dado que me tocó una sola ópera (yo había pedido Tannhäuser y Parsifal, incluso como alternativa, pero ellos acostumbran a darte lo que les queda), no estuve mucho tiempo en la ciudad wagneriana, pero lo aproveché.

Tuve la desgracia de coincidir con una ola de calor en el país, algo a lo que no está acostumbrada la gente, y por eso ni los hoteles cuentan con aire acondicionado, aunque en el que me alojé en Bayreuth sí. De hecho, éste se me antojaba un bien escaso. Yo ya sabía que no lo había en el Festspielhaus, pero aun así ese calor del que todos hablan hay que vivirlo para entenderlo. Dada la cantidad de gente que hay en la galería, que esta no es como el Paraíso de nuestro Real que es abierta, y que además hay columnas, enfrente de las cuales se venden asientos a 5 euros sin visibilidad, y que todas las entradas se venden... ese calor es aterrador. Además como la acústica es excelente, a mi señora madre la gente de alrededor le pidió amablemente que no usara el abanico, con lo que tuvimos que darnos aire con las entradas impresas en papel. En consecuencia, durante los actos primero y segundo sentí, dado que tenía pegado el brazo al cuerpo, una sensación de calor que no había sentido antes. Y de hecho en el segundo acto el calor lo sentí aún más acusado, siendo el final del mismo, el momento más asfixiante. De forma inexplicable, en el tercer acto sí había rafaquitas de aire fresco.

Pensando en ese calor, aunque fui bien vestido, me abstuve de hacerlo con elegancia y etiqueta. Cuando el calor entra, el glamur sale por la ventana. No entendía cómo algunos hombres que estaban en mi zona, iban con chaqueta y pantalón como si fueran a una boda. De hecho, al lado de mi madre había una señora octogenaria, vestida una blusa verde y floreada con manga larga, que no volvió para el tercer acto. Por otro lado, en uno de los asientos "ciegos" frente a las columnas, vendidos a precios irrisorios, había un efebo alemán, de alta estatura, que iba con camiseta sin mangas.

Yo estoy de acuerdo con ustedes en que en algún momento, el Festival de Bayreuth debe de abrirse a la comodidad, la cual no la considero incompatible con disfrutar la experiencia Wagneriana ni con la tradición. Algún sistema de aire acondicionado debe de haber sin que perjudique la acústica. Con el calentamiento global enfrentando a los alemanes a calores a los que no están acostumbrados, tienen razón en que llegará el día en que tendrán que sacar un cadáver del Festspielhaus. El gran Solti fracasó en parte por el calor que hacía en el foso. Si el foso no estuviera acondicionado, hoy habría muerto de calor.

La próxima vez yo me llevo un paypay.

Y digo que aproveché el tiempo porque a la mañana siguiente visité la Iglesia principal de la ciudad, el Teatro del Margrave y Wahnfried.

El Teatro del Margrave es una maravilla, decorada hasta las últimas consecuencias. Como me pasó con la ópera Garnier, no quería abandonar el teatro. He visto en internet que las entradas del Festival Barroco que se hace en septiembre, es tan caro como el Wagneriano... o como nuestro Real.

La Iglesia principal es sencilla, pero tanto su fachada en estilo gótico tardío y su coqueto interior son superiores en belleza a la Frauenkirche de Múnich. Cuando llegué estaba totalmente vacía. En el lado oeste está, difuminada y en ruinas, la horrenda Judensau, una estatua típica de todas las catedrales centroeuropeas, en las que se mostraba a los judíos mamando de un cerdo, un animal impuro para ellos. Debajo, un placa recordatoria para Alemania y la humanidad entera previene del odio gratuito contra todos los judíos del mundo. Me gustó que la historia de antisemitismo de Bayreuth se contrastase en la colina verde: rodeando la escultura del maestro por el artista Arno Breker, favorito de los nazis, hay una exposición permanente dedicada a los artistas judíos del festival que perecieron bajo el terror del nacionalsocialismo. Aproveché para fotografiarme junto a la placa de Ottilie Metzger, contralto de la era de Cosima y Siegfried, y fallecida en Auschwitz.

Wahnfried está a pocos minutos del Neues Schloss, el pequeño palacio de la ciudad, rodeado de un bosque. Si hoy en día resulta un lugar tranquilo pese a que la calle está cerca, ¡cómo habrá sido en el siglo XIX! Aunque la casa fue bombardeada, ha podido restaurarse. Es conocida por todos la bella biblioteca, con el piano y esos ventanales con cortinas rojas, esa sala donde recientemente el tenor español Jorge Rodríguez-Norton ha recibido un premio honorario de la ciudad por sus cinco años de colaboración con el Festival, siendo el primer ciudadano de nuestro país en recibirlo. En la planta superior se exhiben diferentes objetos. Llama la atención una estancia a la que se accede por una escalera de caracol: la cámara del maestro, donde se exhibe ropa y accesorios que pertenecieron a Wagner y a Cósima. En la planta de arriba se pueden ver el grial del Parsifal de 1882, la armadura del protagonista,bisutería para las valquirias, la mascarilla mortuoria de Wagner y un rostro esculpido de Hermann Levi, entre otros.

A un lado, se encuentra la casa de su hijo Siegfried, que solo tiene expuesta la planta baja, de decoración de madera. Es más interactiva que otra cosa, y enfrente del acogedor comedor donde Winifred y sus hijos compartían mesa con Hitler, hay un monitor que proyecta un documental sobre la relación del genocida con el festival. Durante el trascurso del mismo, se proyectaban imágenes de Julius Streicher (alma bendita que ojalá siga achicharrándose en las llamas del infierno), el infame director del diario "Der Stürmer", al que Winifred se atrevió a acusar de llevar el antisemitismo a Bayreuth.

Al otro lado se encuentra el museo interactivo, donde pueden escucharse grabaciones de música de Wagner, aunque no estaban muy bien ordenadas y no siempre el botón conducía a la pista que correspondía, un cine (vacío en ese momento) que proyectaba la película muda "Wagner" de 1913, y la exposición de trajes y maquetas. Los trajes más bonitos son los de principios del siglo XIX y XX: uno puede ver los ropajes que llevaron Isolda y Kundry en los años 20, aún lujosos, los ya añejos trajes que llevaron en la producción de Lohengrin en 1894, o los ya desgastadísimos trajes de la era Wieland: los que llevó Wolfgang Windgassen en Tristán en 1962 y en Parsifal en 1952, el descolorido vestido que Anja Silja llevó para el Oro en 1965, o la camisa descolorida que Rudolf Schock llevó en Los Maestros Cantores de 1959. En mejor estado se conserva el manto acartonado que Grace Bumbry llevó en 1961 en Tannhäuser. Luego se pasa a la era Wolfgang: allí está el traje de malla transparente que Gwyneth Jones llevó en el Tannhäuser de 1978, o el traje decimonónico de Fricka que Hanna Schwarz llevó en el Anillo de Boulez, o el traje de Telramund, de supuesta piel de oveja, que llevó Ekkehard Wlaschiha en el Lohengrin de Werner Herzog, o más reciente, el traje que Waltraud Meier llevó en el Tristan de 1993, en el Liebestod, con el que la pobre señora se debió de torrar, o el más reciente y desagradable, de ratita para el Lohengrin de Hans Neuenfels. Uno se pregunta si para esos valerosos sudamericanos que se se ganan honradamente el pan, enfundándose en aparatosos disfraces de Mickey Mouse, King Kong o Mazinger Z en las calles de Madrid en este verano, cantar en Bayreuth ataviados con esos trajes expuestos sería para ellos un reto sencillo.

En la Richard-Wagner-Strasse, se encuentra un famoso puestecito de salchichas, renombrado al parecer en toda Baviera, llamado Bratwursthäuschen, donde se comen unas salchichas sabrosísimas.

Después de comer, ya estaba en el tren de vuelta a Múnich, ciudad en la que pasé dos días, aunque me decepcionó un poco: la esperaba más deslumbrante. El palacio de la Residencia no se acababa nunca, pero era una belleza. La Hofbrauenhaus no tenía aire acondicionado, pero es bonita. Si que es impactante la ópera, a la que espero ir algún día. Monumental y agradable es la zona en torno a la Odeonplatz. Yo la definiría como más bonita que Berlín pero menos interesante. En belleza, a caballo entre Berlín y Viena, se encontraría la capital de Baviera.

Por último, quería volver al Festspielhaus: Es bonito ascender la colina verde, aunque es una subida en la que escasean los bancos. Parece que los alemanes desean sentir el césped en sus posaderas, tal es su vínculo con la naturaleza. Pero aunque sea bonita y emocionante esa subida, nada tiene que ver con el efecto que se crea en las introducciones a las óperas del Anillo en la versión de Chéreau, que hacen pensar en que el Festspielhaus está al final de un largo bosque. No es tan duradera ni tan larga esa subida.

No quisiera perderme la experiencia de ver Parsifal allí. Durante la función, sí pensé muchos momentos, en todas las grandes representaciones de su historia, como las de las grabaciones de los años 60, como el mítico Tannhäuser que dirigió allí Wolfgang Sawallisch. Aun así, ya muero de ganas por volver, aunque lo haré más reposado y espero quedarme más días para ver más óperas: a Bayreuth hay que ir en plan de absoluto reposo y tranquilidad. Creo que no podré considerar volver hasta, como poco, 2026.

Creo recordar que, en mi visita, la gran mayoría de aquellos enormes rubicundos alemanes de dos por dos metros, se sacaban la chaqueta del smoking o traje al momento de sentarse en los incómodos asientos ahora, ligeramente acolchados. Por cierto, es recomendable utilizar la almohadilla gratuita para aliviar la espalda más que las posaderas.

Muy interesantes crónicas.

Lanzo una pregunta por si alguien me puede ayudar. A día de hoy, ¿es tan difícil conseguir entradas para los espectáculos "deseados" en Bayreuth? ¿es difícil conseguir entradas para, por ejemplo, un Anillo completo? ¿Los tiempos de espera son tan largos? Sé que se sigue enviando una petición a través de la web o de correo ordinario, que el Festival asigna las entradas, y luego, generalmente en diciembre, se sacan las entradas online que han quedado sin asignar. La pregunta es más bien si en ese proceso de petición, se suele conseguir lo que se solicita.