Clitemnestra……………………..Doris Soffel Electra………………………………Lise Lindstrom Crisótemis…………………………Gabriela Scherer Orestes…………………………….John Lundgren Egisto………………………………. Jürgen Müller
Director de orquesta………….Marc Albrecht Directora de escena…………..Barbara Frey
Staatskapelle Dresde, Coro de la ópera Estatal de Sajonia
Debería empezar por lo que hubiera creído más improbable, y es la excelente actuación que tuvo Doris Soffel como Clitemnestra. A sus 76 años, y, aunque con alguna lógica limitación, es completamente dueña de su interpretación. La voz era la mejor proyectada de todas debido a la espléndida técnica en la que sus resonadores de la máscara (hasta se veía cómo lo hacía) la envían con facilidad al auditorio. El timbre, aunque no tenga la redondez de antaño, no suena crispado ni tirante, y la lógica acidez de la edad (controladísima) le conviene perfectamente al personaje. Su Sprechgesang es modélico y su presencia escénica imponente, aunque el montaje era un poco de andar por casa.
Tres paredes de paneles de madera con un balcón en la parte superior, y por encima de este la leyenda “Justitia Fundamentum Regnorum” por todo decorado. Paneles que, trabados hábilmente de otras maneras y cambiados de posición, ya he visto en algún que otro montaje más de otras óperas en Alemania. El ahorro es una gran virtud en este país.
Toda la primera parte resultó bastante anodina desde el punto de vista escénico, con una iluminación plana y fea y casi sin dirección de actores. A partir de la aparición de Orestes se vuelve un poco más interesante, pero no hay nada digno de mención, exceptuando la soberbia actuación individual de Soffel.
Lise Lindstrom, otrora bastante prestigiosa soprano en este tipo de papeles, no es una dramática plena, o al menos , ya no lo es. Si bien da las notas (algún agudo más apurado que otro), el color no responde al requerimiento de Elektra, y se le estrecha la emisión en bastantes momentos, con bastantes problemas de vibrato en la zona aguda. No obstante todo ello, conserva los acentos y el fraseo intencionado. Compone una Electra más irónica y sensual (especialmente en la escena con Egisto), que vengativa y aterradora, lo que creo que al final la ayuda a sacar adelante su cometido, siempre que veamos a Electra desde este otro prisma.
Gabriela Scherer, sin duda la mejor voz de la noche, en plenitud de facultades, con un gran volumen, emisión densa y firme, agudos poderosos y canto apasionado y vigoroso, nada de Crisótemis melancólica y sufriente, casi parece que va a ser ella la que empuje a Electra a cometer el asesinato.
Correcto el Orestes del sueco John Lundgren, aunque con 55 años, en algún momento la voz suena un poquito cansada, sin que parezca que vaya a ser un problema inmediato. El timbre es agradable e interpretó el papel desde el lado más sobrio posible, quizás un poco más de “intención asesina” lo hubiera hecho algo más creíble.
También suficiente el Egisto de Jürgen Müller, igualmente interpretado con mucha sobriedad y sin recalcar los aspectos más grotescos que Strauss dibuja claramente en la vocalidad del personaje.
Lo mejor de todo fue, sin duda , la dirección efe Marc Albrecht. Consciente de contar con buenos cantantes, pero que ya no están en su momento estelar, fue enormemente cuidadoso con ellos, y decidió resaltar los aspectos más líricos de la ópera sobre los angulosos. Contuvo y retuvo a la orquesta en cuanto a decibelios, pero no en intensidad, de modo que, cómo lo diría……,parecía un mar embravecido donde las olas a veces se alzaban un palmo por encima de los cantantes, sin llegar a tragárselos nunca.
Se lució en la melancolía con la que tiñó el dúo con Orestes, y mientras Electra cantaba sus “Orest, Orest”, aplicaba a la orquesta un rubato que parecía imposible de sostener.
Bellísimo a su vez el sonido que le sacó a la escena con Egisto; sensual, irónico y malévolo, con un rubato elegantísimo (parecía por momentosque estabas en Rosenkavalier), y ya, en la escena final se dejó ir (soltó a la orquesta por fin), lo que después de tanta retención, magnificó el climax final, donde además se produjo el mejor momento de la dirección escénica: la aparición de Crisótemis vestida con un aparatoso y reluciente traje de novia mientras Electra se ahogaba en los últimos estertores estertores de su danza salvaje.
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