Le Gouverneur escribió:
Excelente crónica Don Alberich
Me voy a permitir contestar algunas preguntas que lanza en el penúltimo párrafo o al menos exponerle mi visión.
Para empezar habría que diferenciar muchas cuestiones, entre esta ópera estrenada en el siglo XXI, de otras de repertorio, de Verdi, Wagner, u otros grandes clásicos.
No es lo mismo una ópera que trata de un tema concreto con muchas referencias históricas de personajes y hechos, como puede ser Andrea Chénier por ejemplo, de otra atemporal y mitológica como son algunas obras wagnerianas.
Se habla anteriormente de la Traviata (estrenada por cierto el mismo día que el Real Madrid cumple años) y en donde Verdi pedía que se llegase a confundir los protagonistas con el público asistente, aunque no lo consiguió por la censura. En todo caso por este motivo una actualización a la actualidad en La Traviata no se debería tratar como una infidelidad al compositor. En Madrid en una representación del siglo XIX se montó un escándalo porque Alfredo apareció con capa en el segundo acto que supuestamente sucede en primavera ( y ni siquiera se sugirió la opción de que podía ser un día con más frío de lo normal). Véase este ejemplo de cómo cambian los tiempos.
Y desde luego para cualquier ópera estrenada en el siglo XXI, no es lo mismo la representación actual, que la que se pueda ver dentro de 200 años. Qué será de la pasajera dentro de 200 años. No sabemos si existiremos, si Marte estará colonizado o si seguiremos igual hablando del caso Negreira. En todo caso por formular una hipótesis, si la ópera continúa vigente en 2250 y se representa La Pasajera, me extrañaría mucho que se viese una producción parecida a la que hemos vivido en el Teatro Real. El mundo habrá cambiado, la tecnología habrá cambiado. Volviendo a Wagner para mí es muy evidente que las producciones naturalistas de este compositor no tienen la misma fuerza que las mejores que he visto minimalistas o, ya en menor medida, conceptuales. Reconociendo que la mayoría son mediocridad hay que resaltar algunas realmente extraordinarias que para el compositor por medios tecnológicos ni siquiera era imaginables, aunque profundizando en sus escritos y deseos se puedan encontrar argumentos a una hipotética aprobación.
Lo visual además cansa en su repetición (salvo obras maestras). Personalmente no me gusta ver producciones repetidas aunque me gusten. Recuerdo la Fille de Flórez y Dessay en Londres. De los mayores éxitos que he visto en un teatro, el público pasó desde las carcajadas al llanto, para terminar en un apoteosis. Esa producción la vi en Barcelona y Madrid y acabó casi por no gustarme, es verdad que con otros intérpretes. Es que han pasado mucho tiempo para algunas óperas que se representan casi todos los años, en algunos casos más de 400. En una de las óperas que se puede considerar "moderna", aunque ya tiene sus años, Nixon in China, que la nombro porque se puede considerar de las más representadas entre las compuestas en los últimos 35 años, hemos visto varias producciones distintas en un mismo año en ciudades importantes. He visto 2 producciones, la de Madrid y París, y se puede decir que hay ya mucho "Koncept" en ambas, en Madrid especialmente en ese tercer acto. Y en París aunque se mantenían la época y caracterización de personajes, había un completo cambio de lugares, como el pabellón de ping pong y simbolismos, el avión es realmente un águila. Muy buenas producciones por cierto.
En la grandes producciones de Wagner que he visto no fieles al libreto he descubierto muchas aristas de las obras y sobre todo, cuando han sido buenas, han abierto una puerta a las neuronas para la reflexión, en los mejores casos hasta muchas horas y días después de la representación. No hay que cortar las alas.
Volviendo a La Pasajera, quizás en 2250 la ópera en Europa ya prácticamente ni exista y el centro operístico mundial será Ruanda, con el mejor teatro del mundo de hologramas de cantantes legendarios y se ve una excelente representación de La Pasajera interpretada por Jessye Norman y ambientada tras la guerra entre Utus y Tutsis. Y aunque haya referencias del libreto que no terminen de encajar a la perfección, quizás entre el público asistente las emociones sean más cercanas y conocidas, además de exponer la universalidad, atemporalidad y humanidad que usted mismo Don Alberich defiende y que comparto.
Por eso abogo por un principio de libertad artística ante las producciones operísticas, donde considero que las indicaciones escénicas, salvo algunas excepciones, pero en el caso de Wagner lo puedo asegurar, son de un nivel secundario respecto al libreto y la partitura. Los elementos primarios son eternos, pero los secundarios de las indicaciones escénicas solo son válidos para una producción en un determinado lugar y tiempo.
Esta libertad, a veces, quizás más de las deseadas, nos puede llevar a un descalabro, pero también, no hay que descartar, que potencien la obra a niveles superiores.
Le agradezco muchísimo su detalladísima respuesta y le confieso que ya sabía que algún forero (aunque ignoraba cuál) respondería precisamente en los términos y con los argumentos que veo en su comentario: que si la libertad creativa (para manipular obras pergeñadas por otros, añadiría yo), que si los tiempos cambian una barbaridad, que a saber lo que ocurrirá dentro de centenas de años, etc. Pero yo, pese a todo, sigo en mis trece y persisto en la idea de la fidelidad a la acción del libreto (o, al menos, al contexto histórico en que fueron compuestas las obras). Aunque sé que voy contracorriente --estoy en Europa y, además, los
regisseurs tienen que justificar de algún modo los sueldazos que cobran--, y que nada se logrará en este ámbito. A quienes pensamos así, sólo nos queda acudir a teatros de provincia donde, por motivos económicos obvios, no se pueden permitir las excentricidades que a veces vemos en teatros de ámbito internacional. Pero como, encima, el nivel canoro es el que es, pues da taaaaaanta pereza moverse por esos mundos de Dios para encontrarse con... nada.
Veo que en su comentario separa todo el rato a Wagner y sus composiciones del resto del repertorio. Me parece bien y en ese punto estoy de acuerdo con usted: puesto que el mito fue la esencia inspiradora de sus creaciones, ahí sí creo que las puestas en escena se prestan a mayor libertad creativa. Pero con todo, y conociendo un poco el pensamiento estético del creador de Leipzig, dudo que cutreríos como los que hemos estado viendo estos últimos años en Bayreuth (o en otros teatros) le hubieran resultado satisfactorios, por muy transgresor y revolucionario que fuera él mismo. Ahora, tampoco estoy seguro de que las puestas en escena naturalistas que se vieron hasta la década de los 50 le apasionaran (ya sabe, cuernos y pieles por todos lados). Para mí, la perfección e insuperable simbiosis se produjo con Wieland Wagner en el Nuevo Bayreuth. Wagner, Appia y Wagner Jr. Eso sí fue una ecuación perfecta: el espacio y la luz como creadores de realidad. Wieland sí que supo dar forma al universo estético de su abuelo. Quizá en nuestros días, con los avances técnicos que se han producido desde entonces, por ahí deberían ir las nuevas propuestas escénicas. Pero vamos, esto es hablar por hablar, porque lo que yo diga...