Alberich el Negro escribió:
zerbinetto escribió:
¿por qué no aceptar también cambios o puntos de vista que amplíen y enriquezcan la comprensión de lo que hasta ahora veíamos como una historia concreta en un lugar y en un tiempo concretos?
Porque, la mayoría de las veces, desnaturalizan la obra original para transmitir un mensaje que ésta no contiene. No pueden equipararse los ejemplos que usted pone sobre el uso de ciertos avances técnicos (el uso de luz eléctrica, frente a las antiguas velas, o las lámparas de gas o aceite del pasado), con el hecho de que un señor convierta al Duca en un chuloplaya, o transforme
Rigoletto en un alegato feminista, o contra la "violencia de género" --mal planteado, además--, cuando lo que atrajo a Verdi del tema --donde él veía la grandeza del motivo literario original-- fue en la tragedia que se deriva de ver a ese hombre deforme, grosero y malvado absolutamente henchido de amor por su hija, y cómo el destino acaba golpeándolo de modo inmisericorde. Es decir, lo que Piave y Verdi (y Hugo) querían transmitir es esa contradicción (tan propia del Romanticismo) entre la fealdad y la belleza, la maldad y la bondad, la volicición y el destino, y no problemas que se han planteado en épocas posteriores y que nada tienen que ver con esa idea inicial (que, en mi modesto entender, debería respetarse siempre).
En esa misma línea conservadora, a mí tampoco me vale el argumento de que ir a ver y escuchar siempre lo mismo al teatro es un rollo patatero, y en que deben propiciarse nuevas puestas en escenas para darle un lavado de cara a las viejas obras de repertorio y se nos haga reflexionar con ellas. NO, yo, cuando voy a ver teatro lo que quiero ver es "esa" obra y no otra, pues es la que me gusta.
Y quiero ir a verla tal como fue pensada y creada para poder comparar con todas las otras veces que la he visto o escuchado. Con ese juego yo me conformo, no me hace falta que venga el genio de turno a lanzarme su mensaje y a proporcionarme (a través del programa de mano) el manual de instrucciones con el que podré desvelar los arcanos que ha querido introducir en la creación de otro artista. Si tantos mensajes tiene que transmitir, que cree su propia obra y los haga públicos en ella. Eso sí que haría que la ópera estuviera viva: crear nuevas obras (de calidad, claro) y dejar las del repertorio de toda la vida para ser interpretadas como fueron pensadas. Los buscadores de nuevas sensaciones podrían ir a ver las primeras (para pensar y reflexionar todo lo que quisieran), y los carcas como un servidor concentrarse en las segundas (aunque no renunciemos nunca a disfrutar también de las primeras cuando es el caso).
Y hará usted muy bien, porque verá una ópera maravillosa que le contará una historia a veces triste, a veces cómica pero seguramente emocionante. Y si está bien tocada y cantada, y representada acorde con sus gustos, para qué más.
Pero lo que no puede usted es pedir que las 2000 personas que asisten a la misma representación vayan con la misma disposición, por supuesto,respetabilísima.
La música despierta los sentidos y el cerebro (hay infinidad de experimentos científicos respecto a esto), y siendo la más abstracta de las artes, habrá personas que además de escuchar esa música sublime y unas voces exquisitas (esto último ya más difícil en nuestros días), sientan emociones propias, sugerencias del montaje, aspectos antes no aprehendidos de la obra. E incluso que las emociones y sentimientos de los personajes se vean reflejados en la experiencia propia, con lo que esa obra llegará todavía más adentro al espectador que así lo desee.
En nuestro caso, ¿quién no ha pensado alguna vez que sobreprotege a sus hijos y al mismo tiempo teme lo que les pueda suceder dejándolos libres? ¿O quién, como hijo, no ha sentido que hacía algo que sus padres reprobarían absolutamente? ¿O no se ha sentido despreciado o ha despreciado en alguna ocasión a su pareja, amante o simple compañera/o de juegos?
Todos tenemos derecho a pedirle a una obra de arte, en este caso la ópera, lo que nuestro conocimiento, experiencia y predisposición nos dicten y cada uno llegar o quedarnos donde queramos.
De ahí la importancia de que haya diferentes montajes más clásicos o canónicos y otros que vayan algo más allá y que buceen en las profundidades no siempre evidentes de una ópera, porque, como usted dice, ver siempre lo mismo puede ser muy gratificante, pero habrá quien opine que no es suficiente.
À chacun son goût, como alguien ha dicho por aquí.