Bueno... después de unos días disfrutando de la familia en la tierra que me vio nacer, me veo ahora con tiempo suficiente en casa para plasmar por escrito mis impresiones tras asistir a la función de estreno del sábado. He leído con detenimiento lo que otros foreros con mucho más conocimiento que el mío han expuesto estos días y mi visión es algo diferente. Pero empecemos por partes.
Tal y como comenté en el hilo de la temporada bilbaína, tuve muchas dudas sobre si arriesgarme a ir a Bilbao, puesto que ya se anunciaba la presencia de una cover en la ciudad, dada la enfermedad que estaba padeciendo la soprano protagonista. La encargada para tal faena era Katerina Tretyakova, que ya había cantado este papel en Barcelona hace unos años. Pero siendo sinceros, no es una cantante por la que me recorra la geografía patria. Finalmente las cosas se aclararon y el cartel protagonista se mantenía.
Ya había estado muchas veces en el Palacio Euskalduna, pero nunca en una opera. Mi "estreno" allí fue cuando aún era yo un adolescente, con un concierto de Joaquín Achúcarro, y desde entonces otros eventos menos musicales me han llevado por allí. Llegué unos 20 minutos antes del inicio de la función, y ya se encontraba en el Palacio la plana mayor de la política local y regional, con recepción en el foyer principal, amenizando el momento con el preceptivo aurresku. Yo estaba más preocupado con encontrar mi butaca que con bailarle el agua a los presentes, pero el mayor atractivo arquitectónico del Palacio es a su vez su mayor defecto: es un laberinto donde nadie se aclara. La "gracieta" de tener escaleras que suben a una entreplanta pero no a otra, pasillos y pasarelas por todos lados, una escasez tremenda de personal para ayudar a los asistentes, y una falta real de conocimiento de los propios acomodadores hacían la experiencia un poco caótica y estresante. A falta de 5 minutos de empezar la representación había muchísima gente perdida que no tenía ni la más remota idea de a dónde dirigirse. Tener un acomodador en la entrada de tu zona no sirve de casi nada, porque una vez ahí, todo el mundo es capaz de leer la fila en la que se encuentra. Lo difícil es llegar desde el foyer a tu zona. Y ahí es donde se encontraba la gente desesperada. Punto muy negativo para la organización.
A las 19.00 empezaba la función con el himno autonómico por la presencia de autoridades en el palco de honor. Y sin más preámbulo... entrabamos en lo interesante. Y qué interesante. ¡QUÉ INTERESANTE!
Llegados a este punto he de decir que coincido bastante con lo expuesto por Jagoba Elorduy al inicio de este hilo. Fue una función sobresaliente, tremendamente disfrutable, con emoción, con ímpetu, con esmero por una búsqueda constante de belleza... Parto de la base de que la partitura de Gounod, en mi opinión, es tan bonita que se vende sola. Pero la pareja protagonista salió al escenario con el firme compromiso de dar lo mejor de sí mismos, con una partitura que, insisto, rema a favor de obra... y vaya si lo dieron.
Indiscutible ha sido el éxito de Nadine Sierra. La grandísima triunfadora de la noche sin ningún género de duda. No es ningún secreto mi predilección por esta soprano, pero es que se mereció todos y cada uno de los múltiples aplausos y ovaciones que recibió. Deleitó al público un canto limpio (sin indicio alguno de enfermedad o dolencia reciente), elegante, generoso, sin reservas, con un cuidado extremo por las dinámicas, unos sobreagudos potentes, con unos exquisitos pianissimos… Delicioso espectáculo. Perdón por la cursilería de la expresión pero es que, realmente, el mejor adjetivo para definirlo fue de “delicioso”.
Es la tercera vez que se enfrenta a este rol (la primera vez fue en San Francisco en 2019, y la segunda en Burdeos en marzo de 2020, que tuvo que suspenderse a mitad de las representaciones por el confinamiento mundial, cantadas en ambas ocasiones junto a Pene Pati). Después de tres años aparcado, volvía a cantarlo y lo hacía por la puerta grande. Comenzó algo cauta en el primer acto. Aunque su voz, como bien dice Tucker, está derivando irremediablemente hacia un registro más lírico que ligero, ideal para el papel, conserva todavía la frescura suficiente para enfrentarse sin mucho problema al primer acto, especialmente al famoso Je veux vivre, que lo ha cantado hasta la saciedad en conciertos, y con el que incluso ganaba concursos al inicio de su carrera. Siendo puristas, de todas las grandes virtudes de Sierra, el virtuosismo en la coloratura no es su punta de lanza, pero aun así, se apreciaban claramente las apoyaturas tan características del vals (y que a más de una soprano le he escuchado cantarlas de forma tan chapucera que casi más parecían acentos) y no tuvo problemas con deleitar al público con el sobreagudo final en el que se recreó con permiso del director, siempre atento a los cantantes. Primera ovación de la noche. Después llegaba el madrigal, y ya ahí se empezaba a apreciar dónde iba a estar lo más destacable de la noche: en el perfecto empaste de voces que hace con Javier Camarena.
Y es aquí donde más coincido con Jagoba, y menos con el resto de participantes. ¿Es Camarena un tenor idóneo para cantar Romeo? Tal vez no. Pero viendo los despropósitos que se ven con frecuencia, donde se cantan Traviatas sólo porque son jóvenes y guapas, o Turandots y Toscas sólo porque ya han dejado de serlo, ver a un tenor como Camarena enfrentarse a un rol como Romeo es al menos digno de observar. Como bien ha dicho, es un tenor bastante inteligente, y evita meterse innecesariamente en fregados en los que sabe que no va a salir victorioso, así que se lleva la partitura a su terreno. Esta era su primera vez en el rol, y probablemente tenga bastante recorrido y margen de mejora por delante. Si que es verdad que trampeó un poco lo que en principio domina: algún que otro portamento, un Ah! Lève-toi, soleil! muy bonito cantado, pero con cierta falta de brillo y armónicos en el sobreagudo final (que es un si bemol que en principio no debería tener problemas en hacer)… Pero su desempeño fue a más especialmente a partir del tercer acto, cuyo Do sobreagudo al final de la escena del destierro sonó potente sobre el estruendo de la orquesta. En resumidas cuentas, construyó un Romeo muy bonito en líneas generales, con un canto muy bello, muy disfrutable, y sobre todo, con un empaste vocal tan bueno con Sierra que todos los dúos fueron todos preciosos. Y como de dúos va esta ópera, el resultado global es más que satisfactorio. ¿Es un Romeo de manual? Vale, no. ¿Es un Romeo bonito? Sin ninguna duda. ¿Funciona la pareja Sierra-Camarena? A las mil maravillas.
Si bien los dúos fueron lo mejor, Sierra, que estaba comodísima en el papel, sin señal alguna de esfuerzo o cansancio vocal, desató la euforia entre el público al final del cuarto acto con su Dieu! Quel frisson court a mes veines, valiéndole una sonora ovación de más de dos minutos. Por último, el último acto fue un derroche de buen gusto cantando por ambas partes que hizo a todo el mundo salir del teatro con la sensación de haber visto una gran función.
En cuanto al resto de intérpretes, gustó mucho el Stéphano de Anna Alàs Jovè, que resulta ser mezzosoprano, pero para mí tenía timbre de soprano, por lo que sospecho que para roles de mezzo oscurece artificalmente la voz, y el Tybalt de un simpático Alejandro del Cerro, al que conocía sólo de una Katiuska hace unos años en La Zarzuela que en su día me decepcionó un poco. Pero de los secundarios y comprimarios, sin lugar a dudas, el triunfante fue el croata Marko Mimika en el papel de Frère Laurent. Madre mía, qué vozarrón. Y con muy buena planta, dicho sea de paso. Por último, en mi opinión, el más flojo de todos, aunque tampoco tan terrible, fue el Mercutio de Andrzej Filończyk. Es la tercera vez que lo escucho en directo, y de las tres, me ha parecido la menos mala. Su voz no parecía tan diminuta y corría bien por la sala (aunque sospecho que es más por la buena acústica del Palacio que por la calidad de su instrumento), pero desaprovechó su Mab! La reine des mensonges, que sonó algo atropellado y chapucero. Pero bueno, como digo, tampoco como para llevarse las manos a la cabeza.
En cuanto a la orquesta, me gustó mucho la dirección de Lorenzo Passerini, especialmente en la segunda parte. Al principio, sobre todo en el primer acto, me sonó algo anodina, casi desconectada de la trama, como pasando de puntillas por la partitura (que también tiene momentos de gran belleza y sonoridad en ese acto), sin sacarle jugo alguno. Pero como todo en esa función, fue a más según iban pasando las escenas. ¿Pasada de decibelios en la segunda parte? Tal vez. Pero acompañaba mucho con la emoción del momento, y ningún cantante se vio sobrepasado por la orquesta. La versión fue bastante estándar, pues se suprimió el ballet, como era de esperar, y se realizaron algunos pequeños cortes típicos, como el inicio del segundo acto, o el final del cuarto acto. En cuanto al coro, igual que la orquesta. Reservado al principio, exultante al final. Me faltaban voces agudas femeninas en el primer acto.
Por último, la puesta en escena de Giorgia Guerra tuvo mucho gusto, respetando el libreto y el periodo histórico (realmente es una ópera que me resulta difícil imaginar en una nave espacial, o en una discoteca de la ruta del bakalao, pero cosas más raras se han visto). El vestuario fue bastante elaborado, así como las proyecciones e iluminación sobre el decorado que ayudaban a transformar un fondo fijo, al que se sumaba un prisma polivalente que mudaba de posición en función de lo que representara. Muy bonita y bastante lucida.
Y poco más puedo añadir. Que para mí fue una noche memorable, que recomiendo a todo el que pueda que se acerque a verla. Que Nadine Sierra fue la grandísima triunfadora, que como ya se ha comentado, tiene papeletas para ser una Julieta de referencia, y que aunque sólo sea por ver lo bien y bonito que cantan los dos juntos ya merece la pena la experiencia.
Un saludo!
Jaime.
PD: imagino que de estas funciones no habrá grabación, pero si alguien se hace con alguna, que no dude en compartirla. En las funciones que Sierra tiene programadas en el MET sí que habrá. Se emite en cines, y sospecho que también estará disponible en su servicio de streamming (huele a contrato de tres temporadas, porque hace dos años lanzaron Lucia, el año pasado fue Traviata, y este año huele a que harán lo propio con Romeo y Julieta). Y viendo que tanto ella como Bernheim están en Deutsche Grammophon… ¿podemos soñar con que la graben en estudio?
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