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 Asunto: El Holandés Errante, Bayreuth, 11-08-2023
NotaPublicado: 20 Ago 2023 13:03 
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Refuerzo de coro
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Con un poco de retraso, he dejado en el blog mis impresiones de la tercera función del Holandés en el Festival de Bayreuth, tercer año de la producción de Dmitri Tcherniakov, con Oksana Lyniv en el foso y un elenco apetecible: Michael Volle, Elisabeth Teige, Georg Zeppenfeld, Tomislav Muzek, Nadine Weissmann y Attilio Glasser. Dejo transcritos aquí los puntos centrales de mis impresiones:

El equipo escénico del que se ha rodeado Tcherniakov, sobre el papel es importante, y es el mismo que el empleado para su Tristán y Anillo en la Staatsoper de Berlín. Todos son rusos. El vestuario corre a cargo de Elena Zaytseva, quien trabajó como especialista en diseño en el Mariinsky de San Petersburgo entre 1995 y 2001 y quien desde 2003 es jefa de vestuario en el Bolshoi de Moscú. Opta por unos diseños casuales y adaptados a los años noventa en que se desarrolla la escena, sin especial complicación y cómodos para los cantantes, creando una gama cromática que va desde el amarillo de Senta al azul del Holandés, pasando por el verde de Erik, el caqui del Timonel o el caqui y verde de Daland. El iluminador Gleb Filshtinsky centra la iluminación de escenario en crear, junto con la ayuda del ciclorama, los ambientes boreales de Noruega, por lo que los focos directos a los cantantes son los dos grupos situados uno en lo alto de la Galería y otro en el techo del Festspielhaus.

La dirección musical de Oksana Lyniv es notable, desarrollando una concepción personal que ha ido puliendo año a año. Nos encontramos ante una lectura briosa, de marcada articulación, apoyada en una cuerda incisiva y lacerante por momentos, de prodigioso empaste, y unas trompas habitualmente presentes. Todo está al servicio del drama, sin entretenerse en detalles secundarios. En su lectura destaca el folclorismo en el tema de los marineros ya desde la obertura, que se nos presenta muy cantábile en el dúo entre Daland y el Holandés, y su aparición grandiosa en la introducción del tercer acto. Si en la función del estreno hubo algunas pifias en trompas y trompetas, en esta ocasión la orquesta del Festival se desempeñó a su insuperable nivel. Fabuloso coro del Festival, que cosechó varias salidas a saludar antes de que lo hicieran los solistas. Sus increíbles reguladores, de los pianissimi a los fortissimi, su explosividad y lirismo según demande la partitura, le hicieron merecedores de ello. La minutación fue prácticamente idéntica a la de la función del estreno, apenas unos segundos más.

La gran triunfadora de la velada fue Elisabeth Teige, una Senta de muchos quilates por su instrumento terso, de verdadera lírico-dramática, rutilante en el agudo, y su impronta dramática, totalmente asumida en una producción que le hace sacar de sí los aspectos más rebeldes del personaje y donde Teige muestra una implicación absoluta con el rol. Ya el año pasado en la retransmisión por radio demostró que estábamos ante una cantante superlativa y este año lo ha vuelto a poner de manifiesto. Como ya indicamos en la crónica de la retransmisión, estamos ante la mejor Senta desde los años dorados.

A su lado, y también muy aplaudido, tuvo a un Michael Volle absolutamente implicado como el Holandés -cuarto rol en Bayreuth después de su Beckmesser, su Sachs y su Amfortas-. Su gesto normalmente adusto en todas sus interpretaciones, y sus movimientos severos encajan muy bien en esta producción en que el Holandés es una suerte de psicópata. Exhibió en todo momento color de heldenbariton y buen saber hacer en el fraseo y en el empleo de la mezza voce, y estuvo impresionante en su aria del primer acto y en su intervención final, todo un derroche vocal. Ya sabemos que su timbre no es el más grato, pero supo disimularlo muy bien y sólo en algunas frases cortas en su dúo con el Holandés salió a relucir. Si como Sachs tuve algunos reparos, creo que como Holandés ha realizado una caracterización vocal y dramática muy completa del rol.

Pero tras Senta, el más aplaudido fue el Daland del habitual de la casa Georg Zeppenfeld, un cantante querido y apreciado en el Festival, en un rol que se aviene muy bien por su timbre redondeado y aterciopelado, que encaja muy bien en el paternal marinero. Además, tiene importante tarea dramática en la obertura escenificada que sirve de prólogo a la historia que narra Tcherniakov, así como sus entradas y salidas en el primer acto y su actitud hacia el extraño Holandés.

Frente a los anteriores, completísimos vocal y dramáticamente, Tomislav Mužek no lo tenía fácil como Erik, si bien la voz lució con plena estabilidad -ya indicamos en la crónica de la retransmisión que parecía que había perdido un punto de estabilidad frente a su última aparición en el Festival, en este mismo rol, cinco años atrás-, luciendo unos agudos brillantes. El problema es que su timbre blanquecino, que recuerda a los tradicionales tenores eslavos, le hace perder presencia, si bien en escena funcionó bien, resultando un Erik apuesto y creíble como pretendiente de Senta.

Poco que decir de la Mary de Nadine Weissmann, de corte tradicional en lo vocal -como ya indicamos en la crónica de la retransmisión, voz un punto ácida, madura y de tintes severos-. Su presencia dramática no es muy apabullante, en un montaje que le demanda mucho más que cantar unas pocas frases, pero no desentonó en el conjunto.

Attilio Glasser funcionó muy bien como Timonel, con una interpretación viril y ardiente de la parte, y dramáticamente efectivo en la escena de taberna que nos propone Tcherniakov para iniciar la obra.

En definitiva, con este montaje se conjuga buen nivel musical, composición escénica creíble y una propuesta que, si bien es arriesgada, funciona en su lógica interna y que ofrece, desde una agradable estética de los años noventa, una vuelta de tuerca al Holandés, la más interesante desde que Harry Kupfer estrenara su producción en el Festival de 1978 en clave de psicodrama y que tantas veces ha sido punto de partida -en Bayreuth, con Claus Guth (2003-06), y fuera de Bayreuth, en incontables ocasiones-. Tras su Parsifal desquiciante y su Anillo en un laboratorio, así como su Tristán costumbrista, todos ellos para la Staatsoper de Berlín, creo que en este Holandés Tcherniakov ha dado en la tecla. Dado que el año que viene se prorroga un año Tannhäuser, salvo que descanse este montaje, se volverían a programar ocho títulos. Aún le queda un año para los cuatro de rigor, pero bien merecería, al menos, un quinto año de prórroga.

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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com