Anoche tuvo lugar con gran éxito la primera función del nuevo Rigoletto .

Al barítono mongol Ariunbaatar Ganbaatar, cuyo Amonasro había causado muy buena impresión hace unos meses, le tocó la papeleta de llenar el hueco causado por la cancelación de Carlos Álvarez. Creo que lo consiguió. Sus mejores armas fueron un legato "de los de antes" y un fiato excelente, que le permitieron mantener la línea de canto sin aparente dificultad. Es una pena que no sea más conocido, pero por lo visto apenas ha actuado fuera del Mariinsky. Quizás un "perro viejo" hubiera suscitado mayor entusiasmo en el respetable exagerando los momentos más emotivos del rol, pero afortunadamente el señor ni es viejo ni canta como un perro.

La soprano Marina Monzó resultó una sorpresa muy agradable. Quizás con los años un servidor haya ido desarrollando un prejuicio inconsciente hacia las sopranos guapas, pero el caso es que me esperaba un camelo mediático y no lo fue en absoluto. La señora tiene una voz bonita, con cuerpo y la proyecta perfectamente; la coloratura estuvo aseada y la dramatización convincente. Se ve que tiene el papel ya muy rodado.

El tenor Iván Ayón Díaz empezó frío pero fue mejorando ostensiblemente y acabó metiéndose al público en el bolsillo. Cantó con clase, matizando y jugando con las dinámicas; los agudos sonaron bien y fueron generosos. Con todo, he de decir que el entusiasmo que le mostró el público y el bis de la Donna é mobile me parecieron un pelín excesivos; siendo como es un buen cantante, a mi juicio la materia prima no es de primerísima calidad.

El bajo Tadas Girininkas fue un Sparafucile convincente y con buenos graves, y Cristina del Barrio no desentonó como su hermana.

En el foso estuvo (sin su kipá) Daniel Oren, que dirigió con brío y dramatismo una función que fue ganando en intensidad según avanzaba. Estoy convencido de que el nivel irá a más en las próximas funciones.

La producción vino firmada por el tandem Daniele Piscopo - Carlo Antonio de Lucia, habituales esta temporada ya sea juntos, ya por separado. La ambientación y la estética fueron adecuados a la obra original de Victor Hugo. La escena estuvo dominada por una escalera gigantesca situada sobre una plataforma giratoria que iba cambiando de posición de cuadro en cuadro para representar los distintos decorados; en el último acto se partía en dos y se convertía en dos malecones entre los cuales se hallaba la hostería de Sparafucile. El resultado visual fue estéticamente agradable, con algunos tableaux especialmente conseguidos. Eso sí, el tamaño de la pieza limitó bastante los movimientos de masas y presentó algunos problemas teatrales; por ejemplo, la forma en que hubo de resolverse el rapto de Gilda.

Gracias por la crónica.

Mongolia sigue dando barítono y me parece leer que hay un tercero por ahí haciendo también sus buenos desempeños.

Ojalá apareciera un tenor de esas tierras de igual o parecido nivel, que falta hace.