Lo que no se sostiene es lo que usted, señor Gruberoviano, comenta en esta parrafada número 2. Su mente iluminada no le permite ver que Scarpia es un mala bestia temido por todos. No le permite "ver" que ha dado la orden de que a partir de estar servida la mesa, que no le moleste nadie, mandando a criados y servidores a casa o a la sala oeste de su "palacio enorme" y si alguien osa llamar o entrar a su comedor lo ultima allí mismo. Matar a Scarpia puede ser sencillo (excepto para su mente iluminada) si el barón ha bebido lo suficiente para estar más borracho que sobrio. Usted y su mente iluminada, no puede ver que la protagonista puede ser casquivana o coqueta, pero en su fuero interno le mueve su espíritu religioso...no voy a seguir porque no puedo acercarme a su mente iluminada, lo siento. Saludos.

Ayer, según me cuenta gente que participa en la producción, hubo de nuevo gritos de MARICONES al comienzo del segundo acto. No por la canción; según me cuentan los gritos empezaron cuando Passolini y Pelosi empiezan a besarse. No es el primer día que pasa en Sevilla, y esto es muy grave porque va más allá de que la producción guste o no guste. Parece que de verdad lo que molesta al público sevillano es que la producción muestre una realidad como que dos hombres pueden quererse en público. Y esto en 2023. Bochornoso. La libertad, cualquier tipo de libertad (¿y de qué habla Tosca después de todo sino de búsqueda de libertad?) está por encima de Puccinni, de Iliica, de Giacosa, de la obra misma.
De verdad que lo que está sucediendo con esta producción me parece primero penoso, y después muy grave. A pocos días del Orgullo, además.

¿Y no puede ser porque creen que no tiene nada que ver con la ópera?
Habría que ver si con Britten gritan lo mismo.

Aunque vaya por delante que yo no gritaría.

Ya estamos con los “ Orgullos específicos “?? Con lo normal y feliz que es sentirse orgulloso de sí mismo como persona o ser humano…..

He estado leyendo las críticas a esta Tosca desde el ya remoto estreno de la obra en el Liceo y, la verdad, es tan tedioso, que me he animado a participar, para aumentar posiblemente ese taedium vitae que nos embarga en todo lo relativo a este asunto.

Desde el principio, todas las tesis expuestas por los defensores de esta puesta en escena mostraban un escandaloso sesgo de confirmación: el público es homófobo y reacciona con muestras vergonzantes de homofobia ante una puesta en escena magnífica que actualiza y trae al presente una obra rancia y apolillada, como casi todo el repertorio operístico del XIX.

A pesar de que se han esgrimido todas las razones posibles (adulteraciones de la obra, absurdeces del montaje, introducción con calzador de las visiones del director de escena, deficiente desempeño vocal, pésimo plantel del voces...) no nos movemos de esa tesis. Yo soy homosexual y he visto este montaje. Me pareció pésimo. Me aburrió. Me resultó forzada la acción paralela y no me hizo pensar en nada porque lo que propone como línea de pensamiento es lo más manido que podemos encontrar hoy día: el arte y los artistas son revolucionarios (una mentira bastante palmaria), el poder busca acabar con él (normalmente lo utiliza para sus intereses como sucede con esta puesta en escena, que es una repetición del adoctrinamiento de siempre) y cualquier argumento del pasado es una antigualla que necesita respiración asistida por medio de directores de escena que tengan el argumentario actual al día, que es la piedra filosofal del conocimiento humano.

Creo que a todos, o a muchos, de los que nos gusta la ópera, Tosca nos parece un operón porque tiene todo lo que le pedimos al género: teatro y música perfectamente imbricados, belleza, emociones fuertes, y también posibilidad de reflexión, pero como se hace en arte, por medio del lenguaje artístico, y no valiéndose de la introducción de un panfleto disfrazado de gran arte o creación sofisticada. Todos esos añadidos son como repintes en la Capilla Sixtina o ponerle brazos a la Venus de Milo.

Y en Sevilla, de nuevo, el rollazo de la polémica villalobiana nos aparta de lo verdaderamente chungo: los cantantes son para echarse a correr y tirarse al río como la propia Tosca, pero al Guadalquivir ya que el Tíber pilla lejos.

Pero quizá esto no sea inocente y esté buscado ya que la polémica da publicidad y atrae al público que, por otros motivos, no iría.

Sin más, un gusto leerles.

Mire, este detalle es para no pasar por alto. Se habla tanto del montaje porque, efectivamente, el reparto (Auyanet, que ni por asomo es una pucciniana, y Costanzo, que ni siquiera me explico cómo ha aguantado tantos años cantando como canta) es de Segunda B. Pero nadie lo está diciendo abiertamente. Porque, por algo que todavía se me escapa, en el mundo de la ópera se estila poner a caldo al regista pero cuidado con los cantantes a ver si se van a enfadar, pobrecitos...

Yo podría entender que abucheasen (lo he hecho algunas veces), que gritasen insultos como vergogna tal y cual (lo he hecho algunas veces) y todo eso. Si lo que ocurre es que hay gritos cuando dos hombres empiezan a besarse, gritos de MARICONES, pues es otra cosa. No les molesta que lo que se vea no tenga nada que ver con Tosca, parece, les molestan los m.., parece.

Totalmente de acuerdo. Una cosa es el abucheo al final por la propuesta artística, y otra los insultos claramente homófobos que recogen los diarios, demostrando, además, un nivel chabacano y violento que da mucha pena escuchar en un teatro lírico, a cuyo "respetable" se le presupone cierta formación.

Tendrá sus defectos, pero la historia de Tosca funciona sola, no necesita añadidos, y argumentalmente es una obra maestra si se compara, por ejemplo, con la historia de Ernani (que acabamos de ver en Valencia)

Pues a mí Ernani me parece un ejemplo de concentración dramática, acción expeditiva y constantes confrontaciones que hacen el tesoro de un modélico Verdi temprano. "Brevità e concisione"

Por supuesto, estoy totalmente en contra de insultos y demás excesos, pero debo subrayar que el director de escena, normalmente, suele saludar exclusivamente el día del estreno. Alguien me puede señalar de qué modo manifiesta el público de las demás funciones su desaprobación hacia la puesta en escena.

Tosca es una ópera de "acción"; excepto el remanso del inicio del Acto III con el "io dè sospiri" del pastor, las campanas y la introducción orquestal, todo lo demás es acción que se produce en el escenario ante nuestros ojos. Hay de todo, si bien se insertan dúos y arias que sirven para darnos un respiro. A mí, sinceramente, me parece que tratar de dotar a la obra de un "significado" que no tiene es perder el tiempo. Otra cosa es que situemos la acción -como se ha hecho- en la Roma de Mussolini, o que Scarpia termine vistiéndose de cardenal en el Te Deum.

Yo estuve en el preestreno para menores de 30 y me fui al terminar el primer acto; en esa función, al menos hasta donde pude soportarla, no hubo polémica, tampoco me escandalicé con la escena de Pasolini porque no llegué a verla, pero estoy leyendo en toda la prensa de "mi" cuerda (moderna, progre, woke o como esté de moda ahora llamarla) una cantidad ingente de sandeces metidas con calzador para forzar una perspectiva irreal de la polémica: yo no me marché por homófobo, ni por reaccionario, ni por otra razón que porque al ver a Tosca empinarse el enésimo trago de su petaca y después comerse los morros con Scarpia me reí. Me reí, no forzadamente, me reí sin querer; se me escapó y me sentí avergonzado porque en el teatro se guarda silencio. Pero la realidad es que la escenografía por sí sola (Auyanet y Ódena fraseaban dentro de lo aceptable y no son en absoluto el camelo de Costanzo) convirtió para mí el momento más dramático del primer acto (su dolor al creer haber descubierto la traición de su amante) en uno capaz de arrancarme una carcajada involuntaria. Esa Tosca borracha, cargada de bolsas de la compra, frívola y desapasionada, que por la razón que sea aparece al final del Te Deum disfrazada de obispo, destruye el drama, destituye a Puccini y convierte la Tosca en un pastiche engañoso que se publicita como tal para después ofrecer una propuesta que no pretende más que provocar bajo la apariencia de querer ser sesuda. Si la dirección del teatro quiere sustituir la temporada de ópera por un nuevo espectáculo de teatro cantado con música de compositores de ópera, que lo publicite como tal, pero esto es un engaño y una pérdida de dinero y tiempo para el respetable. Quien disfrute de esta clase de representaciones, debería tener el coraje de producir o respaldar obras verdaderamente originales y presentarlas como tales, en vez de vampirizar el talento de gente muerta hace del palo de un siglo para "impactar al burgués", que eso lleva más o menos ese tiempo ya muy pasado de moda. En uno de sus mensajes citaba el sr. Mengíbar las acotaciones de Puccini al final del segundo acto; que él describiese la acción con esa precisión es incompatible con las libertades que se toma Villalobos, introduciendo música, personajes, subtexto y escenas completas de su cosecha. Eso es por lo que yo me fui, antes incluso del "clímax" de la producción, y me compongo que es por lo que se la abucheó en el estreno; escudarse en la presunta homofobia del público para evitar que se asuman responsabilidades por el esperpento perpetrado por un regista sin talento hambriento de atención con la connivencia de un teatro pagado con fondos públicos es lo que Lauri-Volpi llamaba "fare il cocodrilo": una cobardía indigna de quien pretende dárselas de osado.

Señor Tucker, y edito mi mensaje impropérico porque ha sido fruto de un momento de rabia, no estoy de acuerdo con usted en lo que dice, porque las experiencias de algunos, como las de un servidor, y no solo por homofobia sino también por racismo, me hacen precisamente entender el orgullo que una persona debe tener por ser diferente frente a una sociedad que teme a lo distinto.

Señores, no se vengan ustedes arriba...en uno u otro sentido.