Llevo ya un cierto tiempo sin escribir nada, y eso es porque la pereza se me apodera, la desidia me vence, pero debo derrotar al pesimismo vital que me acompaña desde hace algún tiempo con actividad y diligencia, aunque sea forzada. Por eso, aunque no escribí nada de una Incoronazione di Poppea que se me hizo demasiado larga y pesada, ni de un concierto de Juan Diego Flórez, igualico que el de Barcelona unos días antes, que se me hizo corto y ligero, me voy a forzar a escribir sobre un Don Pasquale Zuriqués flojillo.


Me fastidiaba bastante tener que ir a Suiza por motivos laborales precisamente ahora. Me iba a perder la canonización de Vinicius, Virgen y Mártir, acontecimiento planetario, sólo empañado por nimiedades como la compra de votos, o terroristas condenados en listas electorales. Vamos, cortinas de humo para tapar lo verdaderamente importante, la canonización.

Pero cuál fue mi alegría cuando me enteré de que se iba a posponer la beatificación y posterior canonización. EDITADO

Por ello se ha tenido que aplazar el proceso de convertir a Vinicius en el referente de nuestras almas. El evento será en el 2030, y además en Suiza, concretamente en Davos, oficiando la ceremonia un tal Soros. Lástima. Tendré que esperar y conformarme con el otro acontecimiento que acapara toda la atención y mueve a las masas actualmente en España: el paso de Luca por Masterchef.


Pues eso, en la ciudad más cara del mundo, y en mi escaso tiempo libre, se celebraba un Don Pasquale, siempre relajante, siempre gratificante, idóneo para el final de una estresante semana cargadísima.

Y hay que ver como siempre funciona la Commedia dell’Arte, aderezada con una música deliciosa y un libreto inteligente. La gente se lo pasó en grande, aunque los suizos se ríen distinto y en momentos distintos a los españoles, está comprobado empíricamente. Se ríen más flojito, menos escandalosamente, como con reparos. En algunos gags con poca gracia, a ellos les hace, y en algunos que a mí me parecen graciosos, a ellos no. Lo que siempre funciona son las bromas de contenido sexual (antes llamadas verdes), porque, en algunas cosas, no somos, en ningún lugar, tan distintos.

La música de Donizetti es espléndida, inspiradísima, y si lo juntamos todo, estamos frente a un capolavoro.


La puesta en escena es de Christof Loy, es como todas las puestas en escena de Christof Loy. Transposición temporal a la actualidad, espacios amplios con paredes paneladas o con papel pintado y techos altísimos, varias puertas y grandes ventanales, cuatro muebles, vestuario cuidado y elegante, el personal de servicio de uniforme, un par de maletas, gente fumando y sexualmente desinhibida. Siempre es lo mismo. Y a partir de ahí, mucho trabajo en la dirección de actores.

A veces le sale algo con sentido e interesante, a veces le sale algo sin sentido y poco interesante. En este caso, tuvo algo de sentido, pero creo que no sacó toda la fuerza dramática posible, reconociéndole momentos muy logrados. La novedad novedosa que introduce Loy, es que Norina es una suerte de ninfómana (hoy practicante de poliamor, aunque más bien de polisexo), que tiene un mínimo de 7 amantes y se la trajinan desde el Dr. Malatesta, hasta el primo falso notario, mientras Ernesto no se entera de nada y va cantando por las esquinas. Parte del público se rio bastante, pero se notaba que eran los que, o no la habían visto antes, o no tenían ni idea del argumento, ya que fue en sorpresas argumentales que alegran la primera vez. Lo dicho, a ese libreto se le puede sacar más partido.


La Philharmonia Zürich dirigida por Sesto Quatrini, estuvo tirando a chimpunera. Es una magnífica orquesta, pero la mediocridad de la noche fue contagiosa. Falta de chispa, falta de ritmo, falta de estilo. Es de justicia mencionar al trompetista que acompaña el Povero Ernesto. Excepcional.


Don Pasquale iba a ser el buen Johannes Martin Kränzle, pero al final me lo cambiaron por el cumplidor Dimitris Tiliakos y creo que salí perdiendo. No hizo nada mal, pero hizo poco bien. Buen fraseador, voz aceptable y bis cómica suficiente, pero no desternillante.


El Dr. Malatesta fue Konstantin Shushakov. Falto de italinidad, como todo el reparto, cantó bien, pero con una voz mate, sin brillo y con un vibrato acusado. Again, un desastre, no. Un triunfo, tampoco. Y tampoco es el mejor actor del mundo.


Norina fue Julie Fuchs. Juega en un peldaño superior al del resto de sus compañeros, pero, a mí, en este repertorio, no me acaba de convencer. Ya le vi, también en Zúrich, en un Turco en Italia, y tampoco me gustó. Fraseo y dicción turbia. Brillo en los agudos, no se los niego, pero no es un timbre ni reconocible ni descollante. Bien, vale, fue la mejor de la noche, pero no es una fuoriclasse. Eso sí, es buena actriz, graciosa y pizpireta.


Ernesto fue Mingjie Lei. Este sí que es un desastre. Chino que estudió en Nueva York tiene una voz ligera, pero mate y oscurecida por un engolamiento persistente. Desafina como un perro y carece que la técnica más elemental. Puede que me haya pasado, pero es que destrozó un papel encantador. El Com’è gentil lo cantó fuera de escena y sonó flojito, poco audible, por lo que mejoró.



Pues eso, falta completa de italianitá en un Don Pasquale con un griego, un ruso, una francesa y un chino. Ah, y Carlotto fue un americano.

Yo creo que lo hacen para que no les llamen racistas, que ahora, por estornudar, te apagan el Cristo del Corcovado.

Gracias por la jugosa crónica mi estimado amigo.

Ya tendré que hacer en algún momento una peregrinación a Zurigo, ahora que hay vuelos directos a esa tierra, desde este lado del charco.

Vaya, una pena ese discretito o menos, D. Pasquale! ( me extraña además que la Fuchs, buena soprano pero para determinado repertorio- Mozart, Debussy,Haendel, y alguno Barroco -, se meta a cantar esta tipología de Donizetti ).
Y por lo demás, más que interesante crónica as usual y por cierto…me solidarizo con sus nimiedades/ cortinas de humo; opino lo mismo.

Lástima, Julie Fuchs es una cantante que siempre se ha mostrado voluntariosa.