El otro día pude ver Raymonda de Glazunov en el Teatro Real. Sin duda una de las partituras más emotivas de toda la historia del ballet, la Orquesta Sinfónica de Madrid bajo la batuta de Gavin Sutherland le hace justicia.
En cuanto a la producción per se, Tamara Rojo ha cambiado la historia, de una princesa cuyo amado le salva de un indeseado pretendiente árabe, a una enfermera luchadora en la guerra de Crimea que se encuentra decidiendo entre estos dos hombres. No estoy a favor de que se tomen este tipo de libertades (y además, han cambiado el orden de las variaciones, lo cual nunca se haría en la ópera). Sin embargo, Rojo es fiel (en gran medida) a la coreografía original de Petipa. La interpretación técnica de los bailarines del ENB fue sobresaliente, y la escenografía es tradicional y no desagrada.
Rojo logra el efecto del sueño del maravilloso primer acto con un setting que recuerda a la entrada de la sombras de La Bayadera. También fue destacable la apoteosis final, donde la protagonista hace coincidir la nota climáctica con su giro hacia uno de los pretendientes, para darle la espalda e irse en las notas finales, dejando al espectador con el dilema que se ha vivido durante toda la obra. La reinterpretation de la obra creo que da mayor dimensionalidad a una protagonista quien, siempre se ha dicho, en la versión original tiene muy poca profundidad.
En general, funcionó, e hicieron justicia a esta maravillosa partitura que es, en mi opinión, de las más bonitas que se han escrito nunca. Sobresaliente para el ENB y la Orquesta Sinfónica de Madrid.
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