¿Nadie ha hablado aún de este estreno zarzuelero?

Función del 12 de mayo.

Hace pocos días, Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela, presentaba la que sería su última temporada al frente de este teatro. Desde su llegada, Bianco siguió la necesaria política de modernizar el género en lo que le ha sido posible, no solo en la creación de las exitosas temporadas del Proyecto Zarza, sino en el encargo de nuevas obras. Tras la accidentada "Policías y Ladrones", que tuvo que sortear la huelga y la pandemia, como la producción de Mario Gas de la clásica "La Tabernera del Puerto"; ahora llega "Trato de Favor", un encargo hecho a Lucas Vidal, un exitoso compositor de música para cine, y al escritor y presentador de televisión venezolano Boris Izaguirre, todo un icono popular.

Más de uno podría preguntarse qué podría salir de un encargo así. Y el resultado ha sido una historia estrambótica, con un argumento que al público le puede sonar de un caso real: Ana Mía,una diva de la música en prisión por un fraude a Hacienda. La prisión en escena no es algo que sea ajena al público de la lírica; ya en Leos Janacek compuso en los años 20 su última ópera, "Desde la Casa de los muertos" ambientada en una prisión masculina de la Rusia zarista, ni tampoco será ajena al público más o menos profano que vaya a verla: las series de televisión "Vis a Vis" y "Orange is the new Black" de Netflix, acercan al respetable en épocas recientes a la representación de una prisión femenina.

En "Las Albricias", una lejana prisión de España, la esperan la directora que está enamorada de ella, y con la que mantendrá una relación sentimental en el segundo acto, la supervisora general de prisiones que en principio impedirá que ella tenga privilegios, el hombre que la catapultó al estrellato y que es el único que cumple condena en dicha prisión por fraude, y sus compañeras, todas expectantes ante su llegada. Con este punto de partida, una historia en la que el amor (de Juan Miguel y Mayka hacia Ana Mía, y de la Venenosa a Juan Miguel), los celos, la corrupción solapada bajo una capa de aparente respetabilidad, la presencia de la televisión, resultan en una obra de humor estrambótico plagado de referencias que el público conoce, lo que aumenta la diversión. La presencia de la diva en la cárcel, y la posibilidad de rentabilizar dicha estancia por parte de la supervisora, hacen que la prisión se convierta en una especie de local de moda, con espectadores asistiendo cada noche al show de Ana Mía, quien pone de moda el estar en prisión, tanto, que no solo es elegida para representar a España en Eurovisión, sino que su actuación se transmite desde allí. Y cómo no, este es el momento en que Boris Izaguirre, aparece para presentar dicha actuación, una canción llamada "Viva la Reina Isabel". Ver esta obra el día antes del verdadera Festival de Eurovisión, en un año en el que la actuación española no despierta demasiado entusiasmo, y que además las alusiones de superar al "tercer puesto" del año pasado, lo hacen todavía más desternillante.

La puesta en escena de Emilio Sagi, con la excelente escenografía de Daniel Bianco, nos pone en situación con el decorado de la prisión que da la sensación no solo de ser más amplia, sino también de hacernos tan prisioneros como las señoras de la historia. Incluso, de hacérnosla olvidar en la reconstrucción del plató de Eurovisión, acompañados de la excelente iluminación de Albert Faura. Si hay algo que no falla es indudablemente la puesta en escena, una de las mejores del año en la temporada lírica de Madrid, y posiblemente la mejor de toda la temporada del Teatro de la Zarzuela.

La música de Vidal es una mezcolanza de estilos, en la que no puede dejar de reconocerse la música para cine, como en el preludio del acto segundo, pero también aludiendo a la música castiza como en la llegada de Ana Mía a la prisión o la romanza de su asistente y rival Chelo. Andrés Salado dirige a la Orquesta del Teatro de la Zarzuela que el martes pasado interpretó tan bien la Cuarta Sinfonía de Bruckner en el Auditorio Nacional, que acometió todo lo bien que pudo hacerse una obra de la que no hay referencias anteriores debido a que se trata de un estreno. No obstante estaba al servicio de la misma, y se veía a la orquesta entregada.


Un rol como Ana Mía, solo podía ser pensado para una gran diva. Y eso en el panorama lírico nacional lo representa Ainhoa Arteta, una artista temperamental y tan ligada a este género y a este teatro, y tan conocida por el público general por su belleza, su presencia glamurosa y sus intervenciones en diversos programas de televisión, además de su emotivo regreso a la lírica, tras una enfermedad cubierta mediáticamente, con dos conciertos en este escenario, prometiendo en el último de ellos que lejos de estar acabada, habría Arteta para rato. Es evidente que la soprano vasca, a sus 58 años, ya está en un bien entrado período de madurez vocal. Si aún mantiene el centro que con la edad ha conseguido dar más dramatismo a sus interpretaciones, el agudo es cada vez más problemático para ella. La escena de la entrada en prisión es un ejemplo claro de esto último. Pero si hay algo que se mantiene todavía firme es su garra escénica, ya que a nivel actoral, en escena es capaz de bordar el rol de diva de Ana Mía, con sus todos sus gestos, sus ademanes, para pasar al enorme drama de la escena final.

Nancy Fabiola Herrera interpreta a Mayka, la directora del centro que ama a Ana Mía. La mezzosoprano canaria dio una interpretación conmovedora de este personaje, con su bella y delicada voz, lo que contribuyó a que esta directora, lejos de dar una imagen dura, fuese la de una mujer frágil y enamorada. Amparo Navarro en el rol de Chelo, la secretaria y rival de Ana Mía dio una de las mejores intervenciones de la velada, tanto en el primer acto como en la escena final con su romanza "Mi Chanel", en la que dio unos pianissimi que con justicia hicieron que fuese muy ovacionada al final de la pieza. Destacables las intervenciones de Gurutze Beitia como Mercedes, la supervisora y corruptible supervisora de prisiones, así como Amelia Font y María José Suarez como la Colombiana y la Venenosa, dos mujeres tan perversas como divertidas. Enrique Ferrer como Juan Miguel, el descubridor de Ana Mía, y que aún sigue enamorado de ella, destacó a nivel actoral, además de que su tesitura es complicada cuanto menos, aunque su personaje tiene menos presencia en el acto segundo.

Esta zarzuela no tiene pretensiones, más allá de divertir al público, cosa conseguida por los comentarios y las risas que se oían. Algo que choca con la hostilidad que esta obra ha recibido de varios sectores, incluido algunos autoproclamados como defensores de la zarzuela. Desde su propio anuncio el año pasado como parte de esta temporada, algunos se llevaron las manos a la cabeza con tan solo ver el nombre de Boris Izaguirre en el cartel. Pero incluso después de su estreno hemos tenido críticas profesionales de tan solo dos palabras, o comentarios en redes sociales que hablan de mafia rosa, o de que los grandes autores debían estar llorando. Sobre todo porque en esta obra se glorifica al género: en la cárcel se hace un festival de zarzuela, la protagonista es una célebre intérprete de la misma y en el final se glorifica el género. Al fin y al cabo, un arte sigue vivo cuando se crean nuevas obras, con indiferencia de que la obra en cuestión tenga o no calidad o se olvide. Porque si se quiere disfrutar, no se puede ir pensando en que se va a encontrar a Bretón o a Chapí.

Estuve ayer. Un engendro infame y que ha costado una pasta. Y con dinero público! Lamentable.

Si semejante basura que parece pensada para oligofrénicos, con un texto indigno de un niño de 7 años y una música propia de un arreglista de quinta división, es lo que algunos defienden como "salvación" de la Zarzuela o pervivencia del género, es mejor que muera, pero con la CABEZA ALTA y con plena DIGNIDAD.

Ustedes mismos... pero poco parecen querer al género lírico si desean convertirlo en pieza de museo.

Como si hubiera una sola forma de entenderlo. O como si la zarzuela o la ópera, en este país, fuesen hoy en día viables sin la intervención pública, como para preguntarse "por qué" producirla con dinero público...

La vi hace unas semanas. Una lástima. La idea era muy buena, los mimbres eran muy buenos... pero todo lo que puede fallar, efectivamente falla.
Tengo a Boris Izaguirre por un gran escritor, incluso por un gran escritor de telenovelas, que es un género que me encanta. Pensé que sabría hacer algo consistente. Y, sin embargo, la trama (claramente inspirada en la Pantoja, por más que no lo esté diciendo nadie) abre tantos frentes que no se desarrollan, que no se llegan a cerrar, que uno ya no sabe a dónde va la cosa. ¿Qué hace el tenor en una cárcel de mujeres? ¿Cómo se justifica? Ok, lo puedo pasar por alto; porque es una figura en conflicto con la protagonista que entra a la cárcel y seguro que cuando se encuentren se monta un pifostio... pero ah, no se encuentran jamás, porque el buen señor se desvanece en el segundo acto. Tres cuartas partes de lo mismo con la directora de la prisión, preocupadísima por la llegada a Las Albricias de Ana Mía porque ha tenido algo con ella en el pasado, no sabemos exactamente qué (la sombra de Encarna Sánchez es alargada, claro) pero, sin embargo, tampoco esta tensión, esta relación, llega a desarrollarse. El segundo acto lo ocupa casi entero el Festival de Eurovisión, y la historia ya no va a ningún sitio hasta el giro final, que me parece de las pocas cosas que funcionan en el libreto: el personaje de Chelo, breve pero fundamental, tiene dos escenas... ¡pero qué dos escenas! Después, claramente el libreto es una astracanada (pena que en cuestiones de cohesión, continuidad y desarrollo esté tan mal escrita, porque daba para mucho) y el montaje de Emilio Sagi se queda corto, para mí se lo toma demasiado en serio... Esto debió haberlo dirigido Almodovar, los Javis o alguien que se tome la obra como lo que es: una mamarrachada consciente. No pasa nada por ello. Como el tono que impone Sagi no termina de desparramar, la cosa pierde punch.
La música puede que sea una de las partituras menos interesantes que haya escuchado en años. Tiene UN número que merece la pena (el Chotis de Chelo al final) pero el resto es un intento de tantas cosas que, en sus mejores momentos, llega a parecerse vagamente a música de una película de Disney... y las más de las veces parece una parodia de la tradición del musical americano (el concertato que claramente parodia a Mamma Mia es de vergüenza). El problema es que no sé si esa parodia que para mí es tan clara en la cabeza de Lucas Vidal es una parodia o se lo está tomando en serio. Me pega que sea lo segundo, y entonces nada funciona. Vamos, amo el musical (bastante más que la zarzuela como género) y creo que partituras como esta dan la razón a ese público que cree que el musical es un género menor; porque esto es mala música de musical, pero también mala música de cine. Sorprende que un tipo solvente (tampoco más, pero solvente es) como Lucas Vidal haya dejado esto así. De la escritura vocal híbrida mejor ni hablamos, y de la brillante idea de no microfonar tampoco. Andrés Salado hizo lo que pudo con lo que hay, que es bastante problemático: no creo que tenga la culpa del todo.
Vi el segundo reparto, básicamente porque me interesaba ver a María Rey-Joly más que a Ainhoa Arteta. Ya me sorprendió favorablemente en el Orphee de Glass a principios de temporada; y aquí se mantiene como una voz sana pese a los muchos años de carrera que lleva (recordemos que canta de todo, y solo la he visto superada por las circunstancias una vez, por un error en la elección del papel) y como una actriz muy desenvuelta. Es un elemento estimable que, a día de hoy, seguramente esté mejor que Arteta en lo vocal y en lo actoral, y debieron haberle dado más funciones. Cristina Faus no está ni en su mejor papel (lo poco que tiene) ni en su mejor noche (la voz esta vez no termina de estar todo lo liberada que podría) y Javier Tomé le pone entrega a un papel casi anecdótico. Entre los secundarios, grata sorpresa Amparo Navarro (que tiene un numerazo y lo canta muy bien) y muy (pero que muy) bien Gurutze Beitia, una actriz como la copa de un pino y la única que a nivel de código parece saber y estar cómoda en lo que está haciendo. Destacable también Lara Chaves mientras que María José Suárez y Amelia Font (más en un código de características a la antigua que poco o nada le pega a este tipo de obra) tienen que cantar bastante más de lo que parece y hacen lo que pueden con los medios que tienen.
Ni el teatro estaba lleno ni el público aplaudió demasiado. Para mí ha sido una decepción enorme. Y mira que los mimbres eran todos muy buenos. La crítica la está destrozando y el público no llena. Miren que pensé que Policías y ladrones iba a ser el epic fail de la temporada... y no sé si esto no será peor. Una pena.
Y resulta estúpido entrar en el debate de si es o no una zarzuela, de qué es una zarzuela hoy... Lo he mantenido ya con mucha gente y no llegamos a un quorum. Para mí la zarzuela es un género de museo, que lleva años creativamente comatoso. Hija de un tiempo tan concreto como pasado y con un público potencial de edad altísima. Esto es así. Como tantas otras cosas, no pasa nada. Parece que el gran incentivo del Teatro de la Zarzuela para atraer nuevos públicos es o esa cosa llamada Proyecto Zarza (que no sé qué es, pero desde luego zarzuela no) o esto (que tampoco tengo claro dónde lo catalogaría). Y desde luego esto, sea lo que sea, no va a resucitar el género en términos de producción.
Me dio mucha pena, porque iba con muchas ganas de pasarlo bien.

En realidad la zarzuela, en términos creativos, lleva muerta más de 70 años. Y no pasa nada por ello. Seguramente haya muerto con la cabeza alta y plena dignidad como dice. Lo que no termino de entender muy bien es por qué algunos se empeñan en negar que la zarzuela esté muerta. ¿Cuánto hace que no se compone UNA sola zarzuela que haya entrado mínimamente en el repertorio? Pues eso. Muerta y enterrada. ¿Con la cabeza alta? Sí. Pero muerta y enterrada.

Mientras se siga representando, ni muerta ni enterrada. Eso se lleva diciendo desde que yo ví la primera Zarzuela cuando tenía 14 años y ahí sigue y el público se renueva. Hace más por el género Elina Garança cantando Luisa Fernanda que engendros como éste. Y estamos hablando de un género, que durante gran parte de su existencia se sostuvo sin aportaciones públicas y en el que, a diferencia de la ópera, se han mantenido compañías privadas hasta hace nada.

Y si nos ponemos estrictos, aunque en ópera hay mucha creación contemporánea y últimamente muy interesante y variada, el 90 por ciento del repertorio de los teatros, la espina dorsal de casi todas las programaciones y lo que más interesa a la gran mayoría del público de ópera es el repertorio tradicional. Y en repertorio sinfónico lo mismo. El otro día la ONE programó dos obras maestras contemporáneas de Arvo Part y de Unsuk Chin (fabuloso concierto para violonchelo) y las tuvieron que acompañar de la Patética de Tchaikovsky porque si no, vamos cuatro.

Desconozco por qué una "pieza de museo" es algo peyorativo. Piezas de museo son Caravaggios, Buonarrotis, Rafaeles y Murillos, es decir, maravillas.
Si poner un moco en un papel (trato de favor) "salva" a la pintura...yo me quedo con los Uffizi, el Prado y la Pinacoteca de Brera (Chapí, Barbieri y Sorozábal).

En definitiva, podrá salir mejor o peor, pero encargar una Zarzuela a un músico, guste más o menos, de la trayectoria de Tomás Marco tiene sentido. Otras cosas, pues no, aunque concurran otras razones latentes producto de los tiempos que corren y la sociedad actual.

Yo es que no sé muy bien por qué el personal sigue admirando las catedrales y gozando de ellas --sin exigir que se creen otras nuevas para justificar el disfrute de las ya existentes-- y, sin embargo, considera como condición sine qua non para la supervivencia del teatro en general (y de la ópera y la zarzuela en particular) el que se tengan que componer necesariamente nuevas obras (aunque sean auténticas ñordas) para que el género se mantenga vivo. ¿Acaso no basta con disfrutar de lo ya creado (que es inmenso en número y variedad), y desear que se presente en las mejores condiciones posibles? Si se crean nuevas obras y son buenas, pues bienvenidas sean, pero decir que contribuyen al mantenimiento del género por el simple hecho de la novedad (aunque resulten infumables), pues... En cualquier caso, toda creación, al ser presentada en público, es susceptible de ser criticada (para bien, o para mal)...

Efectivamente Herr Alberich.

Hace muchísimo que no se compone una opereta vienesa. En mi opinión, mientras El murciélago y La viuda alegre se sigan representando, no está muerta. Entonces, el concierto más famoso del año, por el que pagan miles de euros por una entrada y se transmite a todo el Mundo está, curiosamente, dedicado a un género muerto y enterrado.

No se me ha entendido o no se me quiere entender. Me refiero a que la zarzuela es un género muerto a nivel PRODUCTIVO, porque en efecto ni se sabe desde cuándo no entra un título al repertorio. Lo de museística no lo digo como algo despectivo, sino como una mera realidad. La zarzuela es algo para gente del pasado, algo repleto de clichés difíciles de actualizar. Es muy difícil que una de esas zarzuelas hablen al público de hoy, como no hablan al público de hoy Casona, Benavente o los Hermanos Quintero (que han dejado de programarse en teatro porque han envejecido mal). Algo de eso le pasa a la zarzuela. Ha envejecido mal y pertenece a un contexto cada vez más caduco, salvo títulos concretos. Para mí podría tener sentido mantener la programación de la música pero no veo qué interés real puede tener hacer completas, con los diálogos, obras como Los gavilanes (cuyo libreto, de un machismo escandaloso, me causó estupor hasta a mí que no me ofendo con nada), La rosa del azafrán o La del soto del parral. Hablo no de la música, sino de hacer las obras COMPLETAS.
Que no se escriba zarzuela y que, de algún modo, el musical haya ocupado el nicho creativo de lo que sería la zarzuela (lo mismo que sucede con la opereta) ya es otro asunto. Que a mí haya más música que me interese en una obra al azar de Sondheim que en toda la producción que conozco de Guerrero ya es asunto mío, pero qué quieren que les diga, también es una realidad: la mía.

En absoluto de acuerdo. Y si nos ponemos con el asunto de "el público de hoy día", a gran parte no le interesa nada que huela a cultura o requiera un mínimo de esfuerzo intelectual. Anda y que le den. No se puede bajar más el listón para adaptarse a tanto cenutrio.

Que no se representen Benavente, los Quintero o Casona es un crimen. Por eso, entre otras razones, me han echado del teatro en prosa. Esa es mi realidad.

Y ya que habla de Los gavilanes, este año se conmemoran 100 años de su estreno. Éxito absoluto con llenos en no sé cuántas funciones la última vez, reciente, que se puso en La Zarzuela y ahora la ha programado una compañía privada en el Teatro Amaya. A ver cuántas ve usted representando ópera.

Hombre, ya me dirá qué tiene la mayoría de la zarzuela de intelectual. Poca cosa. La rosa del azafrán, por ejemplo, no es más que El perro del hortelano en versión paleta; porque hay que meterle regionalismo sí o sí. No podían limitarse a adaptar la obra de Lope, no; había que hacer un konzept de labriegos. Y de eso nadie se queja.
Lo del libreto de Los Gavilanes el año pasado, le aseguro que me dejó temblando. ¡Qué cosa más machista por parte de TODOS los hombres!

Muy de acuerdo con vosotros!

El problema y gravísimo error es aplicar parámetros o pensamientos actuales a creaciones de otras épocas y producto de otros contextos y sus propias estéticas. Conductas que ahora se consideran machistas, al menos por alguna parte de la sociedad, no lo eran hace apenas 20 años, imagine hace 100. El esfuerzo intelectual está en conocer esos contextos propios de la época que se concibió cualquier obra artística. Algo muy duro para una sociedad pendiente del tik tok y que adora a influencers oligofrénicos y youtubers majagranzas. De verdad, yo que me precio de conocer muy bien el Mundo de la Zarzuela no me parece Los gavilanes especialmente machista, comparada con otras obras, ni siquiera con criterios actuales. Sin embargo, hay otros aspectos de la obra muy interesantes y que me sorprende no llamarán su atención. En esta crítica se destacan

https://www.codalario.com/critica/criti ... _1_in.html

Me sorprende que hoy día se sea tan delicado con algunas cosas y que si esto es machista, lo otro es ofensivo....y sin embargo se tilde de Lope de Vega versión para para paletos La rosa del azafrán, ejemplo de la inspiración melódica única del Maestro Guerrero y que ha cautivado a tantas generaciones de amantes de nuestro género lírico.

No olvidemos que muchas de las obras musicales o literarias, incluidas muchas óperas que hoy son "top"; fueron un fracaso en su estreno o estuvieron olvidadas durante décadas, hasta que alguien les volvió a poner el ojo encima y poco a poco fueron llegando al gran público. Y esos autodenominados genios que pretenden educar al público actual, volviéndolo más pensante e inteligente, mucho éxito no parecen tener.

Otro aspecto a considerar en medio de la oligofrenia opinática actual es que probablemente el 99% de la producción artística clásica no pasa el filtro de la (descerebrada e ignorante) cultura woke, tan en boga hoy.

Vaya, ahora resulta que todas las óperas de Mozart, Verdi, Puccini e incluso Wagner entraron a repertorio, ¡pero todas todas!

Y que durante todo el siglo XIX, TODAS las ópera que se estrenaban eran fabulosas, llenas de magia, inspiración y vuelo melódico.

Y resulta imperdonable que ninguna de esas escasas 10 zarzuelas (JAJAJAJAJAJA) que se han estrenado en el siglo XXI sean obras maestras, que todos bien sabemos que antes se componían genialidades como churritos verbeneros.

Porque jamás de los jamases hubo truños en la creación operística del XVII, XVIII, XIX o XX. Pero ni uno solo ¡eh! Y miran que sus majestades no han dudado en sumergirse en la poza del hedor eterno para encontrarlos.

Toda la razón del mundo: es que es de oligofrénicos profundos.