Voy a contar mi experiencia.
Fui a la segunda representación del Abrecartas el viernes pasado comprando una entrada de última hora en patio de butacas. No conseguí una entrada por detrás o a los lados: ¡fue en las filas delanteras y bastante centrado! Para que os hagáis una idea: primera función después del estreno (es decir, la primera en la que las entradas no valen el doble) y el propio día de la función quedaban muy buenos asientos de abajo libres.
Pues bien, no solo el teatro estaba medio vacío: una parte significativa de los asistentes eran abonados. Por lo que vi, en muchos abonos de esta temporada “colaron” esta obra y, si no fuera por ello, probablemente no se habrían podido hacer ni la mitad de las funciones programadas.
La obra no me gustó en absoluto. Lo que más me disgustó no fue el libreto, ni los cantantes o la dirección escénica: fue la música. Estoy acostumbrado a ver óperas con una dirección escénica detestable, pero generalmente la música y la voz pueden salvarla si es una buena obra (como ocurrió por ejemplo con el último Götterdammerung). Aquí ocurría exactamente al revés: la música empeoró todos los demás elementos.
Debo decir que, ya antes de asistir, sabía que me iba a encontrar con música “atonal”, algo que de por sí nunca me ha gustado, pero siempre he sido partidario de dar una oportunidad a las obras nuevas. Sin embargo, el problema no era (solo) la falta de tonalidad: a pesar de llenar el foso y los palcos de la platea con bastantes músicos e instrumentos, no había propiamente una orquesta. Me explico: salvo en un par de momentos puntuales, nunca tocaba toda la orquesta conjuntamente, ni siquiera una parte de la misma: se van produciendo sonidos por parte de distintos instrumentos que se van turnando, sin que exista una mínima coherencia entre todos ellos o línea melódica. Naturalmente, la armonía no estaba ni se la esperaba, y si me apuráis prácticamente ni siquiera había ritmo. En fin, que cualquier error de los músicos pasaría absolutamente desapercibido y la música (por llamarla de alguna manera) no era nada agradable de escuchar.
Confirmo que, si bien la obra era en español y el texto bastante inteligible sin necesidad de leer los subtítulos, no se podía seguir bien el libreto sin una lectura previa. Por desgracia, no faltaron algunos toques grotescos en el empecinado empeño de politizar hasta el extremo la obra y los personajes. No niego que haya un cierto trasfondo político en la historia que se cuenta, e incluso acepto que se pueda mostrar una visión de parte al contarla, pero una cosa es eso y otra muy distinta abordar cuestiones complejas de una forma tan infantil, vulgar, hortera y cutre como se hizo aquí.
Los cantantes eran bastante buenos y los músicos también aunque, claro está, difícil es lucirse cuando la partitura es tan horrenda.
A pesar de que la obra se hacía en un solo acto, hubo varios espectadores que se marcharon sin esperar a que la representación concluyera –algo muy comprensible y que yo mismo estuve a punto de hacer–. Aguanté hasta el final y comprobé que el público pareció estar de acuerdo conmigo: fue un fracaso estrepitoso. Muchos de los que se quedaron hasta el final se levantaron justo antes de que empezaran los aplausos, pero yo quise verlos. Pues bien, nunca había visto nada igual: no hubo abucheos (algo que agradezco, por muy mala que sea una obra no me parece la forma apropiada de rechazarla) pero fue el aplauso más frío que jamás haya visto, sin ningún entusiasmo y por mera cortesía hacia los artistas, como si se tratara de una obligación. Quizás soy muy joven y me queda mucho por ver, pero me dio bastante pena presenciar semejante catástrofe.
Una vez dispuesto a salir, en la cola del guardarropa pude escuchar comentarios todavía más críticos que el mío, y las dos personas que salieron del teatro delante de mí le dieron al botoncito más rojo que ponen en la entrada para valorar la experiencia.
En definitiva –y créanme si les digo que me cuesta mucho ser tan crítico– una experiencia pésima. Si están planteándose ir les recomiendo encarecidamente gastarse el dinero en otras obras o aprovechar la tarde de cualquier otra forma.
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