Al igual que con William Christie y su ópera al año con Les Arts Florissants, al igual que con la dosis anual de Zarzuela importada del Teatro de la Zarzuela, el Palau de les Arts y su intendente Jesús Iglesias Noriega, hacen estupendamente en traer al pequeño teatro Martin y Soler, estas deliciosas obras que escribió Manuel García en Paris con el único acompañamiento de un piano, para sus amigos y alumnos de canto y que ni se sabe ni cuándo ni dónde se estrenaron, pero que son una delicia.
Se han recuperado y Rubén Fernández Aguirre, que aquí dirige el cotarro desde el piano, está haciendo un trabajo encomiable dándolas a conocer.
El avvertimento ai gelosi, es un delicioso entretenimiento. La obra, a camino entre el Clasicismo y Rossini, es mucho más Rossiniana que L’isola disabitata que tuvimos el año pasado, repleta de números corales, tercetos, cuartetos, quintetos y concertantes y con arias exigentes en coloratura y agilidad. La música tiene momentos brillantísimos y el oírla por primera vez crea una mezcla de sorpresa y de ganas de repetir, que confirman su calidad.
Rubén Fernández Aguirre, tiene que ser capaz de sacarle a un solo piano un sonido orquestal en un concertante, sinfónico en una obertura o de acompañamiento en un aria. Gran trabajo el del maestro, que no para en su hora y cuarto, ininterrumpida, de duración.
La puesta en escena, muy trabajada y muy complicada, corrió a cargo de Bárbara Lluch.
Again, no versó sobre lo que el libreto decía, sino que se interpretó un ensayo general de una compañía que estaba preparando el estreno de Un avvertimento ai gelosi. Comenzó antes de comenzar con los cantantes haciendo gorgoritos, comentando cosas, haciéndose selfies y actores entre ellos haciendo de personal de limpieza, de peluquería, de maquillaje, de escenografía y de dirección de escena.
Cuando empezó la ópera propiamente dicha, o más bien su ensayo, se quedaron actuando e interactuando con los cantantes y el director, una escenógrafa, el director de escena y un limpiador que estaba liado con la mezzo. Al comenzar, hubo un par de parones con comentarios y chascarrillos que nada tenían que ver con la obra, con la peligrosa deriva de ser la tercera readaptación seguida con la que nos obsequiaba Iglesias, pero no, el resto de la obra sucedió sin interrupciones y respetando, un poquillo, lo que el libreto indica. Lo que se interpretaba no era lo que el texto dice, si no el ensayo general comentado y con una visión cómica, pero lo que se cantaba, era escrupulosamente lo que aparece en el libreto. Parte del público lo disfrutaba y se reía de los gags que se sucedían. Yo no, pero ya es conocida mi falta de sentido del humor y por lo tanto de inteligencia. Al final todo tuvo un cierto sentido y aunque los ruidos de tanto ajetreo y el que sucediesen muchas cosas a la vez (con dos o tres historias en paralelo) molestaba algo, el resultado, sin ser óptimo, fue disfrutable.
Los cantantes fueron los del ex Centro de perfeccionamiento Plácido Domingo y que ahora dirige María Bayo. Hace unos años, cuando lo dirigía Alberto Zedda, cantaban Las Bodas de Figaro, La italiana en Argel, etc… Ahora, cantan L’Isola disabitata, Un avvertimento o Trouble in Tahiti. No digo que sea más fácil ni menos formativo, pero, creo, que proyección e interés por parte del público, como que hay menos y eso se nota en el aforo. Para compensar, el Avvertimento lo van a sacar de gira. Tiene programado el Teatro Principal de Castellón, el Auditorio de Teulada -Moraira y la Fundación Juan March, en Madrid. Vamos lo que toda la vida ha sido Roma, Paris, Londres.
Las voces, todas bastante buenas y todos los intérpretes con un excelente trabajo actoral, muy currado y convincente. Fueron:
Dos tenores.
Il Conte di Ripaverde fue el excelente Jorge Franco, sobresaliente. Ya me gustó mucho el año pasado en L’isola. Voz ligera, mediterránea, luminosa. Timbre bonito y refulgente en sus agudos. Impecable en las agilidades.
Menico fue el hijo de la Gran Bretaña Xavier Hetherington, con voz más pesada que el anterior y que, aun cantando bien, coloca la voz demasiado retrasada y, por tanto, algo velada.
Dos barítonos.
Berto fue Marcelo Solís. Algo brutico pero suficiente y convincente.
Don Fabio fue el mejicano Carlos Fernando Reynoso. Me gustaría verlo con orquesta, para ver si se oye su voz, de timbre agradable. No estoy seguro.
Una soprano.
Sandrina fue Rosa María Dávila, de voz algo oscura y mate. Muy segura y bien en la coloratura y con agudos importantes que corrían perfectamente, aunque era en un miniteatro y sin orquesta.
Y una mezzo.
Ernesta fue Laura Orueta. Canta muy poco, pero me encantó. Pizpireta, divertida, con intención y una voz aterciopelada y muy bella. En su aria de lucimiento, se lució, y es que Manuel García también se lo dejó fácil con un aria de las de para quedar bien.
En definidas cuentas, una función muy disfrutable.
No he puesto nada de suizos, porque, que yo sepa, no había. Además no me atrevo, no se vaya a ofender nadie e insulte a una gran cantante.
|