Llegando al segundo estío de la era pandémica, con las calores mediterráneas adentrándose en la población a mayor velocidad que los fluidos inyectados para remitir el desastre en el que nos hayamos, pareciera que vamos sacando cabeza. En lo que no han perdido el tempo es en seguir hurgando en el lodazal de nuestro sufrimiento para colarnos más prohibiciones y más pobreza con espíritu liberticida. Por eso, en estos años oscuros de Mordor, el arte se debe abrir paso con más importancia que nunca, con más fuerza que nunca, como libertador de espíritus y se convierte en imprescindible.
Y arte liberador es el de esas dos obras maestras absolutas de la cultura occidental que son Cavalleria y Payasos, paradigmas de la creación humana y maravillas excelsas.
Puestos a imponer caprichosamente, Cavalleria Rusticana debería de ser de obligada visión para toda la población como mínimo una vez al año, y mejor funcionaría todo. Yo estoy en una época de mi vida muy verista, en el que lo consumo sin descanso y sin pudor, quizás por la crudeza del entorno, y como no legislo, no lo impongo. Si me dejasen, lo pongo al nivel del catalán en las Baleares.
En Valencia, el Cav/Pag ha venido de la mano de la producción conocida de Giancarlo Del Monaco, con los defectos y virtudes ya sabidos y comentados: Cav en la cantera de Carrara y en blanco y negro y unos excelentes Pag muy trabajados y muy adecuados. Las novedades han estado en los intérpretes y en la utilización de las medidas sanitarias covídicas para reivindicaciones políticas, esta vez por el coro, ya que del telediario, todos aprendemos.
Es curioso encontrarse, enllegando al teatro, a miembros, miembras y mimbres del coro repartiendo octavillas vestidos para la obra y renegando en directo de nuestros gestores taifales. Es divertido departir con ellos, no de sus peticiones, ya conocidas, si no de la obra, de la dificultad, de la novedad posicional y el efecto estereofónico que ocasiona, ya que el coro, con el fondo como protesta, y la forma por seguridad sanitaria, y copiando los criterios caprichosos y técnicamente no sostenidos de nuestros amos y señores, ha decidido cantar desde las localidades laterales del primer y segundo piso, a ambos lados. Esto condiciona completamente la audición de las obras, sobre todo Cavalleria, que es una obra coral en muchos momentos. Esta disposición crea un efecto que a mí me encantó, aunque creo que no hay que tomarlo por costumbre y repetirlo. El sonido en sensurround envolvente y cercano, apabulló y arrasó con las voces solistas. En principio, las reivindicaciones del coro me la traían al pairo, aunque es un problema que ya lleva demasiado sin resolverse y se está enquistando, pero después de oírles cantar me he convertido en seguidor fiel y activista de dichas reivindicaciones, ya que cantaron como los ángeles, me emocionaron y me estremecieron. Su Inneggiamo vale el luchar por ellos hasta perder la vida si procede. Y es que pedir que el 100% de temporalidad que tienen desde su creación se convierta en un contrato estable sin necesidad de re examinarlos y ponerlos en competencia con audiciones nuevas, tiene sentido si, y sólo si, la calidad es soberbia, y lo fue.
Si tengo que resaltar a alguien más (aparte, por supuesto de a Mascagni y Leoncavallo) es a la orquesta, dirigida por Jordi Bernácer, que sin jugar caprichosamente con los tempos y alargarlos estirándolos hasta el límite elástico, como hizo Maazel, consiguió el sonido brillante, emocionante y precioso marca de la casa. Además le metió caña y decibelios en algunos momentos (cosa que a mí, me encanta) y suavidad y dulzura en otros, sin olvidar la emoción. El Intermezzo de la Cavalleria, de obligada reseña en crónica que se precie, extraordinario.
Cuando el coro y/o la orquesta se ponían estupendos, conseguían, además, que no tuviera que oír al capullo que me tocó a mí diestra y a su amante (ninguna esposa o CSDLD (compañera sentimental de larga duración), coge así a su esposo o CSDLD, ni se restrega así, ni le coloca las piernas encima de las suyas aireando sus intimidades). El muy gilipollas se pegó toda la obra comentando y riendo con su querida, veinte años más joven que él (y puede que del gremio), sin mascarilla (lo que menos me importó) y con el móvil grabando, toda, y cuando digo toda, quiero decir toda, la obra, con la luz del aparato deslumbrándome. Cuando le convení educadamente que cambiase de hábitos, me sonrió, le dijo algo a su churri y siguió igual. No daré detalles, pero vendetta hubo.
En cuanto a las voces, vamos por partes.
El omnipresente Jorge de León, no me gustó tanto como a mis compañeros y sin embargo amigos. Sigue siendo valiente, honrado, tosco y brutico. Sus agudos son refulgentes y su presencia y entrega es notable, pero la voz es excesivamente abierta y el vibrato, por momentos excesivo y me desagrada. Su bravura se adapta mejor a Pagliacci (hasta Galouzine triunfó!), donde el canto desbordado no desentona si cuidas la Giubba y la cuidó y como Turiddu, yo también destacaría su Mamma, quel vino è generoso. En cualquier caso, convierte su actuación en un espectáculo disfrutable y se gana al público.
La Santuzza de Sonia Ganassi, fue irregular, sacada a trompicones, con clase, pero un desgaste evidente; con brillo, pero llegando justa a los momentos largos o pesados.
El compare Alfio fue Misha Kiria, al igual que Tonio. No es un fenómeno, pero me gustó. Timbre bonito, mejor al subir al agudo (aunque se saltó los dos del prólogo), con voz lírica y agradable. Fraseo muy mejorable.
Mamma Lucia fue la veterana Maria Luisa Corbacho, a la que el vibrato ya se le ha descontrolado completamente.
Nedda fue una Ruth Iniesta muy buena, con poderosas razones y voz preciosa y precisa, y actuación esforzada y complicada que la sacó con buena nota.
Silvio fue un excelente Mattia Olivieri, studente fu. El dúo con Nedda, de lo mejor de la noche en la que hubo mucho bueno. Bravo.
Lola fue una estupenda Amber Fasquelle, studente sonno. A seguir así.
Peppe fue un flojo Joel Williams, studente sonno. A mejorar mucho.
Lo mejor, como el arte, la emoción y la belleza vencen a las fuerzas del mal que se intentan apoderar de nuestras mentes, de nuestro criterio y de nuestra opinión. No me acuerdo en que película ya lo he visto y acababa mal.
Saludos
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