Joyce DiDonato nos dio un regalo para los madrileños que tuvimos la suerte de asistir a su recital en el Teatro Real el miércoles 13 de enero de 2021 a pesar del covid y sobre todo de las placas de hielo que invadían los alrededores del metro de ópera, casi la única manera de acercarnos al coliseo madrileño.
Como dijo la propia diva en español: "tengo un regalo para vosotros (se refería a las propinas), pero vosotros sois un regalo para mí por vuestro apoyo a la música".
Gracias a la generosidad de Sophie Schwartz, que me regaló su entrada, me encontré dueño de un palco de entresuelo vacío, ya que el teatro registro media entrada ante la imposibilidad para los no madrileños de desplazarse para escuchar a la mezzosoprano de coloratura estadounidense nacida en Prairie Village (Kansas), el 13 de febrero de 1969.
El recital estuvo puntuado por los comentarios de la diva yanqui en una mezcla de español, italiano e inglés en los que expresó las gracias al público madrileño y al Teatro Real por la oportunidad de cantar en el coliseo madrileño y en los que recordó su debut en esas mismas tablas allá por el año 2000 en la Cenerentola de Rossini.
Pero voy al grano: la estrella de Kansas hilvanó un programa con músicas de épocas, estilos e intenciones muy diferentes, con resultados óptimos gracias a su personalidad, su dominio de la técnica y su amor por la música.
El recital empezó con la extensa cantata "Arianna a Naxos" de Haydn, una rareza nada habitual que alterna largos recitativos con arias espectaculares que a mí me dejó igual de frío que los carámbanos de la Plaza de Oriente.
Harina del otro costal fueron los Rückertlieder de Mahler, obra que la propia diva acaba de incorporar a su repertorio y que cantó completos, así que los madrileños tuvimos más suerte frente a su versión más reducida en su reciente recital en Barcelona.
Las dos últimas piezas, "Ich bin der Welt abhanden gekommen" y "Um Mitternach" me llenaron los oídos de ecos de las sinfonías mahlerianas en las que incorporó estas melodías, sobre todo en el célebre "adagietto" de la quinta, inseparable de la versión fílmica de "Muerte en Venecia" de Visconti.
DiDonato y el pianista abordaron en la segunda parte del recital piezas barrocas de Johann Adolph Hasse: "Morte, col fiero aspetto" y de Handel, la famosa "Piangerò la sorte mia" en las que la diva estadounidense nos deleitó con su dominio de la coloratura, agilidades y bajadas al registro grave que exigen ambos compositores.
Didonato interpretó a continuación "Adieu fière cité" de Les Troyens de Hector Berlioz, técnicamente perfecto, pero a mí no me acabó de convencer. Esperaba algo de Rossini, Donizetti, Bellini, Verdi o Puccini, en vez de este programa tan ecléctico.
El pianista Craig Terry lució en el último tramo arreglos de canciones como "Caro mio ben", de Giuseppe Giordani, "Se tu m'ami", de Alessandro Parisotti, "Star vicino" de Salvator Rosa, "In my solitude", de Duke Ellington o "La vie en rose", de Louis Guglielmi, que todos asociamos con Edith Piaf, en las que mezcló arreglos de jazz con el estilo clásico de las tres primeras y en las que Joyce se divirtió con un estilo más desenfadado que hizo las delicias del respetable.
Estos arreglos forman parte del reciente CD de DiDonato "Songplay", ganador de un premio Grammy y fueron los últimos del programa oficial.
De propina, "Stardust", de Hoagy Carmichael, tocada a cuatro manos al piano, "Over the rainbow", de Harold Arlen, "Voi che sapete", de las Bodas de Fígaro de Mozart y por último "I love a piano", de Irving Berlin, donde DiDonato destapó el tarro de las esencias con saltos de tres octavas que entusiasmaron al público madrileño que mostró en todo momento su complicidad con la cantante de Kansas.
Al final, aplausos y ovaciones por parte de un público entregado y satisfecho por haber podido asistir a uno de los pocos acontecimientos musicales en cartel por culpa de la pandemia.
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