Tres cuartos de entrada y gran éxito de público en la primera función de L'elisir d'amore.
Yendo al grano, el jovencísimo tenor peruano Iván Ayón Rivas resultó una sorpresa muy agradable. A diferencia de otros tenores ligeros, su voz tiene el timbre cálido y varonil que uno asocia normalmente a voces más robustas. Además, cantó bien y con entrega; su Adina credimi resultó realmente conmovedor. El público le hizo repetir la furtiva lagrima y el bis le quedó mejor que el original. Está todavía un poco verde, tiene que profundizar en los papeles y mejorar la técnica, y un par de veces dio la impresión de estar cantando con el capital y no con los intereses, pero en general tuvo un desempeño notable. Probablemente sea demasiado pronto para echar las campanas al vuelo, pero parece un cantante a seguir.
La todavía más joven soprano kazajo-italiana Maria Mudryak hizo la típica Adina soubrette-pizpireta y fue muy aplaudida. Personalmente encontré su forma de emitir la voz en exceso estridente; coloratura de aprobado. De su misma quinta, el barítono Andrzej Filoncyk sacó adelante el Belcore haciendo un uso muy inteligente de unos medios vocales relativamente modestos. Más peso vocal tuvo Simone Del Savio, quien hizo la versión baritonal de Dulcamara y resultó muy convincente tanto en lo teatral como en lo musical.
La dirección musical fue de José Miguel Pérez-Sierra y la puesta en escena de Víctor García Sierra. La producción trasladaba la acción a un circo donde Nemorino era un payaso (!), Belcore el domador (!?) y Dulcamara el jefe de pista (!?!?). Decorados y vestuario estaban inspirados en las obras de Fernando Botero, así que los miembros más orondos del coro fueron los que mejor lucieron los trajes. Se añadieron varias morcillas: cuando Nemorino preguntó por el elixir della regina Isotta la orquesta citó cierto famoso acorde wagneriano, el vino de Burdeos se convirtió en ron miel y Nemorino firmó el alistamiento con una cruz, provocando la hilaridad del sargento,
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