Abrimos hilo con el estreno del segundo reparto. Telegráfico en esta ocasión, ya que es tardísimo.
Sorpresa monumental con la repentina sustitución de Celso Albelo por
Giorgio Misseri, quien cumplió pese a que los agudos se le calaron en el primer acto, pero mejoró en el segundo.
Yolanda Auyanet se llevó el gato al agua con su gran Imogene, cantada con gusto, cierto dominio de la técnica y una voz aterciopelada ideal para el drama belliniano, aunque si bien los agudos fueron enormes al final de cada acto, algunos aún necesitan más rodaje. Con todo, una interpretación maravillosa y muy disfrutable, ovacionada por el público.
Simone Piazzola fue un noble y destacable Ernesto, pleno de voz en el primer acto y melancólico en el segundo. Comprimarios excelentes.
Maurizio Benini dirigió bien a la orquesta, sin tapar a los cantantes. Segundo acto estupendo, con un viento madera inspirado.
El coro estupendo, primera intervención electrizante, con una entrega vocal y actoral que llamaron la atención en la escena de tormenta. Intervención final solemne.
Emilio Sagi y
Daniel Bianco firman una producción onírica, minimalista, formada por espejos que a veces revelan paisajes nevados pero idílicos al fondo del escenario. La intención es intensificar el lado psicológico de los personajes y los elementos góticos de la obra. Las escenas finales de la pareja protagonista son lo mejor de la producción, donde alcanzan una gran belleza. En general molesta poco.
El teatro estaba altamente ocupado, y las expectativas altas. Las funciones estaban dedicadas a la gran Montserrat Caballé, histórica Imogene, a la que todos veneramos en ese Pirata en estudio que no es de este mundo.
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