Ignoro si dará para un hilo nuevo, pero para lo poco que ya intervengo, que no se diga.
Éxito total en el pequeño Teatro Colón que funcionó estupendamente para ofrecer una de las óperas más grandes del repertorio, bien que en versión de concierto. Supongo que la plantilla orquestal se ajustó al espacio disponible (los conocedores podrán confirmarlo)
http://www.teatrocolon.es/es/evento/don-carlo/El protagonista fue el punto débil de la función. Es sabido que se trata de un papel muy ingrato y que no suscita tanta simpatía como Posa. Además, al faltar el Acto de Fontainebleau, queda desdibujado; incluso puede decirse que musicalmente la inspiración de Verdi no vuela tan alto como con Elisabetta y Felipe. Con todo esto en contra, sin embargo el principal problema de Pio Galasso fue su insuficiencia vocal, técnica y musical (consecuencia de las anteriores). Se trata de una voz que no tiene resueltos los registros y que en consecuencia ha de cantar preparándose para los pasajes donde la línea vocal se crispa. El resultado es que puso voluntad, pero el fraseo fue muy básico y forzó casi siempre. Sólo se notó un poco mejor en “Ma laggiù, ci rivedremo”.
A su lado, Meade debutó el papel con éxito. Aunque fue al única que llevaba la partitura y la que menos “acción escénica” incorporó, representa el caso contrario a Galasso: una intérprete con una voz adecuada y una preparación técnica de primera que por tanto puede cantar e hacer música. La voz es amplia, muestra una notable igualdad en centro y agudos, siempre da la sensación de libertad, de sonido brillante que se expande sin dificultades (desde mi asiento en tercera fila, era embriagador) incluso en los números de conjunto. Los descensos al grave están bien conseguidos y soldados al centro (por ejemplo, el comienzo de “Tu, che le vanità” pasó sin dificultades). La única duda la plantean algunos pianissimi un tanto despegados del resto de la voz. Como temperamento, tiene más afinidad por lo lírico (muy bien y conmovedora el aria “Non pianger”): en los pasajes dramáticos podría hablarse de propuesta genérica a la que falta mayor rodaje, pero se apreció que tiene claro el carácter “imperial” del personaje, de gran dama del pasado. Se comentó mucho el ataque el si bemol agudo con que concluyó la ópera, prolongado hasta el último acorde pero atacado con mucha prudencia en mezzoforte y sólo crecido hasta el ff en el último segundo, con cierto apuro. No termino de compartir el entusiasmo que suscitó.
Carlos Álvarez fue el más aplaudido de la noche, gracias a un canto muy ligado y siempre generoso y cordial. La voz es rara avis en nuestros tiempos, pastosa, oscura y sonora en todos los registros. En su contra, resulta mate y siempre anclada en el mismo color y textura cavernosa, lo que naturalmente hoy en día parece mucho más verdiano que la mayor parte de voces que cantan estos papeles. Tuvo un problema menor en el dúo con Felipe, pero concluyó en una potente escena de la muerte sin reservarse nada hasta entonces, a pesar de que al hombre se le veía sudar copiosamente desde el minuto uno (el único que parecía estar levantando pesas). Mucho mejor que en el Falstaff que le vi en Málaga hace 5 años.
El Felipe II de Furlanetto se beneficia de toda una vida cantando el papel, lo cual se apreció en la propiedad del acento, en particular la arrogancia de las escenas “públicas”. Furlanetto acentúa la diferencia con la cara privada del rey, que propone como un hombre angustiado, casi desesperado, pero sin caer en histrionismos, al menos no demasiados. La voz y el canto ya se sabe que están lastrados por una emisión durísima, ingrata por no decir otra cosa, pero que conserva la sonoridad plena en toda la gama a pesar de la edad. En su solo “Ella giammai m’amò” se vieron intenciones, pero la voz no se puede plegar al legato y las dinámicas suaves de la escritura y yo hablaría de anticlimax. Estuvo mejor en el dúo con el Inquisidor, en particular por la amargura de la primera sección (“Carlo mi colma il cor”). También en el dúo con Posa logró transmitir esa impresión de un hombre que trata asuntos personales que tienen una trascendencia mayor. La voz es la que es, pero hay oficio en el decir en cada situación.
En un nivel inferior, Elena Zhidkova, voz más bien de soprano corta que canta además toda la tesitura con una “posición” afalsetada, agradable y clara, pero sin metal en el agudo (además apurado) ni “grano” en los registros medio e inferior, aunque la igualdad está conseguida y es resultona. Un poco la típica mezzo actual que se convalida para todo. Sí se aprecia intención en el acento y clara dicción. Su resolución de las florituras de la Canción del Velo no fue brillante.
El resto del reparto se completó con un Inquisidor de voz ventrílocua en el grave pero más libre arriba, lo que hace pensar sobre su condición de bajo profundo (además, ver a todo un Inquisidor manoteando para expresar su disgusto en el dúo con Felipe no termina de parecer buena idea), un muy buen Monje (solemne pero con patetismo, sin querer parecer tremendo) y un Paje agradable y elegante que seguramente habría hecho mucha mejor Voz del Cielo que la escuchada, que sugirió de todo menos una transfiguración en paz de los herejes.
Kamal Khan llevó la narración con buen ritmo, sin caídas ni efectos fáciles. Hubo misterio, por ejemplo, en la introducción de los metales. Desde mi posición no se puede juzgar demasiado bien el equilibrio entre secciones y con las voces. En la escena de Felipe II faltó un poco de intensidad al solo de violonchelo. Desde luego transmitió sensación de concertación entre los protagonistas, de visión unificada del drama. La sección femenina del coro no empezó demasiado bien la escena del Auto de fé pero todo fue a mejor rápidamente. La situación del coro en los palcos laterales creó un efecto inolvidable. Si no me equivoco, se contó con más de seis voces para los diputados flamencos.
Sólo añadir que últimamente se han leído cosas sobre "Don Carlo" en el foro que me parecen increíbles. Es una música sobrehumana, por momentos creía que me iba a dar algo.