Gracias a MartiT por hacer la crónica que yo sería incapaz de escribir
Ver a Vekua de Sigfrido fue un dolor (horrible el vestuario), empezó desafinado y gritando, aunque luego mejoró. Por el contrario, la Brünhilde de Stéphanie Mutter ganó fuerza, en en el último acto estuvo estupenda.
Alberich (Zoltan Nagy), que tenía unos pies enormes que se veían desde el último piso, cantó muy bien con una voz preciosa, pero parecía el hijo de Hagen.
Impresionante la música fúnebre, y muy bien los coros. La orquesta también creo que se fue conjuntando con el paso del tiempo, al principio sonaba un poco deslavazada, eché de menos la música sin fin de Wagner.
No había puesta en escena, ni reggie, ni nada. No era una versión concierto, en teoría, pero para el caso como si lo fuera. El autor del "concepto visual", del que no puedo opinar, porque desde los pisos altos no se veían las proyecciones sobre el fondo del escenario, fue Carlos Wagner. Leí que el problema del montaje era (entre otros, sobre todo el financiero, imagino) que no cabía tanta orquesta en el foso, por lo que la colocaron en el escenario. Y los solistas, sobre el foso. De hecho, se unieron dos orquestas: la Sinfónica del Principado de Asturias y la Oviedo Filarmonía.
Aprovechando el anonimato del foro, he de confesar que me dormí un poco en la inmolación (no tengo perdón). Mantuve el tipo, pero perdí la consciencia. Es que yo ya tengo una edad y esas horas de la noche (¡las doce!) siempre me duermo. O sería el bajón de azúcar, no sé. Había mucha gente joven a mi alrededor que hasta se sabía las letras.
Una reivindicación: los señores que programan los horarios podrían tener piedad de la gente mayor, que nos tenemos que retirar pronto, y somos mayoría.
Y por último: una gran aplauso a la ópera de Oviedo por atreverse con El Ocaso y por seguir en la brecha. Animo pasarse por Oviedo, una ciudad muy disfrutona, que además estaba en fiestas, y con una ópera asequible.