Iolanta, la bellísima ópera de Tchaikovsky, última de las suyas, se pudo ver y escuchar ayer en Les Arts en versión escenificada. Hace unos años se trajo la que se estaba representando por aquellas fechas en el Teatro Real, pero en versión de concierto, con lo cual nos libramos de la horrenda producción que aquella soportaba. La que se vio aquí, con un omnipresente velo sobre el que se proyectaban imágenes de relativa belleza, cumplió con el precepto que impone el cambio de época en toda producción que se precie, con lo cual la atmósfera de cuento (“Érase una vez un rey que tenía una hija muy buena y hermosa, pero la pobre princesita era ciega, etc, etc”) desaparece por completo ante unos personajes vestidos con ropas traídas de casa, cada uno la suya, claro. No sé si será así, pero lo parece. Buena parte de la acción sucede en una especie de cubículo que representa la estancia de Iolanta situado a bastantes metros de la boca del escenario, con el consiguiente perjuicio para la proyección de las voces, pero afortunadamente los cantantes se defendieron bien. En conjunto, la producción no molestó.

El reparto, íntegramente eslavo con la consiguiente ventaja en cuanto a la idiomaticidad, cumplió con creces mostrando un nivel bastante por encima de la discreciòn. Cantaron en papeles menores (no demasiado “menores”) Gennady Bezubenkov (Bertrand), Andrei Danilov (Almerich), Marina Pinchuck (Marta), Olga Zharikova (Brigitta) y Olga Syniakova (Laura). En los principales, Lianna Haroutunian (Iolanta), Valentyn Dytiuk (Vaudemont), Boris Pinkhasovich (Robert), Vitalij Kowaljow (Rey René) y Georg Hakobyan (Ibn Haqia). Todos ellos dotados de medios suficientes en cuanto a timbre y volumen, estilo correcto y suficiente soltura escénica. Se aplaudieron todas las arias, y de manera especial el espléndido dúo de Iolanta y Vaudemont, con su emocionante final.

El Coro y la Orquesta, en su habitual nivel de excelencia bajo la pulcra dirección de Henrik Nánasi.

En conjunto, una función que dejó muy satisfecho al público, generoso en los aplausos finales a los intérpretes, y que constituyó un auténtico descubrimiento para los que no conocían la obra.

Y estupenda, como siempre, la compañía de los ilustres foreros Dufol y Gato Montés.

Calificación: Notable.

Gracias por la detalla reseña estimado amigo.

Saludos.

Rubini escribió:
> Gracias por la detalla reseña estimado amigo.
>
> Saludos.

+1 ( en las recientes Butterfly liceisticas, la Haroutounian estuvo muy notable )

Segunda representación de Iolanta, ópera de Chaikovski de corta duración (1 hora 35 minutos ) y muy poco representada. Con esta duración y al ser domingo, empezar a las 18,00 horas y no haber entreacto, al final de la tarde ya estaba en casa, mi esposa me ha mirado sorprendida preguntándome que de donde venía.

Después de las diferentes criticas y opiniones de estos dias, en las que todos coincidian en el gran nivel de esta producción, al principio me ha decepcionado un poco, no se si ha sido por lo pronto de la hora o por el estatismo, pero parte del comienzo de la obra no lo he disfrutado (creo que me faltaba la siesta), después sí, y es que tiene momentos extraordinarios y de una gran belleza. Especialmente el duo de la escena de amor, y la escena final son motivos suficientes para no perdérsela.

Y yendo al grano, el conjunto de todo (cantantes, Orquesta, Coro, montaje) ha dado el resultado de una buena tarde de ópera. No extraordinaria, pero si de un nivel muy aceptable.

Los cantantes en su conjunto han estado bien, pero entrando en el detalle de los principales los he visto así :
Lianna Haroutounian (Iolanta) ha estado muy bien, ya conociamos su calidad y buen hacer, su voz es dulce y suficiente con unos agudos que destacan, ha ido sobrada.

Valentyn Dytiuk (Vaudemont) para mí ha sido la sorpresa de la noche, es un chaval de 28 años, que por lo que se le ha visto, si mantiene el nivel que se le aprecia y pule algún defecto propio de los comienzos, puede ser un cantante importante de los próximos años. Voz y cualidades tiene para eso.

Boris Pinkhasovich (Robert) ha sido otro de los triunfadores, buena y potente voz con transmisión y buen gusto, muy bien.

Vitalij Kowaljow (René) ha estado bien, aunque para mí un punto por debajo de los anteriores, ha cumplido sobradamente.

El resto todos correctos y sin desentonar.

El Coro aunque no tiene una gran participación ha estado en su nivel, o sea muy bien.

La Orquesta ha vuelto ha demostrar su nivel, sobre todo cuando al frente está un Director como Nánási (hay que recordar que en su momento, en una encuesta entre los componetes de la Orquesta fue el más votado) que sabe sacarles toda la calidad que tiene este estupendo grupo de músicos.

El montaje no ha molestado demasiado aunque a mí me ha parecido un poco estático, pero después de las “cosas” que se hacen hoy en dia ha estado bien, eso si, con las chorradas que ya hemos visto en otras ocasiones de las linternas tocando el violón.

Estoy totalmente de acuerdo con la nota que le ha puesto Jose Luis, nuestro Presidente. Un Notable está bien.

Quiero más! Quiero ver más óperas como ésta, pequeñas joyas injustamente poco representadas, y hay muchas (de Chaikovski, Rimsky, Korngold... y muchos más), por eso aplaudo la valentía de Les Arts de todos los años programar al menos una de ellas junto a otras de repertorio con el riesgo que entraña de no tener "sold out", pero vale la pena.

Estamos con esta Iolanta ante lo mejor de la temporada en Valencia y si alguien no ha ido y tiene ocasión de hacerlo aún queda la representación de mañana día 31, un consejo, no os la perdáis. Es una obra de una belleza indescriptible que te atrapa desde el minuto uno. Lo tiene todo, arias, duos, una partitura preciosa con Chaikovski en estado puro y es muy sencilla, ideal para llevar a verla a ese amigo que todos tenemos que ve esto de la ópera como algo muy complicado.

Hemos contado en Valencia con un reparto eslavo joven y muy homogéneo. El que sea eslavo ayuda mucho para estas obras, es la pura verdad, y entre ese reparto destaco al Robert de Boris Pinkhasovich, barítono de voz rotunda y gran volumen que proyecta muy bien, le auguro un gran futuro. La Haroutounian estuvo mucho mejor que en su Tosca anterior, con agudos brillantes y buen centro, pero me pasó con ella lo de la otra vez, no me transmite, es algo fría. René fue en esta función Mikhail Kolelishvili, típico bajo ruso de graves profundos, como a mi me gustan, Valentin Dytiuk cantó muy bien su papel de Vaudemont (algo estático actoralmente) y el médico de Gevorg Hakobyan cantó muy bonito en su aria.

¿Triunfador de la noche dentro de un muy buen nivel global? Nánasi, sin dudas. Qué maestria la de este joven húngaro con una maravillosa orquesta que le quiere y a la que él quiere (me encantaría se convirtiera en el director titular en un futuro), qué matices extrajo de la partitura (la cuerda en el aria del médico sonó a gloria bendita), metales y maderas a un nivel excepcional, y así toda la noche.
El coro muy bien y la puesta en escena me gustó, aunque con mi pandilla de dioptrías reconozco que esas telas por delante de los cantantes para hacer proyecciones pues como que me molestan bastante.

En resumen, una excelente noche de ópera de la que salí encantado y que os recomiendo de corazón, en la que conté con la inestimable compañía del amigo Mandryka que estoy seguro también disfrutó. Viva Chaikovski!

Buenas crónicas,un maldito catarro me ha impedido disfrutar de esta Iolanta,pero disfruto también de leerlas y de observar que la calidad prevalece.A seguir

Estuve en la última función de Iolanta en el Palau de Les Arts de Valencia. Me pareció una ópera realizada con calidad y equilibrio en todos sus apartados. Todo resultó excelente: coro, orquesta, cantantes, dirección de escena y dirección musical. Ojalá Henrik Nánási se convirtiera en el director musical de Les Arts. Este húngaro no es un vulgar "agitapalitos" sino un buen director que sabe lo que tiene entre manos y cómo tratarlo. No en vano fue el más votado por la orquesta en aquella consulta que llevó a la dimisión a Fabio Biondi. Si la orquesta le quiere tanto, por algo será. Dirigió Iolanta con sensibilidad, con atención a las sutilezas de la partitura. sin estruendos, acompañando al canto con delicadeza y obteniendo un resultado superlativo de la mejor orquesta de todos los teatros de ópera de España.

Sabiendo que la acción de la ópera se había traslado del Siglo XV al XIX, acudí con prevención, pero he de confesar que me gustó la propuesta de Mariusz Trelinski, al menos es efectiva y no molesta ni despista. También me pareció bueno el trabajo en la dirección de actores, que se tradujo en un eficaz movimiento e interactuación de los personajes.

Vayamos con el elenco. Por supuesto mi opinión se basa en lo escuchado en la fila más alta del teatro, donde, una vez más, el sonido llegó con la claridad y el empaste de la mejor grabación discográfica.

Lianna Horoutounian (Iolanta), una soprano lírica con una voz bonita, uniforme y bien proyectada. En la Tosca del año pasado, en contra de otros criterios, ya me gusto bastante, pero en Iolanta me ha gustado más.

Valentyn Dytiuk (Conde Vaudemont), un tenor con grandes posibilidades, he leído que tiene 26 años, su físico puede superar en breve al de Pavarotti, pero con una caja torácica de superior corpulencia. Cantó el papel con menos apuros que el tenor que lo interpretó hace unos años en el Liceu, con Anna Netrebko, Valery Gergiev y los cuerpos del Marinsky. Este joven tenor me pareció suficiente tirando a bueno y, por su edad, prometedor, tiene tesitura, volumen y timbre. Tiene que pulir y perfeccionar, pero ya quisiera yo encontrar tenores así en más ocasiones, además la línea de canto era buena tanto en él como en los demás. No cantaban cortando las frases, dando empujones, apretando en las notas cómodas, sino dando continuidad y sentido al texto y a la música. A veces aparecen algunos "peganotas" que dan el pego pero cantan poco y mal.

Boris Pinkhasovich (Robert), un buen barítono, de timbre más claro que oscuro, con un volumen notable y una voz que corre y se expande por la sala, que canta con gusto y soltura. Daba gusto oírle. Creo que también es muy joven. No hay biografía suya disponible. Por el apellido supongo que es de Rusia o alrededores, por eso llama la atención que su timbre suene más latino que eslavo. Otro cantante muy prometedor.

Mikhail Kolelishvili (Rey René) el único personaje que ha contado con dos cantantes en el reparto. El que yo escuché tiene una voz con resonancias guturales, cantó bien, aunque los sonidos cavernosos no sean los más agradables.

Gevorg Hakobyan (Ibn-Haqja) , un barítono con una voz menos brillante que la de Robert pero igual de buen cantante, en su aria me pareció un excelente y comunicativo fraseador, supongo que la música de Tchaikovsky también contribuyó a ello.

El resto no desentonó. Por mencionar sólo a uno, Gennady Bezzuebenkow (Bertrand) mostró, en su breve intervención inicial, una bonita voz de bajo. Se trata de un cantante que está al final de su carrera, que sigue cantando bien y que, por lo tanto, resulta muy adecuado para encarnar personajes comprimarios.

La obra merece más atención de la que se le presta. Hay que agradecer a Les Arts que, aparte, de lo de siempre, haya programado esta ópera. Tchaikovsky escribió una música de gran calidad para el libreto de su hermano Modesto, basado en el cuento de la hija del rey René. Y en Les Arts han hecho una representación excelente. Como suele suceder, el público papanatas huye de lo que desconoce y, una vez más, salvo el jueves, la sala tuvo muchas butacas vacías. Esta actitud del público podría llevar a los responsables del teatro a no arriesgar, con lo que estaríamos condenados a ver en bucle La Traviata, Madama Butterfly, Rigoletto y La Bohème. ¡Qué horror! Dios nos libre. No porque estas no sean buenas sino porque escuchar siempre lo mismo es muy reduccionista y empobrecedor.

Me alegro por los buenos comentarios hacia la dirección d Nánasi, ya que será el director previsto en diciembre para el doble programa CAVALLERIA / PAGLIACCI en el Liceo ( aunque la Orquesta del Liceo no es , desafortunadamente,la de Les Arts )

Llego tarde, pero llego, a cronicar esta pequeña maravilla que es la última ópera de Piotr Ilich Tchaikovsky.
Iolanta, es una joya salida del taller de orfebrería de Tchaikovsky, una pura delicia, una obra de delicada y agradable degustación.
Y en Les Arts, por segunda vez, hemos podido disfrutar de ella, cosa que es de agradecer, y agradezco.

Nada más llegar al teatro me topé con la odiosa troupe de Nibelungos caza autógrafos que reside en el Nibelheim de Les Arts, molestando a los artistas e importunando a los que se interponen entre ellos y sus caprichos y se me atragantó la expectativa. Y es que cada vez que les veo lucho entre la arcada y el sopapo con mano abierta, no puedo con ellos. Pero quizás por el contrapunto que supuso ver a Radamés, que surfea con sabiduría entre ellos, la arcada se diluyó y la noche se convirtió en el enorme disfrute de una gran función.

La versión escenificada de este año ha sido una versión muy equilibrada en las voces y un acierto quasi completo del programador, si es que, en este tiempo de transición, existe. El haber contado con voces eslavas hizo que el resultado fuera excelente, y que pudiéramos comprobar de forma empírica que lo que vale para Tchaikovski, no vale para Puccini y que los mimbres que compusieron una mediocre Tosca se convierten en una excelente cesta en Iolanta. Y es que cuando se trata de Borises, Vladimires, Olgas y Svetlanas, la guturalidad y el acento adecuado viene de serie, que no sólo de italinidad vive el hombre. Una delicia de noche en la que casi todos se lucieron en su aria, el inmenso dúo funcionó perfectamente y la apoteosis final brilló, como no, con un coro maravilloso.

La conducción del favorito Henrik Nánási fue brillante. Sabe manejar a esta orquesta con maestría, la conexión es evidente y ella le responde con sonoridad limpia y transparente, y con belleza en todos los palos. La cuerda, la madera y los metales (que bonitos son los metales cuando suenan bien) sonaron con sentido y equilibrio. Además, Nánási cuidó las voces de forma evidente en su atención y sus gestos.

Las voces, lo dicho, eslavas y adecuadas:

La Iolanta de Lianna Haroutounian con brillo y dominio, suavidad y belleza. Gran interpretación de un papel que le encaja y que domina. Poco más que añadir a lo ya escrito.

Vaudemont fue el jovencísimo Valentyn Dytiuk, voz muy bella aun sin pulir, diamante en bruto, de tosca (no Floria) interpretación y aún más torpe aliño indumentario rozando lo ridículo. Amigo (que es) de los bollicaos, de movimientos poco agraciados y vestido de soplagaitas, sólo podía enamorar a una ciega, y lo hizo con una hermosa voz. A seguir en el futuro.

El Rey René fue el bajo profundo Mikhail Kolelishvili, que, aunque es Moscovita, su familia debe de ser del mismo barrio de Tbilisi que Anita Rachvelishvili, donde a mí se me conoce como Mandrykashvili. Bajo cavernoso, de estas voces abisales ex sovieticas que tanto nos gustan cuando descienden al infierno del quasi eructo. Muy bien.

Robert fue Boris Pinkhasovich. Espléndido en su desempeño y luciéndose en su aria con un agudo prolongado y squillante para el aplauso fácil, aunque merecido. La menos eslava de las eslavas voces.

Muy bien también Bertrand Gennady Bezzubenkov, talludito cantante, que me da la sensación que es de los que ha forjado una carrera con el pico y la pala.

Las tres simpáticas doncellas, Marina y las dos Olgas, encajan de forma impecable. Marina Pinchuk fue Marta, Olga Zharikova fue Briguitta y Olga Syniakova fue Laura. Buenas cantantes y encantadoras personas.

Andrei Danilov fue un correcto y casi anecdótico Almeric.

Y dejo para el final al peor, Ibn-Haqia que fue Gevorg Hakobyan. No fue un desastre, pero nunca me ha gustado, es tosco y de voz insuficiente. Y lo tenemos abonado al Palau. Ya me pareció en su día un flojo Amonasro, un flojo Paolo, un flojo Scarpia y en Iolanta, también me pareció flojo médico marroquí.

La puesta en escena de Mariusz Treliński es una bobada que aporta poco o nada y discurre con una perenne tela entre los cantantes y el público para escasas e insulsas proyecciones y que molesta a la visión sin dar nada a cambio.


En fin, una gran noche y una gran ópera.

¡Viva Tchaikovsky!