Está claro que a Don Davide Livermore le gusta Britten. Como también está claro que The Turn of the Screw para quien esto escribe no es la ópera que eligiría para escuchar en casa una tarde de sábado, mientras ordeno los sellos o me fumo una pipa (el típico anuncio nescafé, vaya). Dicho lo cual, esta tarde he disfrutado de una gran sesión de ópera en la sala Martín y Soler, la sala pequeña.
La música de Britten, es como es. Yo no soy un experto, pero algo tiene cuando desde la inquietud que provoca, te va captando. Hay momentos bellísimos, como cuando suenan las campanas, y otros del todo desasosegantes. El final pianísimo todavía me acompaña.
La historia está planteada con un ritmo narrativo que te atrapa desde el primer momento. Una historia muy bien contada, con ritmo, fácil de seguir, que te oprime cuando es necesario, o te traslada a otras dimensiones -paranormales- cuando así lo exige el guión.
Y, at last but not least, la escenografía. Para mí, sobresaliente para don Davide. Cómo con tan poco se puede hacer una escena tan imaginativa. Ese movimiento de la caja escénica con tan sólo tres paredes consigue transmitir todos los sentimientos de agobio, desesperación, incomprensión, soledad… ¿miedo?, que conviven en esta ópera. Sí, es algo encabalgado, poco a poco, hasta que da la última vuelta de tuerca. Muy bien el título.
Además del juego de las paredes, … las sombras. Cuánta sugerencia con tan poco. Y los propios fantasmas. ¿Son reales?, ¿le acompañan a uno?, ¿los descubre la institutriz o son fruto de ella?... Da para muchos debates de "opera forum".
Vayamos a las voces. Era una representación, “didáctica” dice el programa oficial (qué afición a educarnos, leshesss); lo que significa que los cantantes son del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. Porque lo dice el programa, porque por esos teatros de Dios hay muchos cantantes de postín que no lo hacen mejor que estos.
Cabe varias menciones especiales: en el papel de la Institutriz, Karen Gardeazabal, mexicana, la vimos ya por aquí y nos gustó (en todos los sentidos) en L´Elissir que abrió pretemporada. Magnífica. Un papelón, bien cantado, bien interpretado y con un muy hermoso instrumento. Vayamos a verla siempre que venga, debe de estar a punto de dar el salto a mayores.
Nozomi Kato, como Mrs. Grose, cumplió ampliamente, como también Andrés Sulbarán (Peter Quint) o Marianna Mappa, como Miss Jessel. Muy bien esta Marianna.
Mención especial para el jovencísimo, un chaval de 14 años, William Hardy (Miles) que aún conserva una preciosa voz blanca y que tiene unas tablas soberbias. Lleva junto con Karen el peso de la obra. Además de cantar como un ángel, un ángel caído podríamos decir, se mueve en escena como lo que es, un gran actor.
En definitiva una ópera que a nadie deja indiferente (¿no es la ópera una expresión artística que genera emociones?), desasosegante por momentos, enervante … pero en todo momento te atrapa la atención. Caramba, sin un pero.
Radamés y un servidor bravearon al final. Al sr. Dúfol le perdí a la salida. Ellos practican "camerining", yo me fui a casa y mis hijos estaban viendo una película de Harry Potter. Curiosamente en un momento me recordó (padres muertos, recuerdos confusos, fantasmas que surgen de la nada…) a la vida en Bly que nos cuenta Britten, basada en la historia de Henry James. Ay, estos ingleses.
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