Función del día 27.
Desde que la vi anunciada en la programación de esta temporada me dije que no podía perdérmela. En cierto modo, era como rendir un homenaje personal a mi admirado y añorado
Gerard Mortier, quien llevó esta producción por todos los teatros que gestionó, y manteniéndola en cartel por más de treinta años. Un recuerdo de una era en el Teatro Real no tan lejana en el tiempo, aunque ya los aficionados estamos en otro capítulo de la historia del nuevo Real. Una etapa caracterizada por la discusión, pero también por la presencia de obras interesantes (y algunas imprescindibles) en cartel que de otra manera nunca lo habrían estado. Pero la vida continúa, y la ópera también.
A Mortier le gustaba mucho esta ópera, y a él se debe también que la producción firmada por
Ursel y Karl-Ernst Hermann se haya convertido en un clásico. En un principio, la presentación de esta producción en nuestro teatro en 2012 iba a ser la última según el belga pero recientemente se ha visto también en Venecia y ahora de manera sorprendente vuelve a programarse en este mismo escenario. El Real rinde así homenaje al difunto gran director artístico, aunque en lo personal hubiera preferido que se repusiera el Così de Haneke, otro de los grandes éxitos de los últimos años y de todas las gestiones de Mortier. Y en el programa de mano, se le dedican estas funciones.
Leyéndome a mí mismo hace cuatro años, recuerdo esta producción como una con gran dosis de teatralidad y belleza plástica. No obstante, ahora la encuentro un poquito más simple pero también puede que influyese el asiento donde estaba (y el sueño que da empalmar del curro al teatro algunas veces

). La dirección de actores sigue siendo uno de los puntos más interesantes. Nada más entrar en la sala vemos de nuevo el telón con el cielo de color azul oscuro y la corona de laurel del emperador colgando de un gancho y en el foso de la orquesta unas escaleras blancas que imitan el mármol de los edificios imperiales que llevan al escenario. Toda la obra, como ya se ha podido ver, transcurre en una sala blanca espaciosa poco amueblada y acristalada, con tres enormes puertas que se abren dando vista al mundo exterior. El telón con motivos celestiales se ve cada vez que cae para indicar cambios en escena, que además da juego para que con la iluminación enfocada en el artista podamos ver escenas muy íntimas en los personajes. Además, también descienden por las escaleras al foso de la orquesta en alguna ocasión una vez terminada su intervención.
Heredera de una época en la que el concepto regietheater estaba en plena ebullición, pero también experimentación, se puede decir que no pierde su esencia clásica, por ejemplo en lo referente al vestuario (salvo en el caso de Servilia) o en la aparición de elementos como la columna en el acto segundo en la que Annio encuentra a Sesto o la aparición del trono. Al menos hoy estaría vista como "muy clásica". De nuevo, hay que decir que es interesante la separación entre el mundo exterior (Roma) que se ve detrás del decorado, del mundo de conflictos de los personajes que es representado por lo espartano del escenario que vemos. Así, las puertas se abren para que al final del primer acto se vea un bosque de columnas que evoca al Capitolio o un paisaje vagamente marítimo en la aparición de Servilia. Otro dato estético que me parece interesante es la caracterización del coro, con el rostro pintado de negro y vestido de blanco en el final, como si se tratase de un primitivo rito funerario (aunque el libreto indique la pompa y celebración del Anfiteatro).
Me sorprende el personaje de Tito. Un hombre que debe dirigir un gran imperio, que es una divinidad, es en realidad un ser frágil quien a pesar de la traición su corazón le lleva a perdonar. Un hombre atormentado y lleno de aristas, y como en la Elisabetta del Devereux, la obra afirma que un soberano no suele vivir para sí. No obstante este montaje me ha fascinado en algo: si bien Tito se mantiene compasivo y capaz de perdonar, esta dirección nos presenta a Sesto y Vitellia completamente destrozados. Pero cuando la obra termina Sesto intenta dirigirse a Tito pero éste le rechaza tajantemente. ¿Será que el perdón es peor que la ejecución? ¿Que ahora Sesto y Vitellia tendrán que vivir en público y privado con la amargura de haber traicionado al césar que les amó incondicionalmente y que una vez se baje el telón la relación con Tito queda para siempre destruida? ¿Que la clemencia de Tito es realmente su venganza?
La dirección de actores como ya he dicho anteriormente está muy bien trabajada.
Christophe Rousset dirige una versión ágil que obtiene de la orquesta un sonido mozartiano y bastante agradable. La obertura y los demás momentos orquestales fueron dirigidos con vigor y se mantuvo en ese nivel durante la función. El coro bien como siempre.
En mi función interpretaba el segundo reparto, del que ya había leído bastante y bien. Aunque había leído que fue mejor que el primero, lo que sí puedo asegurar es que ha sido mejor que el de 2012. Y lo más gratificante es que dos protagonistas de peso sean españoles, lo que indica que tenemos voces que sí pueden afrontar este repertorio.
Yolanda Auyanet fue una grandísima Vitellia. Voz que se deja oír, con dominio de la coloratura y hasta portadora de unos graves considerables y buenísima actriz. El
Deh, si piacer mi vuoi fue para el recuerdo.
Maite Beaumont fue también un gran Sesto : bien actuado y bien cantado. Toda la escena final del primer acto fue simplemente memorable. Y la capacidad de recitar puede compaginarla con una actuación creíble y trágica.
Bernard Richter fue otro de los triunfadores de la noche. Menudo Tito. Una voz que parece correr por todo el teatro, que suena a la de un tenor lírico y que suena a mozartiano, algo complicado hoy. Ya desde el primer momento supe que cualquier comparación con Yann Beuron o Christoph Prégardien iba a resultar odiosa para ellos. El
Se all'impero fue un momento sublime y bien cantado, nada que ver con la contención de Beuron hace años. Creo que en Mozart es el mejor tenor que he oido en vivo en mucho tiempo. La actuación fue sublime.
Sophie Hamsen cantó a un magnífico Annio, que se oye bien y suena bien.
Anna Palimina hizo una notable Servilia y
Guido Loconsolo a quien en 2012 califiqué de "canino" no estuvo nada mal para mi gusto aunque la voz sigue teniendo algún toque desabrido pese a su potencia.
En cualquier caso, sus interpretaciones han logrado aunar buen canto con buena actuación. Felicidades a todos.
Han pasado cuatro años, y el Real es otro. Un servidor también es otro. Dicen que recordar es volver a vivir, y en algunos momentos he recordado el entusiasmo latente que caracterizaba a la era Mortier, y he sentido nostalgia. Hace cuatro años esta ópera era la inmediatamente anterior al escándalo de C(h)oeurs y al interesante experimento pop de Marina Abramovic. Hace cuatro años en el Real la escena operística en Madrid era un campo de batalla para las discusiones, nunca antes se había hecho tanto ahinco en la ópera como un arte también reflexivo. Personalmente creo que las temporadas 12/13 y sobretodo la inolvidable 13/14 fueron mejores que la escandalosa 11/12 en la que esta Clemenza se presentó pero a nadie le queda duda de que fuese un éxito esta producción. Y ahora ha sido recibida calurosamente.
Si Mortier no hubiera fallecido, en este 2016 habría concluído posiblemente su mandato. ¿Cuántas más cosas interesantes habríamos tenido en el Real de no habérselo llevado la muerte? A veces echo de menos el ambiente de vanguardia y experimentación, de nuevas lecturas y reflexiones y hasta de juventud que se vivía en aquel maravilloso Real.