Alguna pincelada sobre lo que aquí se debate. Yo tengo una premisa bien clara, en el 80% de los casos si no me dejara los "mitos" en casa no iría a casi ninguna ópera actualmente, especialmente las de repertorio. Sin embargo, veo muchísimas funciones al año y soy capaz de disfrutar y encontrar algún aliciente, aunque me tope con cantantes que no cumplen con los mínimos rudimentos del canto y la emisión o no posean ni de lejos la vocalidad que exige un papel, todo lo cual poco tiene que ver con ningún mito, sino que son carencias de salida muy graves. Norma es un papel emblemático para soprano assoluto, o también llamada sfogato o ahora "Drammatica d'agilità" (el término que menos me gusta). En el siglo XX sólo ha habido una cantante que recuperara esta vocalidad. Se llamó Maria Callas, que aunque aquí se nombren otras sopranos es la única Norma que cubre todos los aspectos del personaje tanto en lo vocal como lo interpretativo. Otras como Caballé, Sutherland y demás... tienen sus virtudes, pero están muy lejos de la divina. Dicho esto, un servidor ha visto 17 Normas en vivo y en algunas he podido disfrutar porque la protagonista, aún lejos de la vocalidad exigida, me ha ofrecido algunas virtudes, al menos una sólida técnica, una personalidad, una musicalidad, una sabiduría, un material de calidad..., y/o ha habido Adalgida o Pollione....
Ayer ví el llamado primer reparto de la Norma que se está representando en el Real. Un rollo. Agresta con todo el centro abombado, falseado, pretendiendo cantar con una anchura que no tiene. Penalizada con ello la flexibilidad y el agudo que ya era tensionado de siempre. Pobre el primer acto con una agilidad trabajosísima (no canta la segunda estrofa de "Ah bello a me ritorna" cuando se interpretaron todos los da capo en el resto de la obra), algo más asentada en el segundo, en el que la coloratura se atenúa. Adalgisa aburridísima en su corrección. EL mejor, como siempre, el abuelo que junto a la Devia que viene el Domingo confirmará que los sesentones son los que sacan las castañas del fuego. Kunde áfono en el centro, ajadísimo tímbricamente, transmite el ardor juvenil por los acentos que no por el timbre. Pero conoce el estilo, es musicalísimo y añade variaciones tanto en la segunda estrofa de la cavatina como en la de la cabaletta. Un muermo la dirección del Abbado malo. La orquesta se convierte en sus manos en una plana cinta de karaoke que se limita a acompañar el canto sin aportar nada, ni crear atmósferas ni tensiones, ni el mínimo asomo de fantasía. Y refinado, pues tampoco es.
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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