Técnica, técnica, técnica, control, sabiduría, inteligencia... mimbres básicos para labrar una larga carrera y poder afrontar papeles, en un principio, impensables e inapropiados para los propios medios vocales.
De todo ello ha hecho gala Mariella Devia (nacida en 1948) en su larguísima y fructífera carrera y explica cómo puede afrontar de manera tan satisfactoria un papel como Norma. Después de haber presenciado su debut en el papel en Bolonia (Abril de 2013), el sábado acudí a Valencia y escuché una nueva lección de inteligencia. Una encarnación basada en el canto, en la pureza del legato de alta escuela, la afinación impecable, el control absoluto de las regulaciones dinámicas, la ausencia de ninguna forzadura. Lógicamente, el timbre de la Devia ha perdido tersura y brillo, la agilidad, magnífica aún, ya le pesa un tanto, y el agudo ya no tiene ese squillo, esa punta deslumbrante de antaño. Menudencias, en cualquier caso, ante una encarnación en la que la soprano lleva el papel a su terreno, que no es otro que el del dominio de todos los resortes del canto más ortodoxo, lejos de la intensidad dramática, la expresividad lacerante, la garra o el temperamento volcánico, códigos que nunca han sido los suyos. Brava!
Russell Thomas con apariencia de Otello, retomó la tradición de los Polliones recios, rotundos y viriles. La de la línea Del Monaco, Corelli, Ortiz, Giacomini, Mauro, Merolla, Martinucci, etc... Voz potente, resonante, caudalosa,con sonidos percutientes, de timbre nada bello, pero no molesto, en poder de un cantante de expresividad limitada, siempre vibrante y fogoso, el Pollione guerrero, pero muy poco del Pollione enamorado, que expresa poética e idealmente su amor por Adalgisa mediante la sublime escritura Belliniana. Ni el agudo está resuelto técnicamente, más bien atacado por las bravas, obviando el pasaje de registro (se fue al do de la cavatina con escasa fortuna y conato de stecca), ni los escasos intentos de canto piano acaban en otra cosa que un sonido desapoyado y desvaído. La armenia Varduhi Abrahamyan lució también material suntuoso, paso al agudo problemático y canto correcto con un fraseo que no destacó ni por su variedad ni por su refinamiento.
Como decía, deslumbrante como siempre la prestación de orquesta y coro. Unos cuerpos estables propios de Viena, Londres o Munich, que uno ha agradecido tener a escasa hora y cuarenta de Madrid. Lo he disfrutado de lo lindo todos estos años y espero seguir haciéndolo lo que se pueda. Pero también cabe debatir si Valencia por población, número de funciones por temporada, afición y tradición operística puede permitirse unos cuerpos estables propios de Viena o Munich.
Livermore demuestra una vez más, que con poco dinero, buena imaginación y un habilísimo uso de las luces y proyecciones (siempre usadas con mesura, nunca excesivas ni invasivas) se puede hacer una producción fiel al libreto y voluntad de sus creadores, sin rayaduras mentales o "genialidades oligofrénicas", sin necesidad de folleto de instrucciones, y sin que nadie pueda llamarle rancio. Sólo cabría achacarle el recitativo "Sediziosi voci" que Devia (que nunca ha sido dueña de una vozaca) debe abordar sobre el árbol y demasiado retrasada en el escenario. Afortunadamente, el árbol avanza a la parte delantera y desde allí ya ataca el "Casta Diva".
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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