Por desgracia, Tomás Marco no escribe regularmente las críticas de los estrenos del Real. Les recomiendo que empiecen por la suya:
http://www.elmundo.es/cultura/2014/01/2 ... b458a.html.
Verán que no pasa nada por decir alguna cosa, por no ser insufriblemente trivial. Él dice bastantes en pocas palabras.
No sabía nada del tal Wuorinen y busqué un poco en la selva de internet. Encontré con sorpresa varias obras que me parecieron brillantes, enérgicas, de un lenguaje que quizás no es muy personal, que construye fundamentalmente sobre terreno ya hollado, pero que lo hace con inteligencia, con gusto y con frescura. Lo que he oído del Wuorinen sinfónico (en el sentido de no operístico) me ha interesado bastante. Y lo mejor de Brokeback Mountain me ha parecido lo que sale del foso, creo que se puede atender con mucho agrado. A mí me sabe mucho a Berg, otras alusiones no he sabido verlas tanto. Si subimos la orquesta a las tablas y licenciamos a los cantantes se obtendría un producto a disfrutar. En cambio, creo que se nota en seguida que no es un autor que sienta lo teatral. Construye su música, una buena música, y sobre ella yuxtapone lo vocal, que no parece sentir, que le queda mucho más flojo y que además no acaba de integrar.
No es
Die Eroberung, que me parece, en comparación, una gran obra. Allí hay unidad y hay, desde luego, un lenguaje propio muy atractivo. Aquí el funcionamiento como ópera es relativo, porque lo vocal es grisáceo, desvaído, flojo, se parece a
The Perfect American: nada de complicados vinos, amigos, esta noche toca sencilla fanta. Hay momentos más bajos que otros. En algunos se puede atender algo a lo que pasa en las tablas. Creo que me parecieron menos mustios las mujeres hablando de la boda, los amantes
a letto, o la escena con los padres del vaquero muerto. En muchas otras prefería atender sólo a la orquesta, que creo estuvo bien dirigida. Los cantantes cumplieron con la irrelevancia de sus papeles. Es imposible saber si tienen cualidades, sus papeles no las piden.
En lo que disiento con Marco es en su valoración del libretto. Yo no veo en él absolutamente nada. La afamada pulitzer se debió sentar en un rato de ocio y pergeñó un esquemita: 'Dos vaqueros se conocen cuidando ganado. Tienen lo que denomina 'sexo rápido'. No atreviéndose a romper con las convenciones sociales, se casan (con chicas, no entre ellos). Añoran de vez en cuando revivir aquellos momentos. La montaña simbolizará el deseo incontrolable'. Muy bien, para un escritor normal es un punto de partida como otro cualquiera, el trabajo de verdad empezará entonces: insuflar vida a esas cuatro líneas todavía muertas. Para la Proulx es en cambio el punto de llegada, ya está, se limita a rellenar el esquemita con los diálogos más insulsos que pueda imaginarse. '¿Qué hay para cenar? Hamburguesas con cebolla, pollo frito, doritos'. Todo es así. Me extrañó que alguien no pidiera una tirita o preguntara dónde está el abrebotellas. La pasión se describe como la imaginaría una virgen. Nadie habla como gente sencilla real (no hay Hucks) sino como un burócrata literario no muy despejado imagina que habla la gente sencilla. Meno mal que son homosexuales porque si fueran chico y chica la desnudez del libretto sería hiriente.
El montaje es insulso, pobretón, sosaina. Nada es de tarjeta roja, pero no creo que nadie gaste preciosa memoria en recordarlo. La proximidad al Tristan nos permite ver en las mismas semanas obra de Viola y obra de un imitador. El imitador no es del todo torpe, pero no tiene una idea verdaderamente plástica, ilustra con imágenes algo previo, no hay intensidad. En ese sentido, es más apropiado para un escenario, no come protagonismo.
Gustó. No se llenó el teatro pero había menos huecos que en el Rihm, con más público internacional del habitual. Se abucheó levemente a los autores, pero en seguida dominó la ovación general.
Vela del Campo insiste en su línea meliflua, sin que falte el consabido panegírico al inefable pequeño gran hombre. El libretto es para él impecable. No sé qué le gusta más, si lo inquietante o lo impecable. Confude a Edward Hopper con Denis Hopper.
Téllez dedica la mitad de su intervención a explicarnos el tratamiento de la homosexualidad en el cine. Como es habitual, nos señala terceras disminuídas y asociaciones entre los personajes y notas, algo que en seguida puede luego percibir el espectador. Y apunta a un misterioso paralelismo con el Cosí.
En fin, si no son sólo oyentes de ópera, creo que les valdrá la pena. Wuorinen me parece un autor verdaderamente estimable.