DON GIOVANNI (W.A.Mozart) Teatro Real, Madrid. 6 de Abril de 2013 Rusell Brown (Don Giovanni); Kyle Ketelsen (Leporello); Christine Schaffer (Anna); Ainhoa Aretata (Elvira); Paul Groves (Ottavio); Monjca Erdmann (Zerlina); David Bizic (Masetto); Anatoli Kotscherhga (Comendador)
Dimitri Tcherniakov (director escena y escenografía) . Coro Intermezzo, Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección musical: Alejo Pérez. Tormento para los oídos que no tanto para los ojos. Representación para olvidar cuanto antes. Una de las mejores óperas de la historia, si no la mejor (“Don Giovanni” siempre era la que ocupaba la primera posición en aquellas listas de “las diez mejores óperas sin repetir compositor” con las que uno jugaba a confeccionar con amigos aficionados a la lírica), no puede ser ofrecida por un teatro de primera, o de segunda o si quiera de tercera, con un reparto de cantantes tan extraordinariamente flojo.
Los solistas navegaron entre lo desafinado y chillado, caso de Christine Schaffer, o entre lo inexistente, sordo y gélido, caso de la pareja Masetto – Zerlina, encarnados por David Bizic y Monja Erdmann. Uno de los recintos partícipes de esta coproducción, la ópera de Toronto, es posible que haya sido la que recomendara el porte del protagonista, Rusell Brown, habitual en sus carteleras. La próxima sugerencia, mejor que se la ahorren, porque nos han sacado a un tenor sin agudos, ni graves, negativo de dicción y ausencia total de proyección en toda la tesitura de un role de bajo-barítono, cuerdas que ni de lejos representa el cantante protagonista de la noche. Anatoli Kotscherga se sumó a su partenaire a la hora de afear canto y escupir la pronunciación. Pero aún el listón se puede bajar más, de eso ya se encarga Kyle Ketelsen con un “Leporello” nunca antes tan entubado, de voz tan horripilante como baladí en caudal por no hablar de gozar de un timbre más seco que el ojo de la Inés (esta expresión la decía mucho mi difunto padre). Pero, como decía Super-ratón, no se vayan todavía: queda ya el colofón del catálogo de despropósitos, que no de “Leporello”. El premio se lo lleva con toda justicia y merecimiento el vergonzoso hasta lo ofensivo “Don Ottavio” de Paul Groves. Con decir que el menor de sus pecados es el cutre y feo paso al falsete de toda nota que supere o iguale el Mi, es suficiente. Como broma, está bien. Como cantante de ópera… ahí queda.
Al final de la representación saludaron todos en grupo, quizás oliéndose la todstada en forma de broncas uno a uno de todos. Una decisión que podríamos llamar solidaria, pero tal adjetivo solo corresponde a Ainhoa Arteta, la única cantante que salvó los muebles musicales de una noche muy triste para la memoria de Mozart allá donde repose ésta en una fosa común. La cantante tolosarra vive una segunda juventud en que está llegando a los mejores niveles de su larga carrera que ha tardado tantos años en aterrizar en Madrid donde su debut operístico fue el pasado año. El contexto para trazar una “Elvira” digna y bien cantada era horrible, tanto en el resto de solistas (poco ayuda esto a un cantante) como por otro de los grandes fracasos de la velada: Alejo Pérez, responsable de una orquesta a la que llevó por los derroteros de la confusión, y el caótico y sin sentido agresivo de unos cambios de tempo con los que precisamente parecía que trataba de matar a la buena de Ainhoa en su aria del segundo acto. Arteta solventó un examen lo cual tiene doble mérito teniendo que superar tantas trabas ausentes a su responsabilidad directa como intérprete lírica. Fue la única que arrancó aplausos cargados de algo, aunque sea poco, de calor.
La verdad es que yo me pongo en la carne de estudiantes de canto o cantantes tratando de buscar oportunidades residentes en Madrid que pudieran estar en el aforo, y es para cabrearse y frustarse de verdad. Si hay que salir de la piel de toro para buscar intérpretes dignos del recinto y el presupuesto de calidad lo representan Groves, Brown, Ketelsen, o Bizic, debe ser realmente triste, pero triste para llorar a lágrima perdida verlo delante de tus narices. Yo, por el contrario, les animo, porque estoy 256% seguro que se puede confeccionar un "Don Giovanni" infinitísimamente mejor tirando con cantantes que andan por aquí (los cuales encima ni hay que pagar transporte ni hotel y de cachés mucho más competitivos) o no muy lejos (Arteta sería la única que podría mantenerse).
Al parecer en el día del estreno el respetable focalizó una bronca, según cuentan de poco parigual en la nueva etapa lírica del Real, en el trabajo escénico de Dimitri Tcherniakov, aunque algún cantante no se fuera de rositas tampoco, pero estos, digamos, como actores secundarios a la hora de recibir palos. Pues en mi opinión la ideal director escena y escenógrafo no es para nada un error, y tiene un recorrido teatral durante de la obra que roza momentos de auténtica originalidad y genialidad. Transgrede el libro original creando vínculos familiares entre los siete protagonistas, y llevando el contexto al actual, con el resultado de mostrar una comedia de enredo que efectivamente funciona y muy bien… bueno, no al 100%. Hay momentos resueltos con brillantez para su propósito, por ejemplo, la fiesta de la boda de Zerlina y Maseto, transformada en una reunión casera con bebidas de jóvenes con disfraces, ella va de novia, e irrumpe el padrastro de ella, Don Giovanni en esta producción, que luego se ve semi atrapado en las redes seductoras de Zerlina, que es digamos una niña golfita. Y es que, la vuelta de tuerca al asunto también reconvierte a Don Giovanni desde un ser que termina en el infierno en personaje por momentos tierno y desde luego más víctima de su mujer (Elvira), hijastra (Zerlina, hija de Elvira) y prima política (Anna) que ellas de él. Y también de Leporello, familiar enterado que vive en la casa donde toda la acción transcurre. Cuando digo que no todo termina de estar hilvanado de forma sobresaliente es porque falla tanto el final del primer acto como el de la ópera. No se sabe ni entiende bien qué pasa en la fiesta de las máscaras y el final no está logrado ni bien pensado porque para empezar, no se comprende. Y es que son los momentos de confusión, porque todo lo descrito, (y aún mucho más detalle que se va viendo a medida que avanza la obra) que a priori parece un acervo de blasfemias, el espectador lo va a captar al instante, sin necesidad de guiarse por libro o manual previo alguno, salvo estos momentos. Creo que si al final Tcherniakov insiste más en la trama de Don Juan como cornudo de Leporello con su mujer, la cosa cobraría más enteros y terminaría de hilvanar del todo una idea que insisto, es buena y funciona. Todo, como se ha dicho, transcurre en un salón de una casa lujosa, de preciosa decoración, muebles y lámpara de auténtico capricho, e iluminación extraordinariamente trabajada y ofrecida.
En este mismo escenario hemos visto producciones ofensivas, feas, provocadoras, tomaduras de pelo, trabajos teatrales incomprensibles o inexistentes… de todo (y también de todo bueno). Ni de lejos, este “Don Giovanni” por su aspecto pura y exclusivamente visual se encuadra entre las 30 ó 40 peores escenas que aquí hayamos podido ver, entra las que sí entraría y hasta en el top5 de las peores, sin ir más lejos, su puesta precedente sucedida hace algunos años cortesía creo recordar de Luis Pascual. Evidente es que a todo purista radical que no se deja de rasgar las vestiduras en cuanto a Wotan le quitan el parche, esta producción le va a turbar, pero no va a encontrar ni un solo pretexto que busque la provocación, recrearse en ordinarieces o invitar al espectador a la confusión y al complejo de verse superado por argumentos metafísicos de inalcanzable llegada para el mortal. Desde luego, para quien escribe, no se justifica ni de lejos la bronca a Tcherniakov como responsable de una idea brillante (que incluso de puede mejorar) y de unos decorados preciosos. No se reprodujeron estas reacciones el día 6. Tampoco sucedió lo contrario: más de uno estaba buscando su momento de gloria en el aforo para desplegar bufidos y se quedó con las ganas al respecto. Eso sí, guste o no, se esté de acuerdo o no con todo lo visto, ni Tcherniakov, ni el mejor director de escena y/o escenógrafo de toda la historia, pueden levantar un “Don Giovanni” con un plantel musical como el descrito, cosa que sí se puede suceder al contrario: es la prioridad en la lírica.
Entre números reinó el silendio con algún reproche a Groves tras "Il mio tesoro" y la excepción de Arteta que confirma reglas. Y al cierre, aplausos mínimos, casi absurdos, y a casa que llueve. Besos NICO.
_________________ Harmoniously, NICO
Última edición por NICO el 08 Abr 2013 11:45, editado 1 vez en total
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