Yo vi el ensayo general; siendo así, mis impresiones sobre las voces habrá que ponerlas en cuarentena (aunque parece que se confirman mis impresiones) porque ya se sabe que en los generales los cantantes pueden cantar a voz, o no, o hacer lo que les venga en gana.
Dicho lo lo cual, procedo a decir que la puesta en escena es una burda tomadura de pelo, pedante, inconexa y carente de cualquier interés dramático. Tcherniakov parece no saber hacer otra cosa que desarrollar sus montajes en salones bien vestidos, pues es lo que hizo con Macbeth y lo que hizo con el Onegin. Los coros, por supuesto, le molestan, así que los saca al foso o donde sea. Igual que hizo en Macbeth, en momentos como la lectura de la carta, se limita a coger escena por escena y hacer exactamente lo contrario a lo que dice el libreto. Que Don Giovanni se esconde a oír a Donna Elvira, pues lo ponen delante y ella le canta a la cara; que aparecen tres enmascarados, pues él los pone sin máscara a medio palmo de Don Giovanni; que Don Giovanni habla del tacto y el olor de los dedos de Zerlina, pues él lo pone a dos metros sin apenas tocarse... Disparates, uno tras otro. Y si por lo menos todo respondiera a una clara línea, se mantendrían, pero la obra sea cae por todas partes. Me sentí hasta insultado. Ojalá tuviera el maravilloso sarcasmo de Tip para poder decir todo esto sin dejarme llevar por la ira
Por supuesto, el apartado de cantantes no ayudó en absoluto. A Russell Braun se le intuye un bello timbre; las solapas de su abrigo camel lo podrán corroborar, poca gente más. Christine Schäfer, al parecer, estuvo; lo que yo vi era una soprano soltando gritos y ajena al drama (lo cual, por otro lado, es lógico). Arteta me decepcionó, y siendo una cantante que me gusta, quiero pensar que su incomodidad con el montaje acabó por superarla. Paul Groves, forzado de principio a fin, con tres o cuatro colores distintos y apurado. El Leporello de Kyte Ketelsen basto, con buen material, pero rudo y monótono. Mjca Erdmann muy mona ella, aburrida como ella sola. Igual que el Masetto de David Bizic, probablemente contagiado del estatismo impuesto por la escena, ya que se intuía una buena voz. Kotcherga, como siempre: ruido garantizado, al menos se le oye.
La dirección de Alejo Pérez, inexistente. La obertura empezó con unos tempi incoherentes, aun cuando me gustó alguna dinámica. La orquesta sonó deslabazada y a banda de pueblo.
En fin, que Mortier diga que en España no hay cantantes y nos traiga eso, es suficiente para pedir su dimisión inmediata (limitándonos a reacciones democráticas). Mientras, en la Zarzuela, repartos íntegramente españoles (con todos los reparos que quieran ponerles ustedes) cantan a diario una obra enormemente comprometida. Un insulto
PD: quería haber llevado la cosa con más humor, pero me he ido encendiendo en el proceso y me ha quedado una cosa agresiva. Añado un emoticono gracioso pa desengrasar