Sutherliano escribió:
Alberich el Negro escribió:
Muy bonita. De muy buen gusto esa Bohème noruega, con Mimì como enferma (¿terminal?) de cáncer. Tan terminal como está el género hoy día gracias a los regisseurs...
No he visto nada de esa Boheme, la verdad, pero no puedo dejar de haceme (sorprendido) dos preguntas:
- ¿En serío piensan ustedes que la Boheme de por sí es de "buen gusto"?
- ¿En serio piensan ustedes que en la Boheme poner a Mimi (personaje enfermo y teminal -tan terminal que se muere, vamos) como enferma de cancer y terminal es de "mal gusto"?
Si la respuesta a ambas preguntas es sí, no hay más que discutir, porque es absurdo: simplemente partimos de una visión de la realidad tan diferente que no llegaremos a ningún lado. Claro que a lo mejor antes tendríamos que preguntarnos ¿qué es el mal gusto?, y tampoco nos pondríamos de acuerdo en eso.
Lo que no puedo dejar de hacer es negar absolutamente tantas veces como haga falta que la ópera como género esté terminal ni nada que se le parezca. Puede que en unas cosas estemos peor que nunca, y en otras seguro que estamo mejor que nunca.
Apocalípticos tiene la Iglesia
Se me había perdido completamente este hilo, pero recordaba haber visto por algún sitio que el amigo Sutherliano rebatía un comentario mío, a propósito de esta repugnante, polémica (a propósito) y manipuladora
Bohème de Herheim (que no de Puccini-Illica-Giacosa). En todo caso, me alegro de haberlo encontrado (gracias al último comentario de Gino), porque no deseaba dejar sin respuesta el comentario de un compañero.
A sus dos preguntas, amigo mío, he de contestar afirmativamente. De modo que el debate, como usted mismo señala --aunque un poco retóricamente me parece a mí, pues estoy convencido de que le encantaría disputar conmigo sobre esta cuestión-- queda así cerrado de antemano.
1º) Sí.
La Bohème --la fetén, la buena, la de Puccini, vamos--, claro que me parece una obra llena de buen gusto y delicadeza (como, por otro lado, solían serlo casi todas las obras del compositor de Lucca, por muy tremendistas que fueran algunas de ellas: pienso, básicamente, en
Tosca cuando digo esto). Si usted se fija bien comprobará que las situaciones enojosas y desagradables que encontramos en ellas siempre responden a una exigencia del libreto y, además, están pasadas por el filtro de la belleza melódica arrebatadora de Puccini. De modo que rara vez resultan de mal gusto o desentonan. Pero es que, además, la mayoría de las veces el compositor (y sus libretistas) nos ahorran lo duro de la muerte o de la agonía. Piense, por ejemplo, en
Madama Butterfly, o en
Manon Lescaut, cuya protagonista casi se deja morir (de tan en silencio como fallece), en el suicidio --humilde y recatado de la
"povera Liù", o en la propia
Bohème, donde Mimí fenece rodeada por el cariño y la comprensión de sus amigos, sin un aspaviento, ni un quejido; casi sin vérsela sobre el escenario (metida, como está, en su camita). La excepción --ya digo-- serían esas muertes terribles y sensacionalistas de la
Tosca (tres, nada menos, además de la mención al suicidio de Angelotti).
2º) Por el contrario, la propuesta de Herheim no sólo es de mal gusto (y oportunista) --de un oportunismo repugnante, que aparece barnizado por la supuesta utilidad de una "actualización" de la temática relativa a la enfermedad: en el siglo XIX lo típico era la tisis, en el nuestro lo es el cáncer--, sino porque al rebufo de la misma se desnaturaliza por completo el argumento del libreto que Puccini musicó pensando en esas (y no en otras) situaciones. Esto es lo más grave para mí, desde luego, por encima del rechazo que me pueda producir ver encima del escenario a una persona muriéndose de cáncer. Ya..., ya sé que la muerte de Mimí por consunción, según el libreto original, tampoco tenía que ser demasiado agradable en la realidad. Pero, ya ve usted, he tenido la fortuna de no tener que presenciar muertes por tuberculosis en mi entorno familiar, lo que, por desgracia, no ha ocurrido refiriéndonos al cáncer. Así es que... Por cierto: ya puestos, Herheim podía haber especificado que Mimí se muere de SIDA, o del "Mal de las vacas locas", que son cosas también muy actuales. O, mejor aún, del virus del Ébola, así nos habría podido mostrar (con pelos y señales) la terrible agonía de los enfermos de esta patología (con sus hemorragias y todo), presentándonos la idea, por ejemplo, como el trasunto de una denuncia contra la actual situación de injusticia que vivimos por causa de la crisis económica y bla, bla, bla... Muy en el estilo reivindicativo y "socialistoide" de todos estos renovadores de la ópera que padecemos en Europa: Herheim, Tcherniakov, Mortier, Konwitschny, Bieito, etc.
En resumen: este montaje es un ejemplo paradigmático de lo que en Norteamérica llaman --y con toda razón, a mi modesto entender--
"Euro-trash" (es decir, "basura europea"), para referirse a ese tipo de producciones que --como la de Herheim-- más parecen hechas para dar publicidad al director de escena que las pergeña, antes que para servir a la propia obra. Unas puestas en escenas realizadas, en definitiva, para
"épater les bourgeois" (o a los amantes de los mensajes subliminales) y no para engrandecer el género.
Para finalizar, y en cuanto a mi referencia a la "terminalidad" de la ópera actual, repetiré algo que ya he dicho aquí en alguna otra ocasión: mis reproches contra las actuales puestas en escena no son gratuitos, ni productos de una manía particular, sino que responden a la conciencia bien clara de que son responsables, en buena medida, de la decadencia del género, pues han ido imponiendo unos criterios estéticos y dramáticos en la ópera que han llegado a primar por encima del todo lo visual, consiguiendo alterar, incluso, hasta los buenos preceptos del canto. ¿O acaso dudan ustedes que es, en gran medida, por la imposición de estos nuevos tiranos del género que son los
regisseurs el que se haya terminado dando primacía sobre los escenarios a caras y cuerpos bonitos --más creíbles, según ellos, escénicamente--, antes que a buenos y sólidos cantantes, afianzados por años de estudio y aprendizaje, aunque fueran menos agraciados físicamente? Al margen, por supuesto, de otros factores que también han incidido en este cambio de orientación.
Por cierto Sutherliano: si de criticar estas pamemas escénicas se trata, soy de lo más "apocalíptico", desde luego. Pero si de lo que estamos hablando es de respeto por el género y de propuestas inteligentes que cuiden la obra de sus verdaderos creadores --tampoco es necesario que los dioses del Walhalla vayan vestidos con cascos de cuernos y pieles--, entonces considéreme entre los más "integrados" (por seguir el juego de Umberto Eco).
Un saludete.