Para empezar a comentar la obra, habría que señalar que “Mirentxu” es una ópera vasca nacionalista estrenada en 1910, y que fue encargada por la Sociedad Coral de Bilbao allá por 1909 en un intento de impulsar un teatro musical nacionalista (un auge sobretodo en Bilbao que debió ser tremendo en aquella época) tras el éxito tremendo de “Maitena” de Charles Colin.
La Sociedad decidió encargar tres obras a estrenarse en la próxima temporada a tres jóvenes músicos; dos de ellos todavía estaban estudiando con D´Indy en Paris: Usandizaga que compondría "Mendi Mendiyan“ y “Mirentxu” a Guridi. La tercera obra que desconozco totalmente fue "Lide eta Txidor“ de Santos Intxausti.
El gran problema de “Mendi-Mendiyan” y “Mirentxu” reside en la prisa que se debieron de dar libretistas y músicos en componer la ópera; y tal como sucede en la obra de Usandizaga (cuyo libreto y sobretodo, música, están a unos niveles muy superiores a Mirentxu) acaban resultando ser unas obras carentes de una trama interesante, que cuente una historia más allá de un costumbrismo que ya estaba pasado de moda el día de su estreno.
La musica de Guridi tiene momentos dramáticos muy bellos, pero el libreto no permite nada más, porque realmente es lo más insustancial que he visto nunca: Mirentxu está tísica perdida, quiere a Erraimundo, que es el ahijado de su padre; éste ve bien que los dos mozos se casen. Pero Erraimundo ama a Prexen, la amiga de Mirentxu, y ésta también quiere a Erraimundo, pero no quiere hacerle daño a Mirentxu, y al final, se acaba muriendo Mirentxu.
Todo esto sin un desarrollo de una idea a lo largo de los 110 minutos, con escenas sueltas, sin unión casi entre ellas. Como siempre, aparecen escenas típicas vascas como la romería, los coros de Santa Águeda, los cuentos a los niños pequeños, y una muerte dolorosa.
Sin duda, lo más interesante de esta reposición es la puesta en escena de Emilio Sagi, absolutamente respetuosa con la historia (en la cual consigue huir del costumbrismo de los dantzaris, soiñekos y naturaleza rupestre), en la cual se destaca sobre todo el paisaje vasco. Tuvo alguna tontería que no sé a qué venía como el mítico panel plateado que suele introducir en alguno de sus montajes, pero estuvo a un nivel muy bueno. Vestuario acertado, clásico, pero alejado del regionalismo, y una iluminación soberbia.
Tampoco deberíamos de quejarnos de los cantantes, a los cuales hay que alabar que rescaten una obra en el olvido, y la saquen adelante como puedan. La María Bayo (Mirentxu) cantó como si se tratara de un bolo la función, con buen movimiento escénico y una atención a la difícil dicción vasca, pero pasó absolutamente desapercibida, y me parece que los aplausos fueron dirigidos más bien a su carrera, que a la función de ayer.
Andeka Gorrotxategi (Erraimundo), pese a sus limitaciones, como viene siendo esa voz totalmente entubada y engolada, es un buen actor, alto, delgado y de bella sonrisa, cuya voz encandila a las masas, sobretodo cuando berrea los agudos; pero ayer tuvo la mejor velada de todas las que le he visto hasta ahora.
Marifé Nogales (Prexen) tiene un papelín también cortito, pero intenso escénicamente, donde estuvo impecable. La voz no es de mezzo, ni tiene una técnica que le permita afrontar una ópera en unas condiciones buenas, pero es una chica muy guapa y atractiva, y ayer tuvo momentos buenos, y otros no tanto.
El resto fueron correctos dentro de sus limitaciones, destacando sobre todo el reparto a Axier Sánchez, que hacía de pastor en una canción, que personalmente se comía a todos. Coro correcto con algunos desajustes entre cuerdas y agudos chilladitos.
Orquesta correcta, y una dirección poco animada y detallista del sobrino de Carreras.
En definitiva, felicitar al Arriaga por la idea de celebrar el cien aniversario de esta obra, y por rescatarla del olvido. También a todos los que animadamente, han sacado adelante la función.
A ver cuándo le ocurre lo mismo a “La Llama”, que lleva sin reponerse desde hace 60 años, y le da mil patadas a todas estas obras costumbristas.
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