LES TROYENS (Hector Berlioz) Brian Hymel, Eva Maria Westbroek, Anna Caterina Antonacci, Fabio Capitanucci, Robert Lloyd, Brindley Sherratt, Ji Min Park, Hanna Hipp. Dirección Musical: Antonio Pappano. Dirección escénica: David MacVicar.
Por fin debutaba en el Covent Garden. Después de tantos años reacio a visitar Londres, su clima horroroso y sus precios desorbitada y chulescamente caros, puse los piés en uno de los teatros de gran prestigio y tradición que me faltaban. Experiencia muy positiva. El teatro me gustó (excepto ese busto dedicado a Geraint Evans
), la orquesta y el coro me fascinaron y con un director de foso como Pappano, capaz de sacar adelante una obra, un poco mamotreto y con altibajos como Troyens y al día siguiente un Otello impactante, se coloca en la cúspide actualmente de los teatros líricos.
Más que digno Brian Hymel como Enèe. Con una voz construida hacia el agudo, de emisión un tanto extraña, pudo con la terrible tesitura del papel, disparó unos cuántos "pepinazos" y, sin especiales sutilezas ni fantasía en el fraseo, sacó adelante la sustitución y nadie echó de menos a Kaufmann. Vibrante, plena de garra e intensidad escénica, la Cassandra de la Antonacci. Nadie mejor que ella para acaudillar el suicidio colectivo de las mujeres Troyanas antes de caer en las garras de los vencedores soldados griegos.
Notable asimismo, la Reina Dido de Eva Maria Westbroek. Sonido siempre pleno, ancho, esmaltado, proyectadísimo, si bien acusa cierto balanceo y alguna tensión en el ascenso al agudo. Muy buenos los secundarios, Capitanucci, el veteranísmo Lloyd, un soprendente bajo Brindley Sherratt (que al día siguiente cantó el Ludovico) destacó como Nerbal. Ji mim Park cantó con decoro, aunque con una voz muy liviana y exceso de falsetes, la bellísima canción de Iopas.
Gran trabajo de Pappano, que una obra con altibajos en el aspecto musical y dramático, logró mantener una tensión uniforme, con una prestación orquestal esplendorosa, una gama dinámica de dejar boquiabierto. Ni un atisbo de monotonía, de planicie, expuso primorosamente los ballets y logró un momento mágico, junto a los intérpretes vocales, en el sublime dúo de Eneas y Dido "O Nuit d'Ivresse". Fabuloso el coro. De sonido brillante, empastado y caudoloso, pero capaz también, de realizar pianos y regular la intensidad del sonido.
La producción de MacVicar sin "genialidades", ni muchas ideas (tampoco extrañas, ni malas) ayuda a seguir la obra sin sobresaltos, funciona mejor en la primera parte en la que logra algún momento espectacular. En la segunda destaca el fragmento ya descrito del dúo, en el que la estupenda iluminación colaboró en la magia creada por los cantantes y director musical.