Lohengrin…………………Michael Spyres
Elsa de Brabante………...Johanni van Oostrum
Ortrud…………………… Martina Serafin
Telramund……………… Josef Wagner
Enrique el Pajarero……. Timo Riihonen
Heraldo…………………… Edwin Fardini

Director de orquesta……Aziz Shokhakimov
Director de escena………Florent Siaud

Orquesta Filarmónica de Estrasburgo, Coro de la ópera Nacional del Rhin


Que en una pequeña ciudad de provincias consigan una representación de esta calidad dice mucho del aprecio por la cultura que tienen nuestros vecinos. Hay un pequeño truco, y es que la Opera du Rhin tiene su sede principal en Estrasburgo, que es donde hacen el grueso de las funciones, dejando 2 ó 3 para esta vecina ciudad de Mulhouse.

Aún así, lo primero que he de decir es que me impresionó la excelente acústica del auditorio. No te perdías una palabra de lo que cantaban, no había retorno ni reverberación pero el sonido de las voces, lejos de ser seco y apagado, era cercano, dulce y con un equilibrio buenísimo entre los cantantes, dando igual dónde estuvieran situados. A modo de ejemplo, en el duo entre Elsa y Ortrud, la primera cantaba desde un balcón en altura desde las profundidades del foro, a más de 30 metros del primer espectador, y se entendía perfectamente cada palabra.

La orquesta estaba colocado al modo Bayreuth, enterrada en un foso bastante profundo, de modo que los cantantes quedaban exactamente a la altura de la platea, con lo que la orquesta sonaba siguiendo las indicaciones de Wagner, consiguiendo un estupendo efecto de mezcla sin comerse jamás a los cantantes.

Espléndido Spyres como Lohengrin, aunque la voz no es para nada a la que estamos acostumbrados para el personaje, por citar a Vogt o Kauffmann, a mi modo de ver los mejores de los últimos años. Tiene un bellísimo color oscuro lleno de inflexiones baritonales , un legato belcantista y una emisión homogénea, robusta y enfática, con un volumen no gigantesco, pero lo suficientemente rotundo como para llegar a todas partes. Me recordaba al para mi mejor Lohengrin que he escuchado, en disco naturalmente, Franz Völker.

Los agudos son luminosos y timbrados en forte, pero le cuesta algo apianar , y esos momentos las consigue con una especie de falseto o una emisión con voz blanca de cualidad excepcional. Es un Lohengrin muy terrenal, le falta quizás esa cualidad poco fantástica, un poco irreal con la que al menos yo suelo relacionar el rol. Escénicamente no es una gran cosa.

Bastante bien Johanni van Oostrum, con un timbre suficientemente atractivo pero no demasiado personal ni importante, con cierta transparencia adecuada al personaje (muy bueno su “Euch Luften”), y también de tintes oscuros; sin embargo, cuando la emisión pasa del mezzoforte, especialmente los agudos son a veces emitidos con una especie de golpes de glotis, más o menos controlados, pero que deslucen un poco la prestación general. Tampoco resulta ser ninguna una maravilla como actriz.

La sorpresa vino para mi de la mano de Martina Serafín, veterana a la que nunca había escuchado. La voz paga el peaje de los años, pero mantiene cierto lustre en la zona inferior; lo importante es que el fraseo, la intensidad, la acentuación en las palabras y sílabas correctas (y a veces de modo un poco sorprendente pero acertado), en ese papel tan difícil, que no es cantado ni declamado, tienen mucho de magnéticos. Es evidente que sus frases”Wodan….Fricka”, se quedan cortas de potencia y al borde del trémolo, pero su presencia escénica es asombrosamente viva y fogosa, con movimientos justos pero muy intensos. Da igual que esté en una esquina o rodeada de coro, actúa con la mirada, con gestos sutilísimos de las manos, apenas moviéndose pero reclamando toda la atención. A mi me ha recordado a Waltraud Meier, que es una de las mejores actrices que yo he visto en ópera.

El director de escena ha tenido además la buena idea— casi la única— de vestirla de un modo regio y sensual, y con su roja melena al viento consigue ser el centro de todo, incluso en la escena final. Además de esta idea, la única interesante fue el punto de partida, donde en el preludio, Elsa y su hermano están jugando con sus amigos. Les han regalado un telescopio, y con él descubren, fascinados, la constelación del Cisne. Al menos es una idea original.

Por lo demás, una escenografía feísima que imitaba quizás el Museo Pérgamo de Berlín, un vestuario absolutamente inadecuado—excepto Serafin—y una iluminación muy poco lograda, y unas masas corales muy torpemente movidas. La escena de la noche de bodas es lo menos romántico que alguien puede haber imaginado.

Nada que decir ni bueno ni malo del Telramund, cantado con buena voz, corrección y hasta algún momento de nobleza, pero en general insípido y poco caracterizado.

Muy bien la orquesta. Se ve que el joven director se ha trabajado la partitura, contando con una excelente orquesta donde brilló particularmente una sección de cuerda capaz de unos sonidos delicados , redondos y de una transparencia sorprendente.