ELISABETTA…………………..Barno Ismatullaeva
NOTTINGHAM………………..Nikolai Zemlianskikh
SARA………………………………Angela Brower
ROBERTO DEVEREUX……. Ismael Jordi
LORD CECIL……………………Thando Miandana

Director de Orquesta………Enrique Mazzola
Dirección artística…………..Jetske Mijnssen

Orquesta de Cámara de Holanda
Coro de la Nederlandse Opera



Tercera entrega de la Trilogía Tudor por parte del Muziektheater, y debo decir que muy decepcionante. Nada que ver con la excelente Maria Stuarda , al menos en el plano vocal, de hace un par de temporadas.

Para empezar, una gran plataforma delante del escenario hace que en todo el primer acto los cantantes estén a muchísima distancia del público, y se les escuche con unos efectos de eco, de retorno y de rebote en absoluto admisibles. La ópera es un espectáculo complejo donde no solo es importante la parte artística, sino también la cuestión acústica. El público estamos ahí para escuchar a los cantantes y me parece obligación del director de escena, y del musical, por supuesto, no perder esto de vista en ningún momento.

Mucho más aún en el género belcantista, que hay que ver qué difícil resulta que cantantes, director y orquesta entiendan que esto no es Verdi (aunque haya en él mucho belcantismo), ni Wagner (aunque también lo haya), ni mucho menos verismo u otros estilos ajenos a sus reglas. Aquí la voz es reina, y casi todo está pensado para la glorificación y disfrute de la misma. Personalmente cada vez me resulta más difícil escuchar óperas de esta escuela, si no cuentan con cantantes que posean el control de los infinitos matices y compleja técnica que requiere la misma. Y que además posean voces intrínsecamente bellas.

Ismael Jordi, el único que repetía del reparto de la Stuarda, era, sobre el papel, uno de esos cantantes. Esperaba mucho más de él . Estuvo reservón y como ausente durante casi toda la ópera. En su primera intervención utilizaba unos contrastes dinámicos muy exagerados, lo mismo que unas portamentos muy marcadas que le daban un aire lacrimógeno nada atractivo. Su canto fue en general agarrotado y falto de libertad. Lo recordaba muchísimo mejor.

Escénicamente es bastante torpe como actor y tiene una postura fija que repite constantemente, como cogiendo una carretilla o algo con una mano y la otra agarrotada al final de un codo doblado; mientras, las piernas se mueven alternativamente entre el arrastre y ligeros movimientos convulsos. Todo ello hace que Devereux parezca un remedo frankesteinesco trasladado a la época Tudor. Lo mejor que hizo fue su aria final, no así la cabaletta correspondiente.

Absolutamente inadecuada para el papel la soprano uzbeka Barno Ismatullaeva. La voz ya acusa algunas acideces en la zona aguda, el legato es más que deficiente, y su capacidad para el canto spianato casi nula, con lo que s ya desde su primera intervención se vio q aquello no iba a funcionar. Asimismo su fraseo es inane, no dice nada, suple la falta de intención con unos ataques aumentando el volumen, lo que hace aún más fea su intervención.

Cantaba de modo apresurado, sin dejar que la extática melodía de “L’amor suo mi fue beata” se escuchara con el pathos necesario, en otros momentos de manera casi histérica ( eso lo han hecho cantantes como Sills o Gencer, por ejemplo, pero a la vez obligándose a controlar las emociones como conviene a un personaje regio de tanto empaque). De todas formas, perdón por la odiosa comparación de aquellas grandísimas cantantes con esta otra. La voz no es mala, tiene un gran mecanismo regulador y un timbre de lírica oscura, pero no encajó absolutamente nada en el papel.

Un “Vivi ingrato” apresurado, sin legato, la cadencia mal ejecutada y en general de muy poca belleza canora coronó una actuación deficiente.

Hubo que esperar a que cantase Nottingham para escuchar algo que se pareciese al belcanto. La voz es noble y fresca, y aunque se le podría pedir algo más de variedad en el colorido, Nikolai Zemlianskikh hizo bastante con su papel, siendo el mejor número de toda la ópera su dúo con Sara. Cantó estupendamente su aria “Forse in quel cor sensibilidad”.

Estuvo muy bien Angela Brower a pesar de algunas inexactitudes tonales aquí y allá. Me gustó su Sara poco conformista y respondona. Con mucha más variedad de acentos que la propia reina y una voz bastante adaptada y con buen cuerpo, y una variedad expresiva mucho mas rica, resultó casi la más interesante del reparto.

Enrique Mazzola alternó buenos momentos orquestales con chundas chundas insoportables, que no dejaban respirar a los cantantes ni escuchar el fraseo de las melodías que corresponden tanto a cantantes como orquesta. Le salvó que la orquesta toca muy bien y las cuerdas sonaban a pura seda en los pasajes más líricos.

El montaje para mi fue bastante cursi. El primer acto se desarrolla en una habitación más de hotel de lujo que de palacio, donde dos señoras vestidas entre lo elegante y lo ridículo, como si fueran esos personajes que acuden a las funciones de estreno del Real, elegían zapatos o se retocaban frente al espejo mientras cantaban sus respectivas cavatinas.

En un momento dado se levantan la 4 paredes de la habitación, quedando colgada a media altura toda ella, y en la parte inferior se crea un inmenso salón en penumbra donde todos bailan. Una bonita imagen, si más.

El segundo acto resultó chocante cuando no ridículo; Elisabetta vestida de estricta gobernanta de hotel y los cortesanos con discretos trajes grises de empleados serviles y sumisos.

La misma idea del principio, pero a la inversa, se produce en la gran escena final de Elsabetta, cuando la habitación, mucho más angosta, se cierne sobre ella, que sujeta su corona mientras canta el aria. Bueno….

Lo mejor, más adecuado, y más belcantista de todo fue el excelente coro de la Nederlandse Opera, al nivel del nuestro en el TR.