Unos días en la hermosísima ciudad de Budapest, en la que, además de sus muchas bellezas, he podido disfrutar de buena música:
-MUPA, Bela Bartok Concert Hall. Ver a Mihail Pletnev tocando el piano es complicado. Se trata de un genio que escancia con cuentagotas su arte único. Por tanto, fui afortunado al poderle ver tocar el concierto de Schumann en la bella sala de conciertos del MUPA. Un concierto tantas veces oído, que se lo he visto tocar a figuras como Marta Argerich y Yuja Wang, llegó nuevo, distinto, a mis oídos. Algo que sólo pueden hacer los grandes.
-Ópera Nacional húngara. Hunyadi László de Ferenc Erkel, ópera emblemática, junto a Bank ban, del Teatro lírico húngaro por parte del padre de la ópera romántica magiar, autor del himno Nacional húngaro y fundador de la Orquesta Filarmónica de Budapest que ocupa el foso de la bellísima Ópera Nacional. Insipirada en la de Viena, los húngaros cumplieron con la advertencia de no hacerla más grande, pero se propusieron construirla más hermosa. Bella ópera Hunyadi Lászlo, que contiene claras influencias del belcanto romántico italiano, con abundante coloratura, cantabiles e inpiradas melodías, además del folklore húngaro a través de las danzas como verbunko y palotà. No faltan elementos de la Grand Opera francesa como el fresco histórico y las escenas de masas. Un placer comprobar como el eurotrash, la vacuidad intelectualoide, el feísmo y la estulticia filosnobista, que reinan en la lírica Occidental, no han penetrado en Europa del Este. Humildad y respeto a la música. Todo bien trabajado y engrasado. Cuerpos estables magníficos que acrisolan su calidad en una gran tradición y puesta en escena al servicio de la obra. Decorados bellísimos, vestuario espectacular. Una delicia, un regalo para la vista. Reparto de compañía, sin estrellas, pero también sin camelodivos. Destacó la soprano Klára Kolonits, todo una diva local, con una espléndida coloratura y una técnica bien asentada, además de temperamento y personalidad.
-Ópera Nacional húngara, Pique Dame de Tchaikovsky. No daba crédito, una Pique Dame totalmente conforme a libreto!!!. Escenografía bellísima, de un gusto uy sentido estéticos extraordinarios, un regalo para la vista. Qué decir del vestuario. Sin palabras. En el acto tercero entra Catalina la Grande al final de la fiesta!!! Uno ha visto de todo ahí. Protagonistas entregados, intensos, Eduard Martynyuk y Svetlana Aksenova, sólidos vocalmente. Otra diva de la casa, Gyongy Lukasz, que no es otra que la Georgina Lukasz a la que ví una Turandot en Barcelona hace años y llegó a cantar Forza en la Scala con Muti, compuso una Condesa de libro. Magnífica dirección de Oliver Dóhnanyi.
Muchas ganas de volver.
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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